Hipocrene, Parnaso, luces tibias
ayer, hoy fría sombra que se apaga.
No os conozco, reposo cotidiano,
sueño, sed, desatino de los débiles.
La blancura de un lirio, la fragancia
de un perfume, su voz o sus tobillos.
Todo me está negado. Soy el viento
sin colegiar, la muerte de las aves.
Atardecí. La magia de los números,
el profético naipe o la tristeza
de las viejas plegarias a los dioses.
Mi palacio se hundía, mi sonrisa
palidecía, mueca del silencio.
Desbócame, tiniebla trepadora,
hiende con tu locura mi locura,
decapita mi pérfida inocencia.
La huella de sus fustas. Era tarde…
Todo es recuerdo ya: la piel, los ojos.
La noche está conmigo, sus corceles,
la terrible pureza de la nada.
ayer, hoy fría sombra que se apaga.
No os conozco, reposo cotidiano,
sueño, sed, desatino de los débiles.
La blancura de un lirio, la fragancia
de un perfume, su voz o sus tobillos.
Todo me está negado. Soy el viento
sin colegiar, la muerte de las aves.
Atardecí. La magia de los números,
el profético naipe o la tristeza
de las viejas plegarias a los dioses.
Mi palacio se hundía, mi sonrisa
palidecía, mueca del silencio.
Desbócame, tiniebla trepadora,
hiende con tu locura mi locura,
decapita mi pérfida inocencia.
La huella de sus fustas. Era tarde…
Todo es recuerdo ya: la piel, los ojos.
La noche está conmigo, sus corceles,
la terrible pureza de la nada.
Luis Alberto de Cuenca
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