Nichita

Busco imágenes de Nichita y me quedo prendado. Bello y salvaje, inteligente con una mirada aguda, afilada. Y veo en poco tiempo su autodestrucción, los indelebles signos de la lesión, la mirada ya perdida hacia dentro, errante. Qué lástima, hostias.
Yo veo a pocos jóvenes besarse, pese a lo que él cuenta:

Los jóvenes

Se besan, ¡ah!, se besan y se besan
los jóvenes en las calles, en los bares,
contra los muros,
se besan sin sosiego como si ellos mismos
no fuesen sino los extremos del beso.
Se besan, ¡ ah!, entre los autos que pasan,
en las estaciones del metro, en los cines,
en los buses, se besan desesperados,
con violencia como si la continuación
del beso
no fuera sino la vejez proscrita y la muerte.
Se besan, ¡ ah!, se besan los jóvenes esbeltos
y enamorados. 
Tan delgados que parece que
ignoraran la existencia del pan en la Tierra.
Tan enamorados,
como si ignoraran la existencia misma del mundo.
Se besan, ¡ah!, se besan como si estuvieran en lo obscuro,
en la más segura obscuridad,
como si nadie los viera, como si el sol fuera a iluminar
recién cuando las bocas, rotas a besos y sangrantes,
no pudieran besarse sino con los dientes.

Traducción de Sebastián Teillier.  

Poema

¿Dime, si algún día podré coger y besar la 
planta de tu pie…
verdad que tu  vas a cojear  un poco, después,
con el temor de no aplastar mi beso?

Versión de Rodica Grigore.

Ambos, de Nichita Stănescu.