entre lo documental y lo metafórico





 

A la exposición que hoy traigo aquí le quedan unos días de vida en un espacio fantástico, tras el Congreso de los Diputados en Madrid. Fui hace unos días y todo era un viaje psiconáutico. Madrid en agosto, en obras, el espacio ICO, el personal que allí trabaja, la calle Zorrilla, la mirada de Carlos, servidor con calzado de ciclista...
De todas las que he visto, esta es la muestra con la que más me identifico.
Parece ser que una de sus influencias es Walker Evans. Hace ya  años lo traje en el anterior cuaderno: aquí y aquí. Fue a colación de una expo enorme de la Mapfre. Por ejemplo, The new topographics, Michael y Eugen o Walker:










so, what now, Eve?

Le di una segunda vuelta. Imprescindible en estos casos. Normal stuff.

 

Eve pulls a gun, drops it, then sits on the bed to confess: she thinks about Villanelle constantly—her eyes, her mouth, what shampoo she uses, what she eats for breakfast, what she feels when she kills someone. “I think about you, too,” Villanelle says, jolting Eve by admitting her own sexual obsession. When Eve asks her what she wants, her reply is slippery and ironic but at least partially honest. “Normal stuff,” Villanelle says. “Nice life. Cool flat. Fun job. Someone to watch movies with.”
Completo, en el New Yorker de aquí.

praeva


prevalecer
Del lat. praevalescĕre.
Conjug. actual c. agradecer.
1. intr. Dicho de una persona o de una cosa: Sobresalir, tener alguna superioridad o ventaja entre otras.
2. intr. Perdurar, subsistir. Costumbres que prevalecen durante siglos.
3. intr. desus. Dicho de las plantas y semillas en la tierra: Ir creciendo y aumentando poco a poco.
4. intr. desus. Dicho de una cosa no material: Crecer y aumentar.

prevaler
Del lat. praevalēre.
Conjug. c. valer.
1. intr. prevalecer.
2. prnl. Valerse o servirse de algo para ventaja o provecho propio.

prevalencia
Del lat. tardío praevalentia.
1. f. Acción y efecto de prevaler.
2. f. Acción y efecto de prevalecer.
3. f. Med. En epidemiología, proporción de personas que sufren una enfermedad con respecto al total de la población en estudio.

hay muchos lugares en donde todavía no saben qué es una fábrica

LAS FÁBRICAS

Las fábricas,
hembras de la miseria y de la herrumbre,
hembras nauseabundas,
roedoras, noctámbulas.
(Van a marchar todas las fábricas de la ciudad a recorrer el mundo...).
Hembras de larguísimos pechos
de los que en vez de abundante vía láctea
sale el pestilente humo
de sus combustiones
incalificables,
hembras cuyos ovarios
son terribles motores, terribles armas
que enturbian nuestros ojos
y envenenan nuestras palabras
y preparan los nuevos monstruos,
mamíferos
con extrañísimas entrañas.
Hembras de rampas afiladas
en vez de labios, esas pulpas
de hierba aromática y delicada;
rampas productoras
del beso mortuorio
cuando nos abrazan.
(Hay muchos lugares en donde todavía
no saben qué es una fábrica).
A las cinco de la mañana
comienzan a producir pelusilla,
jaboncillo, polvo:
¡el circo de la araña!
La pelusilla inunda el mundo,
mamamos de los pechos chimeneas
perdidos en sus naves y entre sus vigilancias
(Yo sé de muchas personas que se preguntan cuántas
chimeneas tienen...)
(¡volad chimeneas!)
La pelusilla nos hace monstruos
y jugamos con nuestras patas
mientras jugamos con sus pezones ennegrecidos
y nos alimentan con la leche de sus maquinarias.
¡Las máquinas son las nuevas vacas!
¡Hay pelusilla para otros treinta siglos!
La pelusilla cubre de niebla los horizontes
¡Acudid a las fábricas!
–gritan desde los altavoces
los sastres, saltando como ranas–
(¡Colocaremos una fábrica en el bosque!)
¡Acudid a la palangana
de sus inmensos depósitos
a rociaros con su agua,
para mascar un poco de jaboncillo
y a embardunarse con la herrumbre de sus latas!
¡Ay de aquel ciudadano
que no acuda a la fábrica!
Vivimos recogidos,
envueltos en la pelusilla
de los chalecos y de las batas,
de las medidas y de las pruebas.
¡Hacen falta
trajes, más trajes,
más paños, más entrañas
de operarios carbonizados
(El señor más rico del pueblo piensa regalar una fábrica...).
Poco a poco los sastres,
gracias a sus cábalas,
–cá
balas–
trasladan nuestras casas
a los sótanos de las fábricas.
Somos sótanos
los que debiéramos ser terrazas.
Pero los sastres
han ocupado las terrazas.
Somos jaboncillos,
curiosos jaboncillos
disueltos en las probetas de las alternancias,
curiosos productos químicos
bullendo en las pantallas
de las mentes oscuras de los sastres.
¡La pasta!
Una ciudad había,
árboles, paseos,
alguna pequeña fábrica...
herbolarios, parques,
ligera niebla,
alas...
(Pronto sabrá todo el mundo cómo son las fábricas).
Yo soy un jaboncillo.
Mi madre era una pastilla enorme,
una pastilla que deshacía su ternura
y que limpiaba todos los camposantos
y todas las mezquitas brillaban.
Y yo nací en una terrible lavadora,
en una lavadora llena de lava,
cubierto de peces y alfileres,
de fetos y de lombrices.
Mi madre
era una fábrica.
Yo soy un jaboncillo
en manos de los sastres llenos de babas,
que me miden, me prueban,
me cortan y me hilvanan.
Sastrería
no quiere mi alma.
Porque el alma
es lo que no trituran los sastres y las fábricas
(¡Es necesario destruir todas las fábricas!)
Desfilan los caldereros,
los carboneros,
las planchadoras,
los filibusteros,
las parcas.
¡Qué pezones tan negros!
¡Qué chimeneas tan largas!
¡Mamemos! ¡Mamemos!
¡Las calderas abrasan!
¡Revientan los motores!
¡Bailan las máquinas!
Allá, a lo lejos,
desde algún lugar de las galaxias,
debe observarse nuestro planeta
envuelto en una rara capa:
avanza hacia mundos desconocidos
ardiendo, consumiéndose; avanza
ahogados todos los seres,
convertidos en pelusillas, en zarzas,
únicas pobladas del infernal desierto!
¡La tierra blanca!
¡Una inmensa bola de polvo inmensa!
(¡Mamemos! ¡Mamemos!)
¡La creación humana!
(Las fábricas son las dueñas del mundo
y no se preocupan por estas pequeñas cosas).
¡Una inmensa y solitaria nave solitaria
hecha polvo,
hacia la nada!

Jesús Lizano

lured into

That she’s named after a 19-line poem structure that has its roots in 16th-century Italian dance is curious. But the villanelle, five tercets capped by a quatrain, has often been a vehicle to express obsession and intensity, as it was for poets like Dylan Thomas and Sylvia Plath. And as the show proceeds, Eve and Villanelle become progressively obsessed with one another, lured into ever more dangerous territory by the knowledge that they’re hot on each other’s trails. So hot, in fact, that before they even officially meet one has stolen the other’s scarf.

La reseña completa está aquí. Y la Villanelle, aquí.
No termina de parir el cielo.

el día de magnesia

Mira que me parecen suavones, ñoños, almibarados, simplones, quinceañeros trasnochados.
Y mira que me gustan.



Prefiero morir de sed
que estar así toda la vida,
prefiero no volverte a ver
pues fue por verte que mordí.

Caí fulminado en tus brazos,
te quedaste mi tesoro
y ahora simplemente ya
no sé vivir, no sé sin ti.

Prefiero morir de sed
que estar así todo el santo día,
prefiero no volverte a ver
pues fue por verte que mordí.

Caí fulminado en tus brazos,
te llevaste mi tesoro
y ahora simplemente ya
no sé vivir, no sé sin ti.

Aaahhh, puede que hoy sea el día
en que tú pudieses volver
y será una fiesta, vida mía.

Prefiero morir de sed
que estar así toda la vida,
prefiero no volverte a ver
pues fue por verte que mordí.

Caí fulminado en tus brazos,
te llevaste mi tesoro
y ahora simplemente ya
no sé vivir, no sé sin ti.

Aaahhh, puede que hoy sea el día
en que tú pudieses volver
y será una fiesta, vida mía.

Prefiero morir de sed,
prefiero no volverte a ver,
prefiero permanecer
aquí inmutable siempre, todo el día.

Por eso me voy,
prefiero no volverte a ver
que ser quien nunca quise ser.




Di lo que te ocurre,
vamos, di lo que te aburre,
es magnesia quién te ha dicho
que nos van a separar.
Tú no te preocupes,
yo seré quien te acurruque,
quien te compre las estrellas,
quien te bese bajo el mar.

Y si alguien te dijera
que lo nuestro se ha acabado,
que no queda ni el resquicio
del precioso amor robado,
que magnesia lo ha escondido,
que magnesia lo ha guardado,
en un mundo de recuerdos,
en un mundo de pasado.

Y no quiero que tú pienses
que lo nuestro es diferente,
lo que quiero es dejarte
un abrazo para siempre,
un suspiro, una mirada,
un saludo, una palabra,
un adiós, una sonrisa,
un final, hasta la vista.

Y no quiero que tú pienses
que lo nuestro es diferente,
lo que quiero es dejarte
un abrazo para siempre,
un suspiro, una mirada,
un saludo, una palabra ...

de género del bueno

De género de espionaje, de asesinos en serie, de cine negro, de humor negro, de MI5. Y de género, genéricamente hablando. Con lo que me suele cargar el discurso feminista, el empoderamiento y la patulea cansina, barata, mediocre, manida. Pero no es este el caso. Brillante todo. La serie supura Phoebe.
Aquí hay una buena  reseña.

Adoro al oso danés. Cómo será  mirar con esos ojos, mover ese cuerpo, tener esa tristeza, esa fuerza, esa risa franca, todo milenario como un ancestro sobre otro que fueran visibles: "I'm half-Russian, half-Polish and all Jewish". Parece ser que no era buen estudiante. Qué contrariedad.





Los llamamos antihéroes, pero son hijos de puta. Y nos encantan.


Es brillante Bárbara. Me gusta su forma de escribir, donde no se escatima el coloquialismo puritanamente incorrecto y donde se nada todo el rato en un agua culta, formada. Hay esperanza para la raza blanca.

Mentía Jean Paul Sartre cuando decía que lo más aburrido del mal es que uno se acostumbra. Porque es exactamente al contrario: no existe generador de pereza más grande que la bondad, por previsible. Al menos, en ese suspenso de la realidad tan conveniente que nos proporciona la ficción, lo otro ya es otra historia más laberíntica. Pero de este lado el hecho es incontestable: los hijos de puta no solo nos divierten, nos caen bien. No hace falta una disección muy profunda para constatarlo, basta con un repaso a quiénes acaban concitando nuestras simpatías en el panorama audiovisual: criminales, usureros, mendaces, viciosos, crispados, corruptos, machistas y una miríada de atributos que a buen seguro no mencionaríamos si cualquier perito del diván nos solicitara una relación de cualidades exigibles a nuestro arquetipo ideal. No pidamos las sales, que en esta idolatría por el capullo compartimos asiento todos, aunque cumplamos con Hacienda o exudemos bondad deteniéndonos con cada profesional solidario que nos reclama atención o firma en la puerta de un gran almacén.
La literatura lleva siglos regalándonos este retorcimiento de nuestros esquemas morales, conminándonos no solo a empatizar sino a simpatizar el matiz es importante con el malvado, con quien tiene conductas que exceden los límites socialmente establecidos. Ya decía André Gide que con buenos sentimientos no se hace buena literatura, y en el personal ranking de afectos de cada cual a buen seguro figurarán unos cuantos personajes frívolos, absurdos, faltos de escrúpulos o directamente malvados. Rellenen ustedes los espacios a placer, porque la malevolencia desborda las estanterías: desde el Juan Pablo Castel de Sábato, al Anton Chigurh de McCarthy, el Long John Silver de Stevenson, pasando por las sibilinas féminas shakesperianas.
En los últimos diez años, la televisión ha experimentado ese fenómeno de maduración que consiste en pulverizar el ajado esquema del maniqueísmo del héroe y el villano para sentarnos ante un panorama mucho más repleto de sombras en el que, curiosamente, acabamos irremediablemente escogiendo umbría. Ahí están Tony Soprano, Walter White, Vic Mackey o Dexter Morgan. Con algunos hemos tomado su mano en el proceso de corrupción moral, a otros empezamos a venerarles con el alma ya emponzoñada; pero con todos disfrutamos como gorrinos en la charca de su maldad. Sin ser nosotros nada de eso, claro.
Por si nuestras ansias de entretenimiento nos empujan hacia el temido menester de reflexionar, la psicología lleva tiempo indagando en esta tendencia que compartimos todos los ciudadanos de bien. ¿Por qué esta predilección por el hijo de puta? ¿Por qué tenemos la certeza de que compartiríamos whisky con Al Swearengen y no con Seth Bullock, al que a pesar de su proverbial físico e impecable sentido del honor le acabaría tocando la factura de las fantas? Acierta quien se malicie que no hay veredicto unívoco. La buena noticia es que la bandada de respuestas es tan amplia que resulta imposible no dar con aquella que nos conforte y haga sentir que, efectivamente, seguimos siendo buena gente a pesar de todo. Porque al final solo hablamos de ficción, ¿verdad?

Completo, aquí.

ola


mendacidad
Del lat. mendacĭtas, -ātis.
1. f. Hábito o costumbre de mentir.

fiera corrupia
1. f. U. para designar ciertas figuras animales que se presentan en fiestas populares y son famosas por su deformidad o aspecto espantable.

shield

Como escribía John Sumser en su análisis del género, el policíaco contemporáneo supone la actualización de la narrativa de la frontera, una suerte de evolución del sustrato ideológico del western: quién aplica el monopolio legítimo de la fuerza, cómo se defiende una comunidad política de las amenazas contra su orden o, ay, cómo lidiar cuando el vigilante corrompe su mandato. Todas esas cuestiones asoman, sin necesidad de subrayado gafapasta, en The Shield, hidratadas con derivadas de alcance social y político: los problemas del multiculturalismo y la integración, las tensiones entre ley natural y autoridad legítima, las redefiniciones posmodernas del heroísmo y la culpa… Y lo hace sin la autoconsciencia sociológica de obras más «serias» como The Wire o Mad Men. No. The Shield es, primero, un relato entretenidísimo, que genera una dependencia yonqui. Se afana en coger por sorpresa al espectador en todas sus curvas, en segregarle testosterona y persecuciones en cada capítulo, en machacarle con una extenuante partida de esgrima verbal y frontón psicológico donde un serial-killer pone en evidencia la triste vida de perdedor del poli (¡ay, DutchBoy!) o en levantarle del sillón con una réplica de tipo duro, un vacile de doscientos voltios en territorio Byz Lats o un macabro escenario del crimen [...]

Un pequeño extracto del extenso y maravilloso análisis que Alberto deja caer en mi admirada Jot down. Si no quieren adelantos ni calentarse la cabeza, ni se molesten

la conexión realidad-ficción


Una de mis series favoritas. Y sí, inagotable.
Completo, aquí.

The Americans, la serie de FX que esta primavera ha terminado su sexta y última temporada, se tenía que ambientar en Washington DC, por algo se la considera oficiosamente como el pedazo de tierra con mayor número de espías por metro cuadrado. Con menos de 700.000 habitantes y un centro de ciudad que, pese a lo monumental, resulta anodino, existe en ella una concentración de poder tan apabullante que la condena a la conspiración permanente. El Gobierno federal de la primera potencia mundial (con los cuarteles generales del Pentágono, el FBI y la CIA); la Reserva Federal (el banco central más poderoso), organismos económicos como el Fondo Monetario Internacional o la mayor red de lobistas conocida conviven con las embajadas de prácticamente cada país del mundo.
Y la frontera en la que un diplomático pierde su casto nombre (sic) para convertirse en un agente de inteligencia es conocidamente difusa. Eso no ha cambiado en el siglo XXI. En marzo, el Gobierno dio siete días a 60 funcionarios rusos y sus familias para abandonar el país acusados de espionaje como represalia por el caso del exagente ruso envenenando en Reino Unido. La mayoría, 48, eran empleados de la embajada rusa, ubicada en el número 2.650 de la avenida Wisconsin, que en The Americans se conoce como la Rezidentura porque actúa como hub para la red de ilegales esparcidos por el país.
Se tiene constancia de que los espías durmientes, como son Philip y Elizabeth (interpretados por Matthew Rhys y Keri Russell, respectivamente), llegaron en varias oleadas desde los años cincuenta a los ochenta. El creador de la serie, el exagente de la CIA Joe Weisberg, se inspiró en un caso reciente, la detención en 2010 de un matrimonio de Cambridge (Massachusetts) que se hacían pasar por unos canadienses llamados Donald Heathfield y Tracey Foley pero que, en realidad, eran dos espías rusos —Andrey Bezrukov y Elena Vavilova— que habían robado la identidad de dos bebés muertos en Montreal en los años sesenta. Los agentes habían tenido dos hijos en Toronto y emigrado a Boston al cabo de unos años. Cuando el FBI se presentó un día en la casa, los chicos no entendían nada. Canadá les quitó la nacionalidad y los jóvenes ahora viven en una Rusia de la que no sabían que provenían.
[...]
De momento, no hay anunciada más secuela que la que los actores protagonizan en la vida real. Al igual que en la ficción los agentes rusos se enamoran, los intérpretes que les dan vida, Matthew Rhys y Keri Russell, se han convertido en pareja y han tenido un hijo juntos. La conexión realidad-ficción de The Americansse antoja inagotable.

puto genérico

Juan José no siempre está igual de brillante; tampoco, ocurre en ocasiones, siempre mantiene el tono agudo al mismo nivel en sus escritos. Permítanme, por motivos más que expuestos en este cuaderno, que aún así lo ame, literariamente hablando. Este de abajo es un ejemplo de lo anteriormente expuesto.

El veneno de las serpientes de verano

Aún no me han llamado, pero no tardarán. Por estas fechas, un martes o un miércoles cualquiera, suena el móvil y alguien me pregunta por qué escribo. Suele ser un estudiante en prácticas al que el redactor jefe de su periódico le ha dicho que telefonee a cuatro o cinco autores, les pregunte por qué escriben y organice luego con ese material un texto entretenido para el cuaderno de verano.
Siempre llaman a escritores (perdón, y a escritoras: el puto genérico no las abarca), jamás a representantes de otras profesiones, por inverosímiles que parezcan. Significa que el hecho de escribir se percibe como raro. Y lo es. Si el tiempo y las energías que dedica uno a componer una novela las dedicara al adulterio, al aprendizaje de idiomas o a la acumulación de másteres como los de Cifuentes y Casado, obtendría en cualquiera de estos territorios beneficios infinitamente superiores a los que se perciben tras la publicación de un libro.
Lo que yo vengo preguntándome desde hace años es por qué a ningún redactor jefe se le ha ocurrido hacer el mismo reportaje, pero con ginecólogos.
—¿Usted por qué es ginecólogo?
Me vuelve loco la idea de averiguar por qué un joven de una familia corriente decide dedicarse a esta disciplina. Hablo de un chico que no haya dado problemas en casa, que haya sacado adelante sus estudios sin recurrir a profesores particulares, y que tampoco haya mostrado desviaciones psicológicas preocupantes. Un muchacho estándar, en fin, de clase media u obrera, con un índice de inteligencia ni muy alto ni muy bajo. Un adolescente del montón que, acabada la secundaria, se matricula en Medicina y desde allí da el salto mortal a la Ginecología.
¿Por qué?, me pregunto, ¿Qué le ha pasado por la cabeza a este muchacho? ¿Hay un momento fundacional en el que un hombre recibe esa llamada? ¿A qué edad suele darse? ¿Se trata de una revelación o de un proceso lento a cuyo final se accede por descarte de otras especialidades? Entre los escritores (y escritoras: de nuevo el puto e insuficiente genérico) no es raro hallar sujetos que ya a los siete años escribían cuentos. ¿Pero se sabe de algún varón que a esa edad indagara entre las piernas de las muñecas en busca de las enfermedades del sistema reproductor femenino?

Juan José Millás

El artículo es de ayer y completo se halla aquí.

buceadora

Hokusai en 1814... 
Para tirar del hilo, aquí. Hay para aburrir. No es de extrañar.

cómo será el mundo sin preguntas

Laura, Martín y su tregua forman uno de los trípticos a los que mayor devoción profeso, literariamente hablando. Me pregunto de dónde sale tanta tristeza en Mario, un hombre que se aferró a la vida y a la alegría pese a.

Happy birthday 

¿Cómo será el mundo cuando no pueda yo mirarlo
         ni escucharlo ni tocarlo ni olerlo ni gustarlo?
     ¿cómo serán los demás sin este servidor?
     ¿o existirán tal como yo existo
         sin los demás que se me fueron?
     sin embargo
     ¿por qué algunos de éstos son una foto en sepia
         y otros una nube en los ojos
         y otros la mano de mi brazo?
     ¿cómo seremos todos sin nosotros?
     ¿qué color qué ruidos qué piel suave qué sabor qué aroma
         tendrá el ben(mal)dito mundo?
     ¿qué sentido tendrá llegar a ser protagonista del silencio?
         ¿vanguardia del olvido?
     ¿qué será del amor y el sol de las once
         y el crepúsculo triste sin causa valedera?
     ¿o acaso estas preguntas son las mismas
         cada vez que alguien llega a los sesenta?
     ya sabemos cómo es sin las respuestas
     mas ¿cómo será el mundo sin preguntas?

Laura Avellaneda
Última noción de laura

Usted martín santomé no sabe
cómo querría tener yo ahora
todo el tiempo del mundo para quererlo
pero no voy a convocarlo junto a mí
ya que aún en el caso de que no estuviera
todavía muriéndome
entonces moriría
sólo de aproximarme a su tristeza.

usted martín santomé no sabe
cuánto he luchado por seguir viviendo
cómo he querido vivir para vivirlo
porque me estoy muriendo santomé

usted claro no sabe
ya que nunca lo he dicho
ni siquiera
en esas noches en que usted me descubre
con sus manos incrédulas y libres
usted no sabe cómo yo valoro
su sencillo coraje de quererme

usted martín santomé no sabe
y sé que no lo sabe
porque he visto sus ojos
despejando
la incógnita del miedo

no sabe que no es viejo
que no podría serlo
en todo caso allá usted con sus años
yo estoy segura de quererlo así.

usted martín santomé no sabe
qué bien, que lindo dice
avellaneda
de algún modo ha inventado
mi nombre con su amor

usted es la respuesta que yo esperaba
a una pregunta que nunca he formulado
usted es mi hombre
y yo la que abandono
usted es mi hombre
y yo la que flaqueo

usted Martín Santomé no sabe
al menos no lo sabe en esta espera
qué triste es ver cerrarse la alegría
sin previo aviso
de un brutal portazo

es raro
pero siento
que me voy alejando
de usted y de mí
que estábamos tan cerca
de mí y de usted

quizá porque vivir es eso
es estar cerca
y yo me estoy muriendo
santomé
no sabe usted
qué oscura
qué lejos
qué callada
usted
martín
martín cómo era
los nombres se me caen
yo misma me estoy cayendo

usted de todos modos
no sabe ni imagina
qué sola va a quedar
mi muerte
sin
su
vi
da.