En el hueco que deja echo piedras para calcular a ojo la profundidad y nunca llega el sonido. Abisal.
La espantosa resaca de aquellos años en los que fuimos reyes y ni lo sabíamos quizás acabe aquí.
A veces, paradójicamente, los corazones más grandes son los más frágiles.
Hasta siempre, querida.
Hasta siempre querida.
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