coser la sombra

El Peter Pan de Siruela se cruzó conmigo Senegal y Gambia. Lo sostuve en mis manos en el café de una de las postas donde Saint Exupery paraba en aquellos vuelos suyos. Quedé absolutamente impactado por la capacidad premonitoria de James M. Barrie, un auténtico francotirador de larga distancia. La obra -porque nace como una obra de teatro- se estrenó en Londres en 1904 y Barrie había nacido en 1860 en Escocia. Su biografía, a la altura que corresponde.  
El otro día lo volví a coger y lo abrí al azar. Y me encontré con esto que sigue, una muestra del virtuosismo de James. También se puede leer aquí.




las dietas equilibradas

Que la modernidad se llevó por delante el jazz que a mí me interesa es algo que ya he expuesto en este cuaderno en varias ocasiones. Y si no, pasen y vean.
Hay que pasar hambre y frío, tener a tus ancestros cercanos en los algodonales y con abusos sexuales en la infancia, o tenerlos tú mismo a ser posible, poner el coño en la boca, la heroína en la vena, la noche en la vida, sacramentar los tugurios, beber mas alcohol que agua, fumar hasta alquitranar el corazón. Eso, para empezar. Así que Gregory, al que llevo toda la tarde escuchando, como tantos otros, no llega. Está bien alimentado desde edades tempranas, hizo mucho deporte y se le ve limpio de cabeza: mezcla letal para el jazz. Me gusta que se esfuerza y no es vanidoso ni soberbio. Es de agradecer. De lo de Nina, ni mu. Para qué. Sólo que con el I got life de abajo, viéndola en directo, he llorado a moco.
Gregory toma clases de actuación. Dice que es importante para subirse al escenario. Sigue Gregory, sigue, que vas bien.





la única salida de emergencia o Leila vista por Juan José

Como ya conté el otro día, acabo de descubrir y quedarme automáticamente hipnotizado por Leila. Hoy traigo otra dosis de ella. Juan José la glosa perfectamente:

La trastienda de una india

Leila Guerriero tiene cara de india, ojos de india, cabellera de india… No india de India ni de ningún otro sitio, sino india del espíritu. Una india metafísica, diríamos, en lucha perpetua contra los americanos. Y tampoco hablamos de los americanos de América, sino del arquetipo que se desprende de las películas del Oeste. Los americanos de la india Guerriero son los adjetivos fáciles, los sustantivos obvios, las frases hechas, la sintaxis previsible, el orden gramatical dominante, el orden a secas. Escribe crónicas, perfiles, artículos, escribe libros como Los suicidas del fin del mundo o Una historia sencilla. Sus crónicas y perfiles están recogidas en volúmenes como Frutos extraños y Plano americano.
De Leila Guerriero, sobre todo si eres escritor, resulta difícil leer más de cuatro páginas seguidas porque a la tercera te levantas roído por la ansiedad, diciéndote es esto, era esto. Y te vas al ordenador intentando emular uno de sus comienzos, de sus finales, lo mismo da, pero enseguida vuelves a la cuarta página de su libro como vuelves al cigarrillo, al vino, al Valium, al jarabe para la tos con codeína. Y mientras pasas las páginas lo ves. Era esto, era esto. Para escribir bien, tienes que ser un indio todo el rato, no puedes bajar la guardia frente a las propuestas convenidas de la Lengua. Hay que luchar también contra el oficio, contra la certidumbre, contra el ritmo traidor, contra la melodía pegadiza de las vocales y la armonía fácil de las consonantes. Si te dejas llevar, al poco devienes en un americano, peor aún: en el americano que vende las armas a los indios. Y tú, en todo caso, eres el indio que las compra. Tú eres el apache Gerónimo, tú eres Toro Sentado, tú eres Wilma Mankiller, eres Nube Roja, Cochise, Caballo Salvaje… Como decía aquel otro indio metafísico de Queimada, la película de Gillo Pontecorvo, “si a los ingleses les conviene que viva, es que debo morir”. Leila, para fastidiar al inglés que lleva dentro (todos llevamos uno), perece en cada oración. Escribe cada una de sus frases con la cautela del suicida que sella las ranuras de las puertas del garaje antes de arrancar el motor del coche y comenzar a respirar anhídrido carbónico. Las crónicas de Leila son puro CO2, te matan porque ella se ha muerto antes, escribiéndolas.
Dice Stephen Greenblatt en el prólogo de El Giro que lo que le llamó la atención de la primera lectura de Rerum Natura, el conocido poema de Lucrecio, era que “algo estaba y se movía dentro de las frases”. Tal es exactamente el secreto de la prosa de Guerriero: que algo está y se mueve dentro de sus frases. Significa que cada oración, con independencia de lo que diga acerca de la peripecia que describe, nos dice también algo de sí misma, algo del drama gramatical que se desarrolla en sus entrañas.
Y bien, venía todo a cuento de que Círculo de Tiza acaba de publicar Zona deobras, un libro en el que Guerriero reúne un conjunto de textos en los que reflexiona sobre el oficio de escribir. He dicho “reflexiona”, pero lo que hace es “contar”. En realidad cuenta y reflexiona a la vez porque sus reflexiones resultan narrativas, y sus narraciones, reflexivas. Gracias a esa amalgama, alcanza el equilibrio necesario entre la acción y el pensamiento. Ahí vemos cómo se enfrentó a un reportaje, cómo preparó un perfil, cómo son las lecturas que la ponen en marcha, qué trabajos propone a los alumnos del taller que imparte en su casa de Buenos Aires… En resumen, muestra su cocina proporcionando al lector un curso acelerado de escritura creativa. De escritura creativa periodística, añadimos, ya que Guerriero no escribe ficción, nunca ha pretendido hacerlo.
¿Para qué se escribe, por qué se escribe, cómo se escribe? Tales son las preguntas a las que va respondiendo a lo largo del libro, lo que es tanto como invitarte a visitar su trastienda. Los textos de este libro se parecen a esos relojes con la carcasa de cristal, de modo que, al tiempo de darte la hora, te muestran el mecanismo que lo hace posible. Igual que los investigadores han logrado, por manipulación genética, fabricar ratones transparentes, Guerriero ha conseguido mostrarnos los engranajes de sus historias. Zona de obras es, en fin, simultáneamente, una poética, un libro de relatos y una sucesión de acercamientos al proceso creativo. Por ello mismo, es también un libro de misterio, una pesquisa detectivesca sobre la necesidad de narrar. En otras palabras: sobre la necesidad de leer.

Juan José Millás

Y esta que sigue es su columna de este miércoles pasado, donde nuestra referenciada no hace sino cumplir punto por punto lo descrito por Millás:

Sin salida

Éramos como dos samuráis ofreciéndonos el cuello el uno al otro, por ver quién cortaba primero. Yo no tenía 20 y él, entonces, 40. Le debía respeto, era mi padre, pero hacía rato que yo no usaba esas convenciones. Era verano, yo estaba en el pueblo en el que nací, y no sé por qué discutimos aquel día. Nunca gritábamos, solo nos mirábamos de un modo en que yo jamás he mirado a nadie y él, supongo, solo a gente a la que ha querido matar. Lo dejé de pie en la cocina, tomé las llaves del auto, me subí y di marcha atrás para sacarlo del garaje chirriando, como en una mala película. Era un Torino, un auto de fabricación nacional, una bestia repleta de motor y caballos de fuerzas. Salí de la ciudad rumbo a la ruta, sin plan. Solo quería hacer algo, mover algo en el mundo. Escuchaba a todo volumen a Los Redonditos de Ricota, una banda que era mi Biblia, cuando se reventó un neumático. Venía un camión de frente. Frené como me había enseñado mi padre —mi padre— con la palanca de cambios, y terminé en la banquina, a metros de un canal. Usaba —uno no olvida esas cosas— un vestido floreado y alpargatas. Bajé. Me obligué a detener el beat de mi corazón. Abrí el baúl, saqué las balizas, la llave cruz, el gato, la rueda de auxilio. Unos nenes que estaban pescando se acercaron a ayudarme. Les dije que no hacía falta. Cambié el neumático, ajusté las tuercas, quité el gato, volví a ajustar las tuercas un poco más. Todavía con el recuerdo del auto removiéndose como un pez demasiado grande fuera de control, subí, lo puse en marcha, volví a la ruta. Y regresé a mi pueblo, despacio. “La ciudad siempre es la misma —decía Kavafis—. Otra no busques / —no la hay—, / ni caminos ni barco para ti. / La vida que aquí perdiste / la has destruido en toda la tierra”. La única salida de emergencia es la que llevamos dentro. Al menos, lo aprendí temprano.

Leila Guerriero

Y por finalizar, por poner el punto en algún lugar porque esta entrada podría ser la entrada sin fin, una suerte de entrada que fuera enlazando un tema con otro y creciera día a día, en una especie de idea totalitaria y casi angustiosa. Por finalizar, decía, Constantino. Casi nada lo suyo. Dejo dos versiones, la de José María Álvarez -la primera- y la de Lázaro Santana obtenida de aquí.

LA CIUDAD

Dices «Iré a otra tierra, hacia otro mar
y una ciudad mejor con certeza hallaré.
Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado,
y muere mi corazón
lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez.
Donde vuelvo mis ojos sólo veo
las oscuras ruinas de mi vida
y los muchos años que aquí pasé o destruí».
No hallarás otra tierra ni otra mar.
La ciudad irá en ti siempre. Volverás
a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad siempre es la misma. Otra no busques
           -no hay-,
ni caminos ni barco para ti.
La vida que aquí perdiste
la has destruido en toda la tierra.

LA CIUDAD

Dijiste: “Iré a otra tierra, iré a otro mar;
buscaré una ciudad mejor que ésta;
son un fracaso todos mis esfuerzos,
y está mi corazón sin vida,
como un cadáver. ¿Hasta cuándo
entre estas sombras vagará mi espíritu?
Adonde vuelvo los ojos sólo veo
las ruinas de mi vida, tantos años
que aquí pasé, perdí y destruí.”

No hallarás otras tierras ni otros mares.
La ciudad irá contigo a donde vayas.
Errarás por las mismas calles; en los mismos
suburbios y en las mismas
casas, irás envejeciendo.
Siempre llegarás a esta ciudad. Para
otro sitio -es inútil que aguardes-
no hay barco ni hay camino para ti.
Al arruinar tu vida en esta angosta
esquina de la tierra, en todo
el mundo la destruiste.

getaway

Desde mis años mozos con el sonsonete de Luis Eduardo: que reponen La huida, la de Sam Peckinpah con Steve McQueen... y por fin la vi. Y me quedé muerto; me encantaría verla en pantalla grande porque realmente debe de ser alucinante. Es tan inverosímil, tan naif, tan kitsch, tan surrealista, tan cool y tan maravillosa; por momentos me llevó a Blue Velvet de Lynch, que también ha aparecido en este cuaderno (aquí y aquí), de tan psicotrópica. Y lo de Mc y Mac, pues eso, sexo puro y duro. No es de extrañar lo de ellos en aquellos días: está filmado.
Secundarios maravillosos, personajes fantásticos, música excelente y Sam manejando el barco. Qué importa que lo que vemos no tenga ni pies ni cabeza: ¿acaso la realidad los tiene?

 




tomate y aceite, raft y carísimo

Me felicitaron el día de libro vía mensajería telefónica. Es atenta y fina quien lo hizo y me regaló su último descubrimiento, el que aquí sigue. Tela.

RAFT
No quiero llamar aún a este milagro de hoy
vago recuerdo; ni a este resistir, capacidad.
Quiero insistir en este día de enero
bajo este sol despistado que cierra
la jurisprudencia de lo humano.
Agradecer como agradece esa rama
que crece desde el cemento
creando una grieta de vida
donde sólo se esperaba grieta.
La ágil bendición de estar aquí sentado
tomando un café y leyendo a Alice Oswald
después de comprar unos tomates recién cortados.
Y desde aquí aceptar todo lo que venga.
Celebrar el justo descalabro de todas las cortezas.
O recibir el riesgo tranquilo
de volver acompañado a casa,
y compartir estos tomates
con un poco de aceite,
y amanecer así con alguien
que no se arrepienta de nada,
que por la mañana sólo se acuerde
de los tomates gloriosos del día anterior,
del aceite carísimo que uso.
Alejandro Simón Partal

paralelepípedos de base rectangular

Mira tú por dónde hoy, entre tarea y tarea doméstica, la lámina de Andrés Rábago que viajó desde La Laguna hasta Villavieja acabó cruzando de un lado del paralelepípedo ligeramente irregular que es mi dormitorio al opuesto. Y mira tú que hoy me volví a cruzar con su heterónimo y pensé: lo ha vuelto a hacer. Efectivamente, gracias, lo ha vuelto a hacer.


Javier sin estatua

Mira que yo se la hubiera puesto. La estatua, la rotonda, el monumento, lo que fuera, pero en un bar. Eso sería, un tipo de hierro oxidado con un pitillo alicaído acodado en la barra de un bar que lo merezca.
La versión de Rosendo, suprema, él y los arreglos.
O Borges o bailable. 
Genialidad.
Si te vale, Javier, culto sí tienes, sí. Feligresía, diría yo.

Gracias a mi conducta vagamente antisocial 
temo no verme nunca encaramado a un pedestal: 
no alegrará mi efigie el censo de monumentos, 
no vendrán las palomas a rociarme de excrementos. 

Y es una pena, la verdad, 
porque sería muy bonito 
seguir de adorno en mi ciudad 
sobre un bloque de granito. 

Pues qué penita y qué dolor, 
no tendré estatua, no señor. 

Gracias a mi postura más bien anticlerical 
no será un siglo de éstos cuando entre al santoral: 
no acudirán beatas a pedirme un milagrillo, 
no vendrán los ladrones a vaciarme mi cepillo. 

Y es una pena, la verdad, 
porque tenía cierta gana 
de echarle un ojo a la deidad 
mientras me doran la peana. 

Pues qué penita y qué dolor 
no tendré culto no señor. 

Gracias a que mi musa se las da de cerebral 
son pobres mis compases para expresión corporal: 
no danzarán mis prosas las reinas de discoteca, 
no vendrán los carrozas a hacer su gimnasia sueca. 

Y es una pena, la verdad, 
porque sería algo inefable 
cambiar la torpe realidad 
y ser o Borges o bailable. 

Pues qué penita y qué dolor 
no tendré el Nobel, no señor. 

Gracias a mi tozuda decisión existencial 
no cabe entre mis planes dar ningún salto mortal: 
no gozará las honras funerales mi alma en pena, 
no vendrán los gusanos a tirar de la cadena. 

Y es una pena, la verdad, 
porque sería algo divino 
ver cómo todo es vanidad, 
y yo en decúbito supino. 

Pues qué penita y qué dolor 
no tendré esquela, no señor. 



cuando la lluvia es sanguinaria

SANGRIENTO DÍA DE LLUVIA

Ah, sangriento día de lluvia
qué haces en el alma de los desamparados,
sangriento día de voluntad apenas entrevista:
detrás de la cortina de juncos, en el barrizal,
con los dedos de los pies agarrotados en el dolor
como un animal pequeño y tembloroso:
pero tú no eres pequeño y tus temblores son de placer,
día revestido con las potencias de la voluntad,
aterido y fijo en un barrizal que acaso no sea
de este mundo, descalzo en medio del sueño que se mueve
desde nuestros corazones hasta nuestras necesidades,
desde la ira hasta el deseo: cortina de juncos
que se abre y nos ensucia y nos abraza.

Roberto Bolaño

fantasmagoría en barco

IV

Podrían ser azules las baldosas del lavabo,
algo corinto la alfombra, chimenea roja
y libros encuadernados, una foto
enorme de la Rambla
pero primero
habríamos hecho la revolución, del pueblo
las risas que partimos entre tú y yo

y en el verano
veríamos hundirse en Port Lligat aquel balandro
fantasma
de un viejo terrateniente exiliado.


Manuel Vázquez Montalbán

una frialdad vegetal

ERNESTO CARDENAL Y YO

Iba caminando, sudado y con el pelo pegado
en la cara
cuando vi a Ernesto Cardenal que venía
en dirección contraria
y a modo de saludo le dije:
Padre, en el Reino de los Cielos
que es el comunismo,
¿tienen un sitio los homosexuales?
Sí, dijo él.
¿Y los masturbadores impenitentes?
¿Los esclavos del sexo?
¿Los bromistas del sexo?
¿Los sadomasoquistas, las putas, los fanáticos
de los enemas,
los que ya no pueden más, los que de verdad
ya no pueden más?
Y Cardenal dijo sí.
Y yo levanté la vista
y las nubes parecían
sonrisas de gatos levemente rosadas
y los árboles que pespunteaban la colina
(la colina que hemos de subir)
agitaban las ramas.
Los árboles salvajes, como diciendo
algún día, más temprano que tarde, has de venir
a mis brazos gomosos, a mis brazos sarmentosos,
a mis brazos fríos. Una frialdad vegetal
que te erizará los pelos.

Roberto Bolaño

insoportable

Por mor del trabajo he vuelto a leer el periódico en papel. Me reconcilia con la nostalgia, con una estética innegociable y con el tacto. Han pasado los años y aquella imagen que tanto frecuenté de leer El País en una barra sonando buena música ha producido otra imagen, especular ahora. En el espejo de ahora porto gafas.
Lo táctil, lo presencial, tiene unos ritos distintos de lo cibernético. No es que lo último no los tenga, pero son diferentes. Yo conservo los míos de cuando mis veinte y me reconozco en ellos a mis casi cincuenta buscando la columna de la contraportada directamente, antes que ver siquiera la portada. En el acceso digital perdí esa columna, pienso, y es por ello que muchos de los nombres que escriben en ese espacio me son desconocidos. Leila ya nunca más, mucho menos tras buscar una imagen a la que adherirla. Leila, cariño mío, la insoportable eres tú: todo animal todo el tiempo.
Y sí, Monk debía tener la cabeza más pallá que pacá, sobre todos sus años finales. Porque todo, todo el tiempo no hay quien lo aguante. Ni tocando el piano.

La luz de esta tarde que cae sobre el vidrio de la concesionaria de la esquina y baña los autos impecables como joyas húmedas en los que uno puede imaginar a padres fatigados llevando en el asiento trasero a niños que huelen a jabón y vianda para el almuerzo a las siete de la mañana, es insoportable. La vidriera del bazar que muestra ollas de aluminio dispuestas con una prolijidad que rompe el corazón y carteles que dicen oferta tres vasos por cien pesos, y la señora que frente al mostrador saca ceremoniosamente un billete de su monedero de lona como si estuviera comprando un anillo de Tiffany y se lleva los tres vasos envueltos en papel de diario, es insoportable. El hombre que en la pescadería insiste en darme su receta de pescado relleno no es insoportable, pero la idea del departamento oscuro donde vive con su mujer y en el cual cenan esa receta burda y el diálogo que tienen mientras tanto —“Cambiá el canal, viejo, que ya empezó el noticiero”. “Bueno. Pasame la sal”— es insoportable. La chica de la caja del Carrefour Express diciendo quién sigue, la mujer que espera en la fila del Carrefour Express mientras mira su teléfono celular y una nena vestida con un pantalón rosa y zapatillas con rueditas le tira de la manga, el quiosco donde venden películas con carátulas desvaídas por el sol, la veterinaria donde hay bolsas de alimento para perros cubiertas de polvo, todo lo que siempre estuvo ahí, aumentado por una lente demencial y transformado en una motosierra que trepana el cerebro es insoportable. En 1971, el pianista Thelonious Monk dejó de tocar y se recluyó hasta su muerte. Dicen que era depresivo, esquizofrénico. Alguien, a quien esas explicaciones no le bastaban, le hizo en aquellos días una pregunta: “¿Qué te pasa?”. Y Monk respondió: “Everything, all the time”. Todo, todo el tiempo.

Leila Guerriero

love what you do

Una especie de cruce entre Rufus W. y Radiohead. Entre el histrionismo talentoso y la figura del productor como demiurgo. 
Dice que igual es rococó. Razón no le falta. Abajo dejo uno de sus compositores preferidos: la fantasía sobre un tema de Tallis.
Me da la sensación de que, independientemente de que acierte o no con lo que hace, sí lo ama.
Mucha luz y sol fuera. Parece que el viento cedió.

Living isn't easy
No need to make it harder
Stretch yourself until you snap
Ditch your superstitions
Lose your inhibitions
Tell them you're not coming back
If you want it, you can have it
If you need it, go and get it
Whatever it is you've got to love it
Everybody's running
Round and round in circles
What is it they're trying to prove?
Exercise your freedom
Exorcise those demons
You have got to love what you do
If you want it, you can have it
If you need it, go and get it
Whatever it is you've got to love it




Charles B. en castellano

SONI

Estoy en un bar y alguien se llama Soni
El suelo está cubierto de ceniza Como un pájaro
como un solo pájaro llegan dos ancianos
Arquíloco y Anacreonte y Simónides Miserables
refugios del Mediterráneo No preguntarme que hago
aquí, no recordar que he estado con una muchacha
pálida y rica Sin embargo sólo recuerdo rubor
la palabra vergüenza después de la palabra vacío
Soni Soni! La tendí de espaldas y restregué
mi pene sobre su cintura El perro ladró en la calle
abajo había un cine y después de eyacular
pensé «dos cines» y el vacío Arquíloco y Anacreonte
y Simónides ciñéndose ramas de sauce El hombre
no busca la vida, dije, la tendí de espaldas y se
lo metí de un envión Algo crujió entre las orejas
del perro Crac! Estamos perdidos
Sólo falta que te enfermes, dije Y Soni
se separó del grupo La luz de los vidrios sucios
lo presentó como un Dios y el autor
cerró los ojos

a veces los ojos verdes

EN LA SALA DE LECTURAS DEL INFIERNO

En la sala de lecturas del Infierno En el club
de aficionados a la ciencia-ficción
En los patios escarchados En los dormitorios de tránsito
En los caminos de hielo Cuando ya todo parece más claro
Y cada instante es mejor y menos importante
Con un cigarrillo en la boca y con miedo A veces
los ojos verdes Y 26 años Un servidor

Roberto Bolaño

oscilar

La electricidad y sus entrañas siempre me resultaron inasequibles. Tanto como hipnótica.

oscilógrafo.

1. m. Fís. Aparato registrador de oscilaciones.





creer haber sido elegidos


III

Tápate,
tápate las metáforas, hace
un pequeño frío de pequeño invierno,
con un pequeño radiador, pequeño
tiempo para sentirnos juntos
menos solos
que solos habitualmente, menos sabios
para decir amor mío sin remordimientos
para creer haber sido elegidos
hace tiempo
en un Mercado Persa anunciado por profetas

sí, cubro también mis imágenes impacientes.


Manuel Vázquez Montalbán

más valiente que nadie

Tanto en este cuaderno como en el anterior he considerado muchas veces el sempiterno tema de definir la poesía, de tratar de expresar de qué va el asunto. Roberto, con su brillantez habitual, nos ofrece un tiro certero al respecto:

RESURRECCIÓN

La poesía entra en el sueño
como un buzo en un lago.
La poesía, más valiente que nadie,
entra y cae
a plomo
en un lago infinito como Loch Ness
o turbio e infausto como el lago Balatón.
Contempladla desde el fondo:
un buzo
inocente
envuelto en las plumas
de la voluntad.
La poesía entra en el sueño
como un buzo muerto
en el ojo de Dios.

Roberto Bolaño

nocturnas aves ciegas

II

Nocturnas aves ciegas, muere
algún jarrón con rosas de crespón,
subes por el grito y desciendo
al cementerio de tus ojos cerrados,
marfiles diluidos, nenúfares
borrachos de río antiguo, subes
por el grito y desciendo muerto,
en una burbuja de viento destilado,
abiertas torres y un ánfora romana,
oleajes de aceite contra el acantilado,
prohibido mundo, prohibida noche,
subes por el grito y desciendo
al cementerio de tus ojos cerrados
los abres, cuelgas la risa del aire
y quedas como un Watteau perdido
mitad souvenir hectacrom
mitad pecado.

Manuel Vázquez Montalbán

Aquí tenemos el más famoso de los Watteau, no perdido, pues. Y aquí, el mundo hectacrom.

o la escuchas o no la escuchas

He decidido no sólo traerme el Ars amandi de MVV sino hacerme el completo de Roberto, el que comienza con el poema que da título: Los perros románticos. Así que aquí van por orden, sin prisa, sin pausa.
Sea lo que haya de ser.

AUTORRETRATO A LOS VEINTE AÑOS

Me dejé ir, lo tomé en marcha y no supe nunca
hacia dónde hubiera podido llevarme. Iba lleno de miedo,
se me aflojó el estómago y me zumbaba la cabeza:
yo creo que era el aire frío de los muertos.
No sé. Me dejé ir, pensé que era una pena
acabar tan pronto, pero por otra parte
escuché aquella llamada misteriosa y convincente.
O la escuchas o no la escuchas, y yo la escuché
y casi me eché a llorar: un sonido terrible,
nacido en el aire y en el mar.
Un escudo y una espada. Entonces,
pese al miedo, me dejé ir, puse mi mejilla
junto a la mejilla de la muerte.
Y me fue imposible cerrar los ojos y no ver
aquel espectáculo extraño, lento y extraño,
aunque empotrado en una realidad velocísima:
miles de muchachos como yo, lampiños
o barbudos, pero latinoamericanos todos,
juntando sus mejillas con la muerte. 

el orfismo trácio

Disfruto mucho descubriendo qué versiones hace quién, y cómo las aborda. Por ejemplo, me lo pasé bomba con EBTG cuando me encontré con, por ejemplo, su The only living boy in NY. Con Camera obscura, que me acompaña estos días como un lenitivo, me ocurre lo  mismo con un agravante: su sencillez, su frescura, su ausencia de impostura, su franqueza, su finura, su delirante desnudez.

Oh, I was sick and tired of everything
When you called me last night from Glasgow
All I do is eat and sleep and sing
Wishing every show was the last show

So I imagine I was glad to hear you're coming
Suddenly I feel alright
And it's gonna be so different
When I'm on the stage tonight

Super Trouper beams are gonna blind me
But I won't feel blue
Like I always do
'Cause somewhere in the crowd there's you

Facing twenty thousand of your friends
How can anyone be so lonely?
Part of a success that never ends
Still I'm thinking about you only

There are moments when I think I'm going crazy
But it's gonna be alright
And everything will be so different
When I'm on the stage tonight

Super Trouper lights are gonna find me
Shining like the sun
Smiling, having fun
Feeling like a number one

Super Trouper beams are gonna blind me
But I won't feel blue
Like I always do
'Cause somewhere in the crowd there's you

So I'll be there when you arrive
The sight of you will prove to me I'm still alive
And when you take me in your arms
And hold me tight
I know it's gonna mean so much tonight

Super Trouper lights are gonna find me
Shining like the sun
Smiling, having fun
Feeling like a number one

Super Trouper beams are gonna blind me
But I won't feel blue
Like I always do
'Cause somewhere in the crowd there's you

Para comprender de qué hablaba Abba en este tema absolutamente magistral -y de qué, por tanto, Camera-, aquí y aquí. Brutal.



La otra barbaridad que quiero aportar es esta que sigue. Respecto a la misma, la historia es de traca y está aquí. El señor Jeff, ya doctor de lo suyo, aquí. De traca, ya digo.
Y lo de Traciana en el último vídeo, de cuerdas y cuchillos, como ella misma deja claro a partir del 4:20...

Some guys have all the luck
Some guys have all the pain
Some guys get all the breaks
Some guys do nothing but complain

Alone in a crowd on a bus after work
and I'm dreaming
The guy next to me has a girl in his arms
My arms are empty
How does it feel when the girl next to you
says she loves you
It seems so unfair when there's love everywhere
but there's none for me

Some guys have all the luck
Some guys have all the pain
Some guys get all the breaks
Some guys do nothing but complain

Someone to take on a walk by the lake
Lord let it be me
Someone who's shy
Someone who'll cry at sad movies
I know I would die if I ever found out
she was fooling me
You're just a dream and as real as it seems
I ain't that lucky

Some guys have all the luck
Some guys have all the pain
Some guys get all the breaks
Some guys do nothing but complain

All of my friends have a ring on their finger
They have someone
Someone to care for them it ain't fair
I got no one
The car overheated
I called up and pleaded
There's help on the way
I called you collect you didn't accept
You had nothing to say


Some guys have all the luck
Some guys have all the pain
Some guys get all the breaks
Some guys do nothing but complain

But if you were here with me
I'd feel so happy I could cry
You are so dear to me
I just can't let you say goodbye



el hígado de Roberto

Entró en mí como una granada ya sin espoleta. Quien me la lanzó sabía. Certero.
Finalmente, respecto a Roberto, el hígado no suele degenerarse por casualidad. Siempre me dio miedo su literatura que mi gente alrededor leía. Siempre intuí que me situaría en lugares donde la zozobra me invade. Sé que no me equivoqué.
Aquí hay una análisis entretenido. Y aquí, el porqué de mi temor, acertado.

Los perros románticos

En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar ni rezar
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
y aquí me voy a quedar.

Roberto Bolaño