ya el paso del tiempo

En 1959, con 30 años, Jaime Gil escribía en el prólogo a su libro, Compañeros de viaje:

“(…) Al fin y al cabo, un libro de poemas no viene a ser otra cosa que la historia del hombre que es su autor, pero elevada a un nivel de significación en que la vida de uno es ya la vida de todos los hombres, o por lo menos -atendidas las inevitables limitaciones objetivas de cada experiencia individual- de unos cuantos entre ellos. Si mi lentitud en el trabajo ha servido para conferir a este libro esa mínima virtud creo que podré estar satisfecho

En él hay un capítulo que denomina Ayer y, dentro del mismo, una serie de 12 poemas bajo el título Las afueras. Este es el que hace diez:

Nos reciben las calles conocidas
y la tarde empezada, los cansados
castaños cuyas hojas, obedientes,
ruedan bajo los pies del que regresa,
preceden, acompañan nuestros pasos.
Interrumpiendo entre la muchedumbre
de los que a cada instante se suceden,
bajo la prematura opacidad
del cielo, que converge hacia su término,
cada uno se interna olvidadizo,
perdido en sus cuarteles solitarios
del invierno que viene. ¿Recordáis
la destreza del vuelo de las aves,
el júbilo y los juegos peligrosos,
la intensidad de cierto instante, quietos
bajo el cielo más alto que el follaje?
Si por lo menos alguien se acordase,
si alguien súbitamente acometido
se acordase... La luz usada deja
polvo de mariposa entre los dedos.