Me despierto con
dos cosas resonando en mi cabeza aún no ubicada ni en tiempo ni en forma. Una
es la voz de Germán en uno de sus temas más lúgubres de aquellos dos discos
iniciales; lúgubre, decía, no tanto por la música, que también, sino por la
letra. El verso inicial abre la puerta directamente a la catástrofe cuando entra la música: caballero,
hay que cerrar... Está casi al final de un disco que se edita en el ´84, así
que calculo que cuando yo la escuché debería tener 16 o 17 años. Edades raras
para fijarse en semejantes asuntos. O no.
Ayer me enseñaron el documental cuyo tráiler está abajo. Acabé
viéndolo maravillado. Los buenos documentales me fascinan. Este habla de dos
chavales muy precoces, muy talentosos y muy innovadores; pero también habla, y
ahí te quiero ver, del proceso creativo, de la coherencia, de cómo las
industrias se lo llevan todo por delante y de cómo poder hacerle frente a ello:
con dos cascos retrofuturistas, homenaje a un cine, a una música y a un todo
que ellos llevan en vena y ya no existe: la de los setenta y aledaños traseros.
Quien me lo enseñó tiene 17 y ayer lo vio dos veces. Edades raras para
fijarse en semejantes asuntos. O no.
Y si así fuera daría la vida
por un solo abrazo, una caricia perdida.
Nos fundiremos los dos en un cuerpo
sellando ante todos nuestro amor eterno.
-Caballero, hay que cerrar.
-Pórtese conmigo, fíeme otra mas.
-Ya esta bien por esta noche,
váyase ahora a
descansar.
Tiene una mujer en
casa esperando verle llegar.
-Mala esposa es la que ni a su marido deja acercar.
Y así todas las noches,
desafiando al Santísimo
entre arcadas de lo bebido
y convulsiones nerviosas.
La misma jodida esquina
donde almacenan las bolsas
que recogen hombres de otro mundo
siendo el solo el único testigo.
Meto los faldones en el pantalón.
Me aliso el cabello, tarareo una canción.
El colegio de la cría, el alquiler, el televisor...
Hace tanto tiempo que no hacemos el amor!
No será que se lo hace con otro?
Ese mismo a quien el otro día
puso la mejor de sus sonrisas
mientras de rabia yo me contenía.
Que ha quedado de ese amor jurado
"te querré siempre mientras viva"
antes de escupirme, tirado
y recluirme por siempre en olvido.
A oscuras tanteo por la habitación
llegando hasta el lecho guiado por su respiración.
Un cuerpo desnudo alimenta una pasión,
un rostro marchito falto de expresión.
Clava cruelmente sus uñas en mi mejilla
y cacarea como una poseída.
La abofeteo hasta dejarla rendida.
Deshecha en lagrimas no aplaca mi ira.
Qué ha quedado de ese amor jurado
"te querré siempre mientras viva"
antes de escupirme, tirado
y recluirme por siempre en olvido.
El ensayo preentrega de premios es ya un espectáculo. Ya he comentado muchas veces que tienen el sentido del show business desarrollado como ningunos, ese que a su vez el dúo premiado trata de que no se les lleve por delante. El respeto y veneración con el que todos tratan a Stevie me resulta conmovedor, aunque mi sempiterno rey está para una más que decorosa retirada, tonelajes no incluidos. Lo del otro rey, Paul, pues lo suyo, fantoche ubicuo. Y el enlace con el As de Wonder, pues también lo suyo, wondeful.
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