La soluciones, en realidad, llevan años sobre la mesa. Por un lado, está la opción de revertir. Algo complicado. Luego está la de la desafección, que consiste en descatalogar, algo ahora fuera de lugar. Y por último, se encuentra la opción de la permuta, que va unida a la desafección y consiste en canjear por otro equivalente. En casi 100 años, nadie se ha atrevido a tomar una decisión.
Todo es magnífico, superlativo e inspirador en la noticia y el artículo escrito por Berta, que empieza abajo.
La zona me la he recorrido en bicicleta y andando. Con nieve y sin ella. Y en mi ignorancia de datos, pero no de funcionamiento del ser humano, algo así pensé. Está claro si entiendes qué es Cercedilla, los sanatorios y el ferrocarril. Y las clases pudientes madrileñas, claro.
Casi 100 años después, el alcalde de Cercedilla se encontrará con un problema: estará en su mano expropiar 100 chalés, algunos de ellos pertenecientes a gente de alcurnia económica. Y esos casi 100 años están a punto de cumplirse. No tendrá que firmar un decreto polémico, simplemente esperar que la ley se cumpla y que 85,5 hectáreas de monte, que se cedieron en 1920 por una concesión, reviertan al municipio cumplida la fecha, con los chalés que se edificaron en su interior en este tiempo. Luis Miguel Peña, de Izquierda Unida, prefiere no hablar de expropiar. O no quiere hacerlo. De momento, esperará a que pasen las elecciones municipales.
En Cercedilla y en el puerto de Navacerrada hay una patata caliente que lleva casi 100 años sin enfriarse. Suelo público ocupado. Sanatorios de altura para curar la tuberculosis que nunca llegaron a construirse. Casas majestuosas que sí emergieron en el lugar. Y un monte sin voz pero con voto. El que le otorga la ley. El 16 de abril de 2019 se cumplen los 99 años máximos estipulados de una concesión que el Estado hizo de tres montes de utilidad pública pertenecientes a ambos municipios. Eso quiere decir que, dentro de cinco meses, ese terreno, con todas sus infraestructuras, vuelve a pertenecer al monte y por tanto, debe “revertir” en él, según especifica la legislación. La Comunidad de Madrid, que ahora actúa como gestora, ha confirmado que esa concesión no es prorrogable. El Ayuntamiento de Cercedilla, que nunca dejó de ser el propietario, debe asumir como propio, muy a su pesar, ese monte de utilidad pública. Igual que el de Navacerrada. Y, entre medias, se encuentran los intereses privados de los dueños de unos 100 chalés en una zona y de unos 300 apartamentos en otra que quieren seguir siéndolo tras mucho tiempo y dinero invertido. Muchas presiones, décadas de mirar hacia otro lado y, por fin, una pregunta obligada: ¿Serán capaces las administraciones de enfriar la patata y tomar una decisión?
El resto está aquí, con el párrafo perlado, casi diría estrofa, al final.
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