Quien me lo regaló me cuenta que se lo leyó de
un tirón dos veces. Yo no; no puedo, simplemente. Pero no lo dejo, me acompaña,
lo sigo, lo busco, se me ofrece. Al poco de empezar a olisquearlo di con un
poema que ya apareció aquí, un texto que me pareció la piedra filosofal del
amigo Carlos; más tarde di con este otro, el que hoy nos ocupa. Me atrevo a
decir, oh osadía, que entre esos dos poemas cabe toda la existencia de este
poeta; que de alguna manera marcan las lindes de su posición existencial, una
por un lado, la otra por el otro. La ignorancia a veces se viste de osadía;
espero que no sea el caso. Al traductor, a la sazón prologuista del libro,
Eduardo Iriarte, le parece también que el poema Gertud... es la clave. Yo no
había leído el prólogo hasta hace bien poco, y fue una alegría ver mi opinión
compartida. El libro, por cierto, se llama en español Escrutaba la locura en
busca de la palabra, el verso, la ruta, y es de Visor. En su inglés original, Sifting
Through the Madness for the Word, the Line, the Way.
al volver la vista atrás
ahora
me cuesta creer cómo era yo entonces:
en los bares
intentaba ligar con las
mujeres
más tiradas:
medias caídas,
colorete en las mejillas,
maquilladas como la propia muerte,
dientes amarillos,
ojos de rata,
risa de hiena
quejumbrosa
y cuando tenía
éxito
(bien gallito)
era Atila,
era Alejandro
Magno,
era el tipo con
más cojones de la
ciudad:
Bogart, Cagney,
Gable, todos al mismo
tiempo.
y lo que
es peor,
me cuesta entender cómo era yo entonces:
escogía continuamente al cabronazo
más grande y feroz del bar
para salir al callejón
a pelear,
para que me dieran una buena tunda a fuerza de
puñetazos que no
veía venir.
el cerebro me daba saltos dentro del
cráneo,
veía colores
pasajeros, fogonazos de
luz, notaba la
boca llena de sangre,
notaba el cuerpo
desparramado
en el suelo,
sólo para levantarme y
acometer de nuevo con mis
manos diminutas.
hubo cantidad de
peleas en las que apenas
acerté un
puñetazo.
el asunto iba a carcajada por
minuto y la muchedumbre
tenía toda la
noche
para mirar.
yo me llevaba la paliza
y ellos se tronchaban.
la cara
no se me acababa de curar nunca.
iba por ahí
con un labio
hinchado, un ojo
morado, la nariz
dolorida.
se me asti-
llaron las
rodillas de caerme
tan fuerte
y tan a menudo.
y aun así, un par de noches
después
andaba buscando
otro
cabronazo
más feroz
al que provocar.
pero lo
que más cuesta creer
ahora
es que cuando por fin,
gracias a un inesperado
golpe de suerte,
acababa por ganar
alguna,
no se me otorgaban
vítores, ni
elogios.
mi cometido, mi función
en aquel mundillo extraño
era perder.
yo era el tipo que venía
de fuera de la ciudad,
que no era ni siquiera del
barrio.
las
noches más extrañas y
odiosas eran aquellas en que por fin había
ganado,
sentado a solas al final
de la barra
mientras la pandilla reía y
hablaba de ello
como si no estuviera
presente.
pero
cuando perdía estaban encantados conmigo
y las copas corrían
toda la
noche.
así que
cuando ganaba perdía
y cuando perdía
ganaba.
Y
al
volver la vista atrás
me
resulta difícil creer
que
acabara viviendo
con
semejantes
mujeres.
todas
tenían buen cuerpo,
piernas
estupendas,
¡pero
vayas caras!
¡unas
caras salidas del mismísimo
infierno!
todas
eran bastante buenas en la cama
(a pesar
de una indiferencia
más bien
general por el sexo)
pero
tenían
su manera de
halagarme
era más
joven
que
ellas
y estaba
más
abierto al
sueño.
pero, la
hostia, qué bien se les daba
encontrar
mi cartera,
tras un
par de días
o un par
de semanas
desaparecían
con todo
mi dinero
y me
dejaban
buscando
migajas para pagar el alquiler,
la
comida, la cordura, y aquel
infame
sueño
perdido.
¡para
luego volver a aparecer!
llamaban
a mi puerta
a las
tres de la madrugada
como si
nada:
-¡hola!
¿cómo te ha ido?
venía de
robar a algún
otro
pobre
hijo de
puta.
y lo que
es peor,
les
dejaba entrar,
me
gustaba el aspecto de esa pierna
lo
descabellado de todo
el
asunto,
beber
con ellas,
oír sus
nuevas
historias
tristes,
dejar
que el sueño volviera
a entrar
a hurtadillas...
después
de todo, ¿dónde iba a encontrar
una
señora de verdad?
¿en la
biblioteca pública?
¿o en la
ópera?
- pasa,
cariño, enseña
un poco
de pierna y vamos a oír
esa
historia.
y ¡pasa,
tómate una
copa!
no tenía
planes.
no tenía
la menor idea de lo que
hacía,
adónde
iba,
el mundo
era un sitio
extraño
y
opresivo.
hacía
falta agallas
para
abrirse camino.
se veía
a todo el mundo tristísimo,
vencido,
servil.
-
¡cuéntame todo, cariño!
pero a
pesar de los pesares
me
apreciaba con mis manos
diminutas
y mi cara de mono
con
marcas de viruela.
me
gustaba estar sentado
en
calzoncillos y camiseta,
la camiseta rota y
sucia y
llena de quemaduras de
cigarrillo
y manchas de vino.
tenía
brazos musculosos
y unas
piernas recias y potentes
y me
encantaba pasearme por la alfombra
ante la
mirada de mi puta
mientras
soltaba
inanidades
y
disparates.
era un
tipo de cuidado.
era un
tipo joven.
era un
imbécil
y me
encantaba hacerme el
imbécil.
- ¡vale,
preciosa, enseña
más
pierna!
¡más!
¡cómo me
aburre tu charla!
¡levántate
más la falda!
¡déjala ahí!
¡no tan
arriba!
¡no
quiero verlo
todo!
¡deja
que me lo imagine!
al volver
la vista atrás, no podría haber sido mucho
mejor.
qué
tiempos
tan
estupendos
joder.
looking
back
now
I can't believe myself then:
in the bars
attempting to pick up
the lowest
women:
sagging stockings,
rouged cheeks,
deathly mascara,
yellow-toothed,
rat-eyed,
bellowing hyena
laughter
and when I was
successful
(peacock proud)
I was Attila,
I was Alexander the
Great,
I was the toughest
roughest guy in
town--
Bogart, Cagney,
Gable, all rolled up into
one.
and worse,
I can't understand myself then:
continually choosing the biggest
meanest bastard in the bar
to come and fight
in the alley,
to get myself clubbed by
blows I didn't
see coming.
my brain jumping inside
my skull,
seeing shots of
color, flashes of
light, feeling my
mouth fill with blood,
sensing my body
sprawled
on the pavement,
only to get up and rush
forward again with my
tiny hands.
there was many a
fight when I hardly
landed a
punch.
I was a laugh a
minute and the crowd
had all
night
to watch.
I'd get my beating
and they'd get their
jollies.
my face was never completely healed.
I walked around
with a fat
lip, a black
eye, a nose that
hurt.
I developed bone-
spurs on my
knees from falling so
hard
and so often.
yet a couple of nights
later
I'd be looking
for a new
meaner
bastard
to challenge.
but even harder to believe
now
was when finally
through some unexpected
stroke of luck
I did occasionally win
one
I was accorded no
cheers, no
accolades.
my stripe, my function
in that strange little world
was to
lose.
I was the guy from out of
town
and not even of the
neighborhood.
the strangest most hateful
nights were after I had finally
won,
sitting alone at the end
of the bar
as that gang laughed and
talked it up
as if I wasn't even
there.
but when I lost they loved me
and the drinks came
all night
long.
so when I won I lost
and when I lost I
won.
and
looking back
it is hard for me to believe
some of the women
I ended up
shacking with.
they all had good bodies,
great legs,
but the faces!
the faces were faces from
hell!
they were all fair in bed
(in spite of rather a general
indifference to sex)
but
they had ways of flattering
me.
I was younger
than they were
and
more open to the
dream.
but Christ, they were good at
locating my wallet,
after a day or two
or a week or two
they'd vanish
with all my money
to leave
me scrabbling for rent,
food, sanity and that
infamous
lost
dream.
only to reappear again!
knocking on my 3 a.m.
door
as if nothing had
happened:
"hi! how've you been?"
back from robbing some
other poor son of a
bitch.
and worse,
I'd let them back in,
liking the look of the leg,
the general madness of it
all,
to drink with them then,
to hear their new sad
stories,
to let the dream seep
back in . . .
after all, where was I to find
a real lady?
down at the public library?
or at the opera house?
"come on in, baby, show me
some leg and let's hear
your story.
and come on, have a
drink!"
I had no plans.
I had no idea of what I was
doing,
where I was
going,
the world was a strange and
oppressive
place.
a man had to have guts
to shove on through.
everybody was so sad,
defeated,
subservient.
"tell me all about it, baby!"
but in spite of everything
I liked myself with my tiny
hands and my pockmarked
monkey face.
I
liked sitting in my
shorts and my undershirt,
the undershirt torn and
dirty and full of cigarette
burns and wine stains.
I had muscular arms
and great powerful legs
and I loved to walk the rug
with my whore watching
while I spouted
inanities and
insanities.
I was hot stuff.
I was young stuff.
I was a fool
and I loved playing the
fool.
"o.k., baby show me
more leg!
more!
your talk bores me!
lift your skirt higher!
hold it there!
not too high!
I don't want to see
everything!
let me imagine it!"
looking back, it all couldn't have been much
better.
what a lovely
fucking
time
it was.
Charles Bukowski.