Me llega de mano
amiga Basho y sus Sendas de Oku, en traducción
de Octavio Paz y Eikichi Hayashiya. Como hace unos días con Mark Strand, no
puedo sino reconocer mi ignorancia; también, como me ocurrió con el canadiense
estadounidense, tardo poco en vislumbrar la magnitud. Iré dejando a Basho por
el cuaderno a modo de paradas de viaje, valga la analogía con su libro.
Mientras escribo esto pienso que algo de Mark me evoca a la poesía japonesa
antigua; no es de extrañar que casi al tiempo descubra a Octavio Paz como
traductor del contemporáneo también.
Cuanta más poesía
estudio, más evidencia de mi cultura lacustre tengo, que decía aquel.
Sora, valga como apunte,
era su discípulo y acompañante en el viaje.
A Sora se le ocurrió enfermarse del vientre. Tiene
un pariente en Nagashima en la provincia de Ise, y decidió adelantarse. Al
partir me dejó este poema:
Ando y ando.
Si he de caer, que sea
entre los tréboles.
La pena del que ya se va y la tristeza del que se
queda son como la pareja de gaviotas que, separadas, se pierden en la altura.
Yo también escribí un poema:
Hoy el rocío
borrará lo escrito
en mi sombrero (*)
(*)
Los peregrinos budistas llevaban ropas blancas y sombrero de paja. En el
sombrero, una inscripción decía: “Somos dos”, alusión al Santo Kobo Daishi.
Basho alude aquí no al santo sino a Sora. Rocío: lágrimas.
En
el mismo libro al que hago referencia aparece esta reseña biográfica del propio
Octavio que también aporto, no tanto porque no se puedan encontrar fácilmente los
datos, sino por la belleza del texto. Análogamente con la imagen del mapa del
viaje.
VIDA DE
MATSUO BASHO
Matsuo Basho (o a la occidental: Basho Matsúo) nació en 1644, en Ueno.
Basho fue su último nombre literario; Kinkasu fue su nombre de nacimiento. Su
padre era un samurai de escasos recursos al servicio de la poderosa familia
Todo. A los nueve años Basho fue enviado a casa de sus señores, como paje de
Yoshitada, el heredero de los Todo; el joven Yoshitada era apenas dos años
mayor que Basho, de modo que pronto los unió una estrecha amistad, originada y
fortalecida por su común afición a la poesía. Los dos muchachos estudiaron el
arte de la poesía con Kitamura Kigin (1624-1703), discípulo de Teitoku y él
mismo poeta de distinción. Se conservan poemas de esa época firmados por Sengin
y Sobo, nombres literarios del joven señor y de su paje y amigo. Sengin muere
en 1666 y Basho, apenado por esta muerte prematura, pide separarse del servicio
de la familia; rechazan su petición y el poeta huye a Kyoto. Nuevos estudios de
poesía y caligrafía; lectura de los clásicos chinos y japoneses; amores con
Juteini, aunque poco se sabe de este episodio y casi nada sobre ella. En 1672
Basho se instala en Edo (Tokio). En 1675 conoce al poeta Soin y durante algún
tiempo es miembro de su escuela poética (Danrin).
Cambia su nombre literario por el de Tosei y su lenguaje poético por uno más
fluido y menos literario. Publica varias antologías. Ya libre de influencias,
crea poco a poco una nueva poesía y pronto lo rodean discípulos y admiradores.
Pero la literatura es también y sobre todo experiencia interior; intensa
búsqueda, años de meditación y aprendizaje bajo la dirección del maestro de
Zen, el monje Buccho (1643-1715). Uno de sus admiradores, Sampu, hombre
acomodado, le regala una pequeña casa cerca del río Sumida, en 1680. Ese mismo
año otro de sus discípulos le ofrece, como presente, una planta de banano
(Basho). La planta da nombre a la ermita y luego al poeta mismo. Período de
meditación y de lenta conquista, contra angustia psíquica y males del cuerpo,
de una siempre precaria serenidad. Su influencia crece, lo mismo que el
renombre de sus libros y de las antologías que publica con sus discípulos.
Kikaku, Sora, Sampu, Boncho, Kyori, Joso, Ransetsu… Viajes, solo o acompañado;
viajes a pie como un monje pero asimismo como un extraño “sembrador de poesía”.
En 1683 publica su primer diario de viaje; en 1687 escribe un relato de su
excursión al santuario de Kashima y un poco después emprende una nueva y larga
excursión de once meses, origen del tercer y cuarto diario. En 1689 se inicia
la peregrinación que relata Oku no
Hosomichi. Basho tenía cuarenta y cinco años y el viaje duró dos años y
medio, aunque el texto tiene por materia sólo los seis primeros meses. Para
darse cuenta de lo que significó esa expedición debe señalarse que para los
japoneses del siglo XX esa región es considerada todavía como un país remoto y
abrupto. En 1691 Basho regresa a Edo. Nuevas ermitas: Choza de la Visión, Cabaña de
la Anonimidad…En 1694, otra excursión, ahora a Nara y Osaka. En esta última
ciudad cae enfermo, en el curso de una comida en casa de Ono, su discípula; sus
amigos lo transportan a casa de un florista, donde muere, el 12 de octubre.
Está enterrado en Otsu, a la orilla del lago Biwa.
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