el efecto del wolframio sobre las margaritas

Y te damos gracias, Señor, también por la creatividad:



el té verde

Los franceses se vieron superados por los acelerados alemanes sin entender su enorme vitalidad. Ellos, los galos, dice Ohler, “usaban como estimulante nacional tradicional el vino tinto, que creían que les había ayudado a ganar la I Guerra Mundial”, y, claro, no era lo mismo. “Cuando Alemania atacó, los franceses tenían 3.500 camiones con vino para las tropas. Les daba sueño. A los alemanes, la pervitina, lo contrario”. ¿Y los demás? “Los británicos tenían su propia anfetamina, las bencedrinas, más suaves, pero también con menos efectos secundarios”. Los soldados de los EE UU, explica, tomaron las bencedrinas de sus aliados, mientras que los rusos “tenían el vodka”. A la larga les fue mejor. La pervitina, tan buena para la guerra relámpago, daba mal rollo en la de desgaste. Así que la segunda parte de la contienda fue para los alemanes un ir pagando los efectos secundarios.

Norman Ohler, clarividente en su investigación. De cajón, pensamos ahora todos a posteriori. Me hago cofrade tuyo, iluminado Norman, cofrade.
Cómo te envidio, Jacinto. Tú si que sabes de sacar en procesión.

el club del ladrido

Qué tonto es estar aquí,
triste y solo sin ti.
Perrito triste en soledad,
sólo queda ladrar.

Yo quiero ir a tu lado en los aviones
y en el tren de alta velocidad,
cogerte de la mano si te complace.

Yo te echo tanto en falta si te levantas,
porque madrugas para trabajar.
Yo te echo tanto en falta,
tú lo sabes.

Filosofar desde el sillón
es raro siendo un can.
Tanto leer, quisiera ser
un perro más normal.

Siendo un perrito bueno se me hace eterno
el corto tiempo en el que tú no estás,
yo quiero ir a tu lado a reuniones.

Yo te echo tanto en falta cuando te marchas,
cuando de noche te vas a bailar.
Y sueño con tus besos,
tú lo sabes.

Yo quiero ir a tu lado en los viajes de negocios,
a tus planes y reuniones con los jefes de marketing.
Y no dejar que el protocolo nos separe en las comidas
aunque sean elegantes, distinguidas.

Quiero amarrar mi pata quebrada a tu pata
que también ha de querer estar quebrada.
No permitir que asuntos tontos y banales
me impidan decir, a cada momento,
me impidan decir, porque es lo que siento:

Soy tu perrito librepensador
y te echo de menos.
Soy tu perrito librepensador.

Yo quiero ir a tu lado en los aviones
y en el tren de alta velocidad,
cogerte de la mano si te complace.

Yo quiero ir a tu lado en los viajes de negocios,
a tus planes y reuniones con los jefes de marketing.
Y no dejar que el protocolo nos separe en las comidas
aunque sean elegantes, distinguidas.

Quiero amarrar mi pata quebrada a tu pata
que también ha de querer estar quebrada.
No permitir que asuntos tontos y banales
me impidan decir:

Soy tu perrito librepensador
y te echo de menos,
y te echo de menos.

Soy tu perrito librepensador
y te echo de menos,
y te echo de menos ...