No deja de ser paradójico, o un guiño, o algo, que la protagonista, que se declara atea, se enamore de un atípico sacerdote y por ahí halle la redención. La redención: ese concepto.
La segunda entrega es más inglesa si cabe que la primera, que ya es decir.
Apareció por aquí en su primer asomo a la pantalla, antes del multitudinario reconocimiento.
La televisión por cable me está salvando del tedio nihilista, por no hablar de la vitamina D o el brócoli.