las sales de Li

Apareció el litio y me fui directo a José Agustín, claro. A él no le valió, digamos. El poema es de su último libro, del 96. El litio y él se fueron de la mano tres años después. En la disyunción del último verso, fue lo primero, no lo segundo.

Llega el litio

Mucha tristeza nunca le humilló 
pero temía el hondo pozo oscuro 
que él envolvió en sus aguas cenagosas. 
Mucho haloperidol; pinchazos de antabús 
probó electroterapia veinte veces 
y salió disparado hacia una vida 
que ahora ya no recuerda: quince años 
hasta que llegó el litio: quince años 
perjudicando a todos los que amaba 
pues gastó su dinero y el ajeno 
en alcohol en viajes y en delirios. 
Pero el litio llegó y está en su sangre 
y ahora es su compañero de por vida 
hasta la oscuridad o la luz total.


José Agustín Goytisolo

estar o ser rara