el talento raro

De aquí, esto:

Quizá se dio cuenta que había sido lo que había sido. Un poeta del pop maravilloso, más que una estrella del rock o ese icono estúpido que se convierte en estrella de la música. Germán escribía canciones que daban gritos. Algunos aterradores, otros obscenos y profundos, palabras que se mataban a besos, pero siempre volaban como los pájaros de 'A Santa Compaña'.

Y de aquí, esto otro:

Con todo, nunca se rindió. Cuando no estaba cuidando de su padre enfermo, dedicaba sus nerviosas energías a sus labores artísticas o políticas. Unas molestias le obligaron a internarse en el madrileño hospital Gómez Ulla, donde trabajaba su esposa, Elvira Reig. Allí seguía preocupándose por una próxima actuación en Málaga o los detalles gráficos del siguiente lanzamiento. No llegó a enterarse de que sufría una dolencia mortal. Germán Coppini deja tres hijos y un modelo de compromiso ético y estético.

El final apoteósico de Diego está acorde con su devoción. No es de extrañar.
Dejo una rareza, otra más del insondable talento de Germán, esta vez con la a priori improbable compañía de Nacho Cano; tres canciones juntos hicieron.



La estrellita que una noche divisé, fue la que hizo verdadera la ilusión que yo soñé, mis harapos en fino lino convirtió y me impuso una tarea de un bellísimo valor. Cuando te asalte la duda o a punto estés de ceder a una tentación llámame con un silbido, yo seré tu celador. Pan con membrillo en tu cartera colegial, lapiceros de colores y una goma de borrar. Cabecita loca, sólo pensando en jugar con dudosa compañía, líbrete el cielo de todo mal.
Buscarte y quedar rendido, soy la sombra que has perdido al comenzar a andar. No sentirse el ser querido. Mi mandato está incumplido. Qué nos queda ya, este grillo abatido no puede ahora cantar. Que sepas que hay luz en el hogar, que tu llamada ansío y poderte guardar. Seguro que más de alguno habrá que hable de este amorío en un tono vulgar. No creas que pienso en renunciar, no todo está perdido y volverte a ganar.

Malas lenguas quieren hacerme creer que abandonado a unos brazos poco exigentes con lo que des, vives con boato saliendo en ecos de sociedad, que nunca faltan viandas para tus bodas de Canaá. Disfrutabas de lo prohibido, eras pájaro cautivo gorjeando su libertad. Todos los niños que me han mentido la nariz se les ha crecido. Que nos queda ya, este grillo abatido no puede ahora cantar. Que sepas que hay luz en el hogar que tu llamada ansío y poderte guardar. Seguro que más de alguno habrá que hable de este amorío en un tono vulgar. No creas que pienso en renunciar no todo está perdido y volverte a ganar.