la jaez de los detectives

THE SIMPLE ART OF MURDER. AN ESSAY .
Raymond Chandler. El simple acto de matar.

But down these mean streets a man must go who is not himself mean, who is neither tarnished nor afraid. The detective in this kind of story must be such a man. He is the hero; he is everything. He must be a complete man and a common man and yet an unusual man. He must be, to use a rather weathered phrase, a man of honor—by instinct, by inevitability, without thought of it, and certainly without saying it. He must be the best man in his world and a good enough man for any world. I do not care much about his private life; he is neither a eunuch nor a satyr; I think he might seduce a duchess and I am quite sure he would not spoil a virgin; if he is a man of honor in one thing, he is that in all things. He is a relatively poor man, or he would not be a detective at all. He is a common man or he could not go among common people. He has a sense of character, or he would not know his job. He will take no man’s money dishonestly and no man’s insolence without a due and dispassionate revenge. He is a lonely man and his pride is that you will treat him as a proud man or be very sorry you ever saw him. He talks as the man of his age talks—that is, with rude wit, a lively sense of the grotesque, a disgust for sham, and a contempt for pettiness.
The story is this man’s adventure in search of a hidden truth, and it would be no adventure if it did not happen to a man fit for adventure. He has a range of awareness that startles you, but it belongs to him by right, because it belongs to the world he lives in. If there were enough like him, the world would be a very safe place to live in, without becoming too dull to be worth living in.

Por estas calles sucias y mezquinas ha de pasar un hombre que no es en sí mismo vil ni mezquino, no está corroído, es un hombre sin tacha y sin miedo.
El detective de este tipo de relatos debe ser un hombre así.
Él es el protagonista, lo es todo. Debe ser un hombre completo y un hombre común, y al mismo tiempo, un hombre extraordinario. Debe ser, para usar una frase ya vieja, un hombre de honor. El mejor hombre de su mundo y lo bastante bueno para cualquier otro mundo.
Su vida privada no me importa mucho; podría seducir a una duquesa y con toda seguridad no tocaría a una doncella. Cuando alguien es un hombre de honor, lo es para todo.
Es un hombre relativamente pobre, pues de lo contrario no sería detective. Es un hombre común, pues de lo contrario no viviría entre gente común. Conoce en gran medida el carácter ajeno, sino no conocería su trabajo.
No acepta con deshonestidad el dinero de nadie ni su insolencia sin la correspondiente y desapasionada venganza.
Es un hombre solitario y su orgullo no consiente que se le trate como a un hombre orgulloso o lamentarán haberle conocido. Habla como habla el hombre de su época, es decir, con tosco ingenio, con un vivaz sentimiento de lo grotesco, con repugnancia por la hipocresía y con desprecio por la mezquindad.
El relato es la aventura de este hombre en busca de la verdad oculta y no sería una aventura si no le sucediese al hombre adecuado para vivirla.
Es un hombre de conciencia, con sólidos principios que pertenecen al  mundo en que vive, y eso sorprende.
Si hubiera bastantes hombres como él creo que el mundo sería un lugar muy seguro en el que vivir y, sin embargo, nada aburrido como para que no valiera la pena habitar en él.

El extracto que hoy traigo está aquí. Las reflexiones del grande de Raymond son de su tiempo y de su construcción. Servidor, que es un amante del asunto negro, sea en novela, cine o realidad, ha visto cómo ese, digamos, canon, ha evolucionado. El héroe al que alude R. ya no es uno sin tacha, sino más bien un compendio de incoherencias donde la mancha convive con la virtud, produciendo un personaje tan conflictuado como goloso para llevarlo a la pantalla, al papel... Estos días de confinamiento he regresado al asunto que nos ocupa y en la producción actual no hay ni uno de los arquetipos que propugna R. en su ensayo. La mezquindad y la santidad, de la mano. Bueno, dije ni uno pero no es cierto. Saul, mi preferido junto con Virgil, serían dos más o menos actuales. Al menos en la primera temporada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario