Buscaban rancheras, encontraron una y de ahí saltaron directamente a la calle del olvido, con ese entendimiento profundo de qué es un ranchera. Cantaban en una esquina del bar, mesa de madera desvencijada de por medio, cigarrillo en la mano queriendo encenderse y bebida sobre el tapete. Destilaban complicidad y dolor de heridas añosas, ingredientes imprescindibles para adentrarse en según qué mundos musicales.
Enrique era un devoto de las rancheras y en muchas de sus composiciones pop subyacen esas tonadas y esos contenidos. La publicaron en un álbum al que dio nombre en el 89, con Enrique con 29 años.
Por momentos tuve la sensación de que me estaban dando la banda sonora de mis últimos días. El alcohol y la emoción es lo que tienen, pienso hoy, sereno.
En fin, K., que me alegro mucho de haberte acompañado en tu aniversario de medio siglo. No es asunto baladí.
Ahora que todo acabó y que el tiempo te ha vencido,
y tu amigo te dejó dices que cuentas conmigo.
Como tienes el valor, yo que siempre me he dolido
de recordar lo que fue y lo que pudo haber sido.
Por la calle del olvido vagan tu sombra y la mía,
cada una en una acera por las cosas de la vida.
Por la calle del olvido donde nunca brilla el día,
condenados a una noche tan oscura como fría.
No sabes lo que luché para no soñar contigo
y no quieres entender que por fin lo he conseguido.
Yo estaba dispuesto a todo para tenerte conmigo
hasta hubiera trabajado, y te fuiste con mi amigo.
Por la calle del olvido vagan tu sombra y la mía,
cada una en una acera por las cosas de la vida.
Por la calle del olvido donde nunca brilla el día,
condenados a una noche tan oscura como fría.
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