piedra, papel o tijera

Conversación telefónica escuchada a pie de calle, alrededor de las 8 de la tarde, ayer martes. A es una mujer de unos cuarenta. B es inaudible. Madrid La Latina.

A: Tengo una heridita...
B: (...)
A: Pues nada, que el sábado me puse ciega a drogarme...
B: (...)
A: Y claro, al final una no se sabe si es puño, pie o cabeza

-Hizo de transcriptor en vivo, Dvd. Gracias.-

what if



I wrote the song two hours before we met.
I didn't know your name or what you looked like yet.
Oh I could have stayed at home and gone to bed.
I could have gone to see a film instead.
You might have changed your mind and seen your friends.
Life could have been very different but then,
Something changed.

Do you believe that there's someone up above?
Does he have a timetable directing acts of love?
Why did I write this song on that one day?
Why did you touch my hand and softly say.
Stop asking questions that don't matter anyway.
Just give us a kiss to celebrate here today.
Something changed.

When we woke up that morning we had no way of knowing,
That in a matter of hours we'd change the way we were going.
Where would I be now if we'd never met?
Would I be singing this song to someone else instead?
I dunno but like you said
Something changed.

surcos de vinilo

Del 84, en La ley del mar, la ley del desierto:


Oscuro affaire
Suena todo el día un teléfono maldito
Negras palabras en el auricular
Lo mantengo alejado y miro al infinito
Pondré mi mente a cero una vez más
Voy a adelantar mis vacaciones
Es el fin del invierno, iré cerca del mar
Viviré como un dandy, daré largos paseos
Pensare en los detalles de mi próximo plan
Estoy metido en un oscuro affaire
Estoy metido en un oscuro affaire
No podrás cambiar mis emociones
Y si un atardecer me dejase llevar
O dudase un momento esperaré a la noche
Y sabrás que la noche no ha hecho más que empezar
Estoy metido en un oscuro affaire
Ya no puedo volver atrás
Y no sé como salir de él
Estoy metido en un oscuro affaire
Estoy metido en un oscuro affaire
Suena todo el día un teléfono maldito
Negras palabras en el auricular
Lo mantengo alejado y miro al infinito
Pondré mi mente a cero una vez más
Una vez más...

Del 86, en Enemigos de lo ajeno:

Soy un accidente

Soy un accidente, 
un error de medida. 
Un viajero de barro 
que se lleva la corriente... 
Soy el salvaje que derriba sus dioses, 
que se atrinchera en tu cama. 
Soy la galerna que te azota. 
¡Yo conjuro al huracán! 
Soy el hombre que veis. 
Eso digo a mis pocos amigos. 
Quisiera no correr, 
quedarme a ser tu torbellino. 
Busco una orilla extraña 
pero yo no soy Ulises. 
Que nadie me ate 
cuando las sirenas canten. 
No trato de conseguir perdurar 
porque sé que sólo soy un accidente. 
Tú eres el fuego, 
yo la zarza que no se consume. 
Tú las murallas, 
yo enemigo que vela. 
Y cuando vuelva 
el guardián del universo, 
a pedir cuentas, 
delvolveré el trigo a su dueño. 
No pretendo conseguir perdurar 
porque sé que sólo soy un accidente. 
Soy como un animal 
agazapado y vigilante. 
Soy el caos 
o sólo un alma polvorienta. 
Soy un accidente... 

ground control


salvoconducto.

1. m. Documento expedido por una autoridad para que quien lo lleva pueda transitar sin riesgo por donde aquella es reconocida.

2. m. Libertad para hacer algo sin temor de castigo.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados
Salvoconducto. Es la guía o seguridad que el Príncipe concede a sus enviados o vasallos para que puedan transitar por todas las Ciudades y Lugares de su Reino libremente y sin que nadie o Justicia alguna les embarace el paso de su persona o en que se ruega a los Reyes y Señores de otros Reinos que al paso por el suyo no se les moleste, antes se les ampare y defienda.



finesse




Me quieres hacer un masaje,
me parece bien.

Me quieres hacer un masaje,
me parece bien.
Me pides que cierre los ojos
y que me esté tranquilo, ya sé para qué.

Me coges el tono del cuello
y empiezas a hablar
de lo que yo siempre hablo
para que no me fije en que ahora aprietas más.

Y yo intento relajarme
y quedarme muy, muy quieto.
Pero algo te distrae
y siento aflojar tus de… edos.

Me quieres dar una sorpresa,
no diré que no.
Me pides que extienda la mano
y que cierre los ojos y es lo que hago yo.

Te oigo como abres cajones,
buscando a saber qué.
Ahora ya lo has encontrado
y te acercas deprisa a acabar de una vez.

Y yo espero que sea rápido
y morir en el momento.
Pero llaman a la puerta
y lo dejas para lue ... ego.

Y ya me estoy aburriendo
de esperar a que te animes.
Y cualquier día de estos
me decidiré a decirte, a decirte ...

Acaba de, acaba de una vez,
acaba de una vez conmigo.
Acaba de, acaba de una vez,
acaba de una vez conmigo.
Acaba de, acaba de una vez,
acaba de una vez conmigo.

enemistad


¿Qué sabe el enemigo ?

¿Acaso sabe el enemigo algo de mi?

¿Sabe algo más que el olor a chamusquina de mi carne?
¿Se ha permitido palpar, despojado de prejuicios,
la densidad salobre de mi sangre?
¿Apoyó, quizás, en el nido de su lengua
la belleza amarga de mi semen?

¿Qué sabe el enemigo?

Solo presiente el rencor y la opacidad desde los que pienso.
Solo sabe la vida que me bebo.
Solo ve el amor que me respira.

¡Y estos pocos datos le han bastado!

Para ponerme contra la pared
y apretar el cuello con mis propias manos.

César León Vargas

negro y rojo


Marta le escribe las necrológicas a Monteiro Rossi para que este, a su vez, consiga que Pereira las publique, pese a que él le haya solicitado otras.
Sostiene Pereira que su escritor y creador nos dejó no hace mucho y con él se fue, probablemente de manera definitiva, una Lisboa que hace ya tiempo que solo existe como  ejercicio de transubstanciación en algunas mentes. Tabucchi, quiero imaginar, sabía de la poética de la necrológica, un género literario tan ligado al momento final como a la recapitulación, es decir, al libro de balances de la vida.
Dejo dos ejemplos recientes; el primero, de uno de mis actuales columnistas preferidos, David Tueba, a quien el cine no le ha restado talento para la escritura concisa, afilada y fluida. El otro es la clásica necrológica escrita por alguien desconocido sobre alguien improbable. Y es, también, una declaración de amor.

Galiardo

DAVID TRUEBA 25 JUN 2012

Contar anécdotas de Galiardo se convirtió en un género de literatura oral, que conquistó a varias generaciones. La sorpresa, lo imprevisible y la enorme fortaleza de este actor lo alzó hasta el repertorio común, algo que solo está reservado a los grandes, de quienes se seguirán contando hazañas mucho tiempo después de muertos. En Juan Luis Galiardo se daban cita varios elementos maravillosos. Una sinceridad impúdica y liberadora que le llevó a romper el espejo para hablar sin tapujos del papelón de galán joven, del triunfo y de la decadencia. Lo contrario de los profesionales de cristal, que se protegen tras la máscara profesional, Galiardo era capaz de involucrar al resto del mundo en el funcionamiento de sus intestinos, pero también en su lucha contra las más diversas patologías, mostrando la fragilidad tras su intenso vigor. Provocaba las carcajadas más sanas con el argumento incontestable de derribar lo impostado.
Su segunda vida, recompuesta tras regresar del infierno, le empujó a producir y protagonizar la serie Turno de oficio, que en los alrededores de 1987 elevó la ficción nacional para la pequeña pantalla a un nivel poco frecuentado. Unido al personaje en la película El vuelo de la paloma significó el paso definitivo hacia su italianización, convirtiéndose en el hermano español de aquellos actores que certificaron el esplendor de la comedia italiana como Sordi, Gassman, Mastroianni o Ugo Tognazzi. Azcona y García Sánchez le sirvieron papeles a la medida, que compaginaba con la ruleta del prestigio en la carrera de un actor que hizo de secundario bajo el nombre de John Galy, que fue galán superdotado y, consecuentemente, Don Quijote.
Auténtico pata negra, Galiardo era un pozo de contradicciones, todas ellas extremadas, un espectáculo en sí mismo que alcanzó tales cotas de expresividad que en los últimos años se convirtió seguramente en el tipo que daba mejores entrevistas de España. Y así el anecdotario a su alrededor fue creciendo, para goce de quienes aprendimos a adorarlo desde el día en que en un acto público, rodeado de concejales y autoridades, agradeció el discurso plomizo de uno de ellos, que aseguraba haber sido compañero suyo de pupitre, con un lacónico: "Claro que me acuerdo de ti, hombre, si ya eras así de tonto desde el colegio".

José Cardona, ‘El Persa’, artista inclasificable

Fue dibujante, escritor y creador de inventos imposibles

MANUEL PERIS 26 JUN 2012

El pasado martes falleció en Valencia José Cardona, El Persa, artista polifacético, inclasificable y tan desconocido por el gran público como amado por los pocos que tuvieron la suerte de conocerle a él y a su obra dispersa. La editorial valenciana Media Vaca publicó hace cinco años una magnífica antología de sus textos, dibujos e historietas y la madrileña Rey Lear sacó en 2009 su colección de relatos El mar en una botella. Irrecuperable es su literatura oral, tan importante como la obra que dejó escrita.
Nacido en 1943, José Cardona se formó en el kiosco que había debajo de su casa, regentado por un teósofo, gracias al cual conoció antes al Dalai Lama que al Papa, algo inaudito en la España de la época. Saberes tan dispares como la poesía de Borges, la mecánica popular o la filosofía esotérica se mezclaron en su singular bagaje cultural. En 1980 Tomás March, que ya había editado varias obras de El Persa, publicó el libro de instrucciones de un pequeño electrodoméstico, la Mascarilla Masticadora Bowebraü, artilugio que, a modo de buche de pelícano, permitía a las personas apresuradas engullir los alimentos. El artefacto, que solo existía en la imaginación de El Persa, adquirió un renombre sorprendente y hubo quienes dieron por fabricado el ingenio; el Persa recibió cartas de distribuidoras de electrodomésticos y agencias de publicidad, aunque también quejas de médicos que temían que el uso continuado de la mascarilla acabara atrofiando las mandíbulas.
José Cardona era además un dibujante de impecable destreza, lo que le permitió sobrevivir a base de trabajos alimenticios, como sus increíbles series de recortables publicados en Cataluña. Murió en la más absoluta pobreza.