Ver la actuación de Viena es un placer: la finura, la complicidad y la diversión en grado máximo. Pero si uno pudiera, como en la peli de Woody, se iría al salón de aquel hotel venerable en el Chicago de 1958. Porque Viena, y más en la actualidad, qué quieren que les diga frente a Chicago, año 58 del pasado siglo...