La última que completó, la de la frontera, donde más me gusta escarbar.
Lo que ocurre entre los minutos siete y ocho es sangrante. Supongo que de ahí al romanticismo de pleno hay un paso o ninguno.
Por otra parte ver tocar esta música es algo escalofriante, más aún cuando las caras de los músicos aún presentan restos de acné púber y nada de endiosamiento o aburrimiento. Qué lujo, coño.
Y este otro de regalo. Lo del arpa y el triángulo...