Unos
cuantos extractos de Jaime y un poema suyo que hace tiempo que portaba en mi
mochila. En la emocional.
"El problema en mí se agrava porque soy todo menos
espontáneo; existe un hiato intelectual que percibo demasiado bien entre el que
me siento siendo y el que me siento ser y comportarse. Este es un simulacro tan
calculado y deliberado del otro, una imitación falsa de tanta falsedad que el
original acaba por resultarme también sospechoso. Más o menos como si Narciso
se disfrazara de sí mismo para poseerse, lo que entra ya en el dominio de las
fantasmagorías eróticas fetichistas: la satisfacción es imposible y la
autodegradación inevitable."
Retrato de un artista, J. G. B.
"A qué la máscara y el disfraz cuando sólo se habla de uno
mismo".
J. G. B. Prólogo. Quatro
Quartets. De T. S. Eliot.
RIBERA DE LOS ALISOS
Los pinos son más viejos.
Sendero
abajo,
sucias de arena y rozaduras
igual que mis rodillas cuando niño,
asoman las raíces.
Y allá en el fondo el río entre los
álamos
completa como siempre este paisaje
que yo quiero en el mundo,
mientras que me devuelve su recuerdo
entre los más primeros de mi vida.
Un pequeño rincón en el mapa de España
que me sé de memoria, porque fue mi reino.
Podría imaginar
que no ha pasado el tiempo,
lo mismo que a seis años, a esa edad
en que el dormir descansa
verdaderamente,
con los ojos cerrados
y despierto en la cama, las mañanas de
invierno,
imaginaba un día del verano anterior.
Con el olor
profundo de los pinos.
Pero están estos cambios apenas
perceptibles,
en las raíces, o en el sendero mismo,
que me fuerzan a veces a deshacer lo
andado.
Están estos recuerdos, que sirven
nada más para morir conmigo.
Por lo menos la vida en el colegio
era un indicio de lo que es la vida.
Y sin embargo, son estas imágenes
—una noche a caballo, el nacimiento
terriblemente impuro de la luna,
o la visión del río apareciéndose
hace ya muchos años, en un mes de
septiembre,
la exaltación y el miedo de estar solo
cuando va a atardecer—,
antes que otras ningunas,
las que vuelven y tienen un sentido
que no sé bien cuál es.
La
intensidad
de un fogonazo, puede que solamente,
y también una antigua inclinación humana
por confundir belleza y significación.
Imágenes hermosas de una historia
que no es toda la historia.
Demasiado me acuerdo de los meses de
octubre,
de las vueltas a casa ya de noche,
cantando,
con el viento de otoño cortándonos los
labios,
y de la excitación en el salón de arriba
junto al fuego encendido, cuando eran
familiares
el ritmo de la casa y el de las
estaciones,
la dulzura de un orden artificioso y
rústico,
como los personajes
en el papel de la pared.
Sueño de los mayores, todo aquello.
Sueño de su nostalgia de otra vida más
noble,
de otra edad exaltándoles
hacia una eternidad de grandes fincas,
más allá de su miedo a morir ellos
solos.
Así fui, desde niño, acostumbrado
al ejercicio de la irrealidad,
y todavía, en la melancolía
que de entonces me queda,
hay rencor de conciencia engañada,
resentimiento demasiado vivo
que ni el silencio y la soledad lo
calman,
aunque acaso también algo más hondo
traigan al corazón.
Como el latido
de los pinares, al pararse el viento,
que se preparan para oscurecer.
Algo que ya no es casi sentimiento,
una disposición
de afinidad profunda
con la naturaleza y con los hombres,
que hasta la idea de morir parece
bella y tranquila. Igual que este lugar.
Jaime Gil de Biedma
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