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El porno y la masturbación es a Joe lo que el Halcón milenario y el hiperespacio a Han Solo, es decir, el vehículo y el viaje a otra galaxia muy, muy lejana. Pero en Joe es una compulsión surgida de vete a saber qué freudiano lugar, un lugar tan intrincado y casposo, tan simple y, a la vez, fascinante, que cuando acabas sus páginas bañadas de semen, papel higiénico y camisetas viejas sabes que has quedado huérfano de sus neurosis.
Lo regalé sin haberlo leído hace unos meses. Lo leí, por préstamo inverso, este viernes por la tarde, disfrutando como un enano. No apto para todos los públicos, la propuesta de Joe es, sin embargo, colosal. La nada es colosal. Su misma persona, de tan nada, también es colosal. Lo de Joe es una enantiomería del barroco.



Aquí hay una buena crítica en español.

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