sentado en el borde del camino

La letra original, versión en italiano y traducción se pueden hallar fácilmente.
Putos animales.

porque no las entiendo

Relativity

I like relativity and quantum theories
because I don't understand them
and they make me feel as if space shifted about 
like a swan that can't settle,
refusing to sit still and be measured;
and as if the atom were an impulsive thing
always changing its mind.

Relatividad

Me gustan la teoría de la relatividad y la cuántica
porque no las entiendo,
porque hacen que tenga la sensación de que el espacio vaga
como un cisne que no puede estarse quieto
que no quiere quedarse quieto ni que lo midan;
porque me dan la sensación de que el átomo es una cosa impulsiva,
que cambia siempre de idea.

D. H. Lawrence. La traducción la desconozco.

según el ABC, desde León

Mientras desciende el Sol… 

Mientras desciende el sol, lento como la muerte,
observas a menudo esa calle donde está la escalera
que conduce a la puerta de tu guarida. Dentro
se encuentra un hombre pálido, cumplida ya, remota
la mitad de su edad; fuma y se asoma
hacia la calle desviada; soríe solitario
a este lado de la ventana, la famosa frontera.

Tú eres ese hombre; una hora larga llevas
viendo tus propios movimientos
pensando desde fuera, con piedad,
las ideas que en el papel pacientemente depositas;
escribiendo, como fin de una estrofa,
que es muy penoso ser, así, dos veces,
el pensarse pensando,
la vorágine sinuosa de mirar la mirada,
como un juego de niños que tortura, paraliza, envejece.

La tarde, casi enferma de tan lejana,
se sumerge en la noche
como un cuerpo harto ya de fatiga, en el mar, dulcemente.
Cruzan aves aisladas el espacio de color indeciso
y, allá al final, algunos caminantes pausados
se dejan agostar por la distancia; entonces
el paisaje parece un tapiz misterioso y sombrío.

Y comprendes, despacio, sin angustia,
que esta tarde no tienes realidad, pues a veces
la vida se coagula y se interrumpe, y nada entonces
puedes hacer contra ello, más que sufrir un sufrimiento,
desorientado y perezoso, una manera de dolor marchito,
y recordar, prolijamente,
algunos muertos que fueron desdichados.

TELAS GRACIOSAS DE COLORES ALEGRES

Según el ABC de hoy Johnson ha motivado
un nuevo agonizante en la capital de Malasia
(se ve un caído junto a la bota de un policía
y la bandera norteamericana en un ángulo de la derecha.)

Caminando por la acera de Alenza en busca del kiosko
recordé moderadamente a una amante que tuve en Málaga.

Aquel soldado castellano que se llamó Jorge Manrique
escribió sobre esto palabras permanentes. Cuán presto
se va el placer, cómo se pasa la vida, aquellos días
de Málaga o del medievo qué fueron sino verduras de las eras.

Vuelvo a casa silbando una melodía de Fats Waller.
También aquella época de jazz comienza a ser prehistoria:
algunos artistas negros de nuestros días atomizados
desprecian a Louis Amstrong sus reverencias a los altos yanquis
y soplan sobre sus trompetas con la furia de un juramento.
Y mientras, Charlie Parker sigue muriendo ay sigue muriendo
y Vallejo se extiende en la conciencia de los jóvenes
que leen poesía y que esperan el veredicto de lord Russell
y Sartre y muchos más contra los importantes del país
más poderoso de la tierra (de estos hay señales inequívocas).
Paca viste a la niña con colores alegres:
tal vez vengan hoy los abuelos, esa pareja de casi ancianos
que han sufrido bastante y trabajado como bestias de carga.
Ella tuvo ocho hijos, enterró tres, atendió enfermedades,
y zurció ropa de los otros cinco; él, ah cómo lo amo,
hombre de precisas palabras, nos educó con su conducta,
perdió una guerra, enterró a sus padres, soportó
desesperación económica y separación de los suyos
y hambre y frío y calor y fatiga e insomnio,
todo cuanto nuestro país reserva a los matrimonios miserables.
Pon a Lupe los pendientes de oro y repite conmigo:
si alguna vez exiliamos a esos dos viejos de nuestro corazón
seremos unos hijos de perra, unos bastardos. Paca,
viste a la niña con colores alegres. Señores:
agoniza un manifestante en la capital de Malasia.

Y va desfalleciendo la mañana debajo de un sol casi baldío
mientras pasa mi juventud, las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras, qué fueron sino rocío de los prados.
Y mientras caen bombas y muertos sobre las junglas de Vietnam.

Ahora recuerdo una travesía solitaria y paciente
por calles de París. Era una madrugada de septiembre,
venía de amar a una mujer, iba a dormir a casa de un amigo
en la calle Maurice Ripoche; y caminaba y caminaba
rememorando al mismo tiempo mis insustituibles y pequeños sucesos de [hombre
y la Revolución Francesa; y calculaba de memoria mis francos
bajo una amable lluvia que mojaba
mis sucios cabellos, mis manos; que resbalaba
sobre mi fervor de vivir y la calamidad del mundo.

Escribo para vosotros, testarudos, calamitosos seres
que deambuláis en este laberinto agrietado de nuestro siglo.
Os mando cartas porque creo en el fenómeno poético,
lenguaje enloquecido y apesadumbrado que se derrite de calor
ante un malasio que agoniza entre el plomo y la rabia.
Escribo porque amo atrozmente lo que aún no ha sido todavía,
como lo amáis vosotros, gente, que vais por las ciudades
recordando y deseando, con un periódico arrugado
y un corazón que se hincha como un aullido en un barranco.
Escribo esta carta mientras oigo los ruidos de la cocina
y veo pasar el tiempo como un megaterio por la dulce ventana .
Escribo porque no soy un degenerado, porque estoy muy en deuda
con dos viejos que languidecen en la edad al borde de su nieta,
con una persona pequeña vestida con telas graciosas,
con seres que me dieron o me dan, con gentes que pasan,
con años que transcurren camino de los siglos,
con un sueño de amistad popular que cruza solitario
como un viejo vehículo del mar por el mar de la historia.

Félix Grande.