La palabra panceta tiene prohibida la entrada en todos los poemas, igual que la palabra sebo o la expresión lentejas con chorizo. Hay a la entrada de la poesía, como a la entrada de las discotecas, gorilas tatuados que dicen tú sí, tú no, gorilas que no conocen el usted, que tampoco dejarían entrar a la palabra usted en un local de alterne al modo en que en muchos clubes no dejan entrar a los negros o a los asiáticos o a los de Cabezón de la Sal. Por qué yo no, pregunta la palabra rechazada. Es sábado noche y a las palabras les gusta abandonar la frase en la que viven o malviven y echar una canita al aire. Por qué yo no. Tú no por panceta y tú no por sebo y tú no por gilipollas, responde el gorila tatuado, como si la palabra gilipollas fuera boba, que viene a ser lo mismo que pensar que la palabra lista es lista y la palabra baja, baja, y que la expresión reforma laboral significa reforma laboral en lugar de despojo, robo, abuso, usurpación, saqueo, latrocinio, atraco, depredación, asalto, violencia. Violencia, se entiende, laboral y asalto laboral y depredación laboral y atraco laboral y latrocinio laboral y saqueo laboral y usurpación laboral y abuso laboral y robo laboral y despojo laboral. Urge introducir en un poema la expresión reforma laboral, no en un poema lírico, claro, donde para mi gusto encajarían mejor la panceta y el sebo, tampoco en uno de carácter místico, en el que no sobrarían sin embargo las lentejas con chorizo, pero sí en una poesía de denuncia, que es ahora mismo la poesía de las clases amenazadas por los gorilas gubernamentales que pretenden dictar el significado de las palabras. Un poema que quede en la memoria del movimiento obrero y de la insumisión ciudadana y de la lucha sindical, un poema, por Dios, que los retrate y nos retrate para siempre, por los siglos de los siglos, amén.
Juan José Millás
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