Princesa prisionera de la nada,
princesa prisionera de la suerte,
princesa prisionera de la muerte,
princesa del abismo en la mirada.
princesa prisionera de la suerte,
princesa prisionera de la muerte,
princesa del abismo en la mirada.
Princesa de la noche de la espada,
princesa de la noche de lo inerte,
princesa de la noche que se vierte,
princesa sin amor y enamorada.
princesa de la noche de lo inerte,
princesa de la noche que se vierte,
princesa sin amor y enamorada.
La luz de tu tristeza de princesa
brilla en la claridad de este lamento,
es luz que no comienza y que no cesa.
brilla en la claridad de este lamento,
es luz que no comienza y que no cesa.
La luz de tu belleza de princesa
brilla en la eternidad de este momento;
princesa del horror de ser princesa.
brilla en la eternidad de este momento;
princesa del horror de ser princesa.
Juan Eduardo Cirlot
El
último verso es uno de esos finales apoteósicos que de cuando en cuando se dan.
Yo conozco a una princesa del horror de ser princesa y, efectivamente, cumple
todos los endecasílabos del magnífico soneto. Para su desgracia y para dolor de
quienes la queremos.
Si
Juan Eduardo me fascina, su Victoria me subyuga.