el insomnio del creyente

Insomnio

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres
(según las últimas estadísticas).

A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este
nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los
perros, o fluir blandamente la luz de la luna.

Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como
un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre
caliente de una gran vaca amarilla.

Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por
qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta
ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.

Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches?

De nuevo el insomnio aparece con su carga angustiosa, con su metafísica y su existencialismo. Este Dios al que Dámaso le demanda respuestas, quién será, qué será.

Doyle las gracias al ínclito A. por descubrirme a Dámaso Alonso,  primero, y guiarme después en su obra. Un autor en el que no había reparado lo más mínimo. Un claro error de bulto.

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