Arthur es de una brillantez muy inusual y, a la vez, arquetípica. La de quien llega por instinto, porque no usa el consciente. Para eso hay que valer. La exposición que fuimos a ver ayer es pequeña comparada con otras que han venido aquí, pero es más que suficiente para darse cuenta de su enormidad, de su capacidad de disección, de su análisis excelso, de su humor, de su finura, de su empatía. Y sí, me parece apropiadísimo el título de la misma porque Weegee era, sobre todo, un forense.
Aquí está el material, básicamente.