your sad eyes

Veo tus botas frías
junto a tu ropa recién doblada
la noche que desfilan
soldaditos de lata.

No te despidas,
no te derritas,
miss camiseta mojada.

Veo tus ojos tristes
con la cara recién lavada
hieren la piel de tigre
de tus botas gastadas.

Deja que brillen
cuando deslicen
sobre la hierba mojada.

Tiemblan, como si fuera la primera vez,
como si fueras a largarte después
y no quisieras.
Reina en las ciudades sin nombre,
en estaciones desiertas
mantienen en vilo el dolor.

Tiemblan, como si fuera la primera vez,
como si fueras a largarte después
y no quisieras.

Veo tus botas tristes
y papeles pintados.
La noche que te fuiste,
yo salí disparado.
No te compliques
cuando aterrices.
Es un terreno embarrado.

Tiemblan, como si fuera la primera vez,
como si fueras a largarte después
y no quisieras.
Reina en las ciudades sin nombre,
en estaciones desiertas
mantienen en vilo el dolor.


Con ligeras variaciones en la letra:

no way, man

Sin decir una palabra
casi sin decirnos nada
sin mirarnos a los ojos
yo me pregunto por qué
me tuvo que pasar a mí
yo me pregunto por qué
me tuvo que pasar a mí

Y ahora estoy cansándome de esperar
pero igual no tengo a donde ir
y me dice la gente
que dejé de pensar en ti

Sin decir una palabra
casi sin decirnos nada
sin mirarnos a los ojos
yo me pregunto por qué
me tuvo que pasar a mí
yo me pregunto por qué
me tuvo que pasar a mí

Y estoy cansándome de esperar
pero igual
pero igual no tengo a donde ir
y me dice la gente
que deje de pensar en ti

Y sé que es en vano
brindar esta noche
por nosotros dos

Sin decir una palabra
casi sin decirnos nada
sin mirarnos a los ojos
yo me pregunto por qué
me tuvo que pasar a mí
y sé que es en vano
brindar esta noche
por nosotros dos

A los ojos
a los ojos.

monedas al aire

¿Sentiste alguna vez lo que es
tener el corazón roto?
(sentiste) a los asuntos pendientes volver
hasta volverte (muy) loco?
Si resulta que sí
si podrás entender
lo que pasa a mí esta noche.

Ella no va a volver y la pena me empieza a crecer (adentro)
la moneda cayó por el lado de la soledad y el dolor.

Todo lo que termina termina mal
poco a poco
y si no termina se contamina mal
y eso se cubre de polvo.

Me parece que soy de la quinta que vio el mundial setenta y ocho
me tocó crecer viendo a mi alrededor paranoia y dolor
la moneda cayó por el lado de la soledad (otra vez).

No me lastimes con tus crímenes perfectos
mientras la gente indiferente se da cuenta
de vez en cuando sólamente sale afuera la peor madera.

Si resulta que sí
si podrás entender
lo que me pasa a mí esta noche
ella no va a volver y la pena me empieza a crecer (adentro)
la moneda cayó por el lado de la soledad (y el dolor)
la moneda cayó por el lado de la soledad (otra vez)
la moneda cayó por el lado de la soledad.

toxicomanías

Me despierto pensando
si hoy te voy a ver
pero es inútil negarlo,
tu me estas atrapando otra vez.
Eres un ángel maldito,
eres la dama más cruel
un arma de doble filo
contigo solo puedo perder
y me estas atrapando otra vez
Y aunque alguien me advirtió
nunca dije que no
y ahora tengo que esconder las heridas
y ese pulso que jugué
porque quise lo perdí
nunca me podré alejar de ti
Te extraño cuando llega la noche,
pero te odio de día
despues me subo a tu coche
y dejo pasar la vida
Debería dejarte
irme lejos no volver
pero es inútil negarlo
Tu me estas atrapando otra vez
contigo solo puedo perder
Y aunque alguien me advirtió
nunca dije que no
y ahora tengo que esconder las heridas
y ese pulso que jugué
porque quise lo perdí
nunca me podré alejar de ti

ciclos menstruales


Tengo

Tengo en mis ovarios
semillas,
poemas sin empezar,
llantos y risas congelados.

Quisiera poder visitar
esos enormes almacenes,
diminutos,
conocer los hijos
que nunca tendré;
pedirles perdón
a través de la sangre.

Gioconda Belli

desde el Harar

José María Álvarez habla por boca de Rimbaud desde Abisinia, finales de la década de los ochenta en el XIX, cuando éste vivía en Harar, traficaba con armas por cuenta propia y estaba a un paso de que su rodilla empezara a manifestársele de forma irremediable. Juan Nicolás Arturo ya había dicho lo que tenía que decir literariamente hablando, con esa precocidad terrorista con la que reventó el siglo XX antes de que llegara. En Los obscuros leopardos de la Luna.

¡SIN PRISIONEROS!

Eso fue el mundo para mí. Un abismo,
y en ese abismo nada.
-Gabriel García y Tassara-

Contextus totus viriles est.
-Séneca-

No. No me hables de París, de aquellos
imbéciles que babeaban ante no se qué
virtudes
de la Poesía. Piara
de falsarios. ¿Sabes? ninguno estaba
dispuesto a
apostar lo que hay que
apostar.
No. No busques en mi rostro
-Por cierto ¿por qué no quitas
esa fotografía mía que tienes entre tus libros?-,
no busques en mi mirada, en mi gesto
nada de aquello.
Cuando yo desperté de ese sueño
estaba ya cociéndome en Harar.
Hay que tocar la carne fría de lo que sientes
que está más allá.
Esas espesas quemaduras
como un sol de lija.
Sí. Olvidar lo que escribí
y quién era cuando lo hice.
Al menos este sudor es verdad, y estas moscas, y estas
pulgas, y esta peste, y los muslos
de esta abisinia, y la gentuza con que trato cada día.
Siempre he preferido al peor delincuente
que aquellos intelectuales. Al menos el proscrito
está vivo. Aquellos amaban cadáveres.
No, no quiero saber nada, y tú, si me haces caso
sal también de ahí.
Lo importante es la vida,
su trallazo.
Y la Poesía es un destino en carne viva.
Lo que había sido un mundo ardiendo
es una mentira donde nos pudrimos,
barata, sórdida;
sobre toda verdad, toda pasión,
párpados pegajosos,
una tumba de piel.
Lo único que no miente,
alguno que otro coño.
¿Sabes lo que querían aquellos intelectuales?
Ser respetables.
Quiero decir, que hablasen de ellos,
que los estimasen
los mandarines miserables de la Cultura.
Y dinero.
Yo ya vi el futuro.
¿A quién le importará la libertad?
La mayoría está dispuesta a venderla
por una gamella donde el hampa que nos gobierna
eche de comer lo que ellos quieran que comamos.
¿La Literatura? ¿El Arte?
Las heces de ese amasijo igualitario.
¿Y las mentiras sobre la sexualidad?
cuando sólo existe ciega como la luz,
bestial como la mar.
Gentuza. Cómo os gusta
obedecer, ser como los demás.
O peor aún. Ya ni os dais cuenta.
¿No es mejor llegar antes al final?
Arrancarse la piel
y que se pudra al sol, a que la cuelguen
en una de sus Universidades y la muestren
a los suyos: Miren ustedes esa piel
de poeta.
No. Nosotros
no hemos venido a ser respetables,
ni queridos, ni a ser felices.
A nada. No hemos venido a nada.
Hemos venido a todo.
Seres monstruosos y magníficos, sin
explicación, condenados
a la soledad, a ver Más Allá,
crucificados en lo Imposible.
En cada uno de nosotros
empieza y termina todo el Arte.
Tu mismo, Álvarez, cuando estas bebiendo abajo
deja de mirar con idolatría
esa casucha donde viví unos días, en Buci,
o de pensar en la chère grande âme
que decía Verlaine
(después lo cambiaría por el culo
que desde luego es una verdad más interesante).
No. Viene un mundo
donde seremos ininteligibles.
No ya lo que digamos, lo que amamos:
Sino lo que somos.
La Historia, ya sin eje,
resuena en la soledad como la risa de un loco.
Escúchala como yo la escucho.
Sólo los locos están a nuestra altura.
Yo soy el único gran viudo.
Y desde esta Luna atroz, te aviso:
Ya estás muerto.

pensamientos automáticos mientras uno se dirige en coche de Alicante a Madrid

Hacia la autopista

No adoptas el rechazo ni el desprecio o la ira inconsecuente/ como otros muchos hacen todavía/ si te ves rodeado cortejado seguido a cada rato/ por una multitud de objetos y de nombres/ que surgen y que imponen su estricta y cegadora/ realidad en todas partes ahora mismo/ y te hacen ver un mundo como el largo barrido o la secuencia/ de amplios escaparates excitantes/ parecidos a tiendas de ortopedia y tan complejos/ como catálogo de agrimensor/ porque tú sabes que los utensilios y palabras que lanzan/ de continuo almacenes y fábricas y T.V./ luego de señorear las calles y antenas y carteles/ escalando y brillando en anuncios de neón/ han llegado a tu casa como el repartidor de los periódicos/ están en tu cocina o en el baño/ en tu memoria en tu conversación y en la de tus amigos/ en los bares y el sueño/ son parte de ti mismo tal tu pelo o tu nombre/ o aquel pantalón viejo que prefieres/ son savia de tu tiempo y forman la cultura apresurada/ de un deslumbrante código de signos/ que dentro de mil años diferirá muy poco oh eruditos/ del que usó el hombre auriñaciense o griego/ tan fugaz como ellos pero también hermoso y expresivo/ y artificial y lleno de barbarie./ Así otra vez dejas tu cuarto pues y desayunas/ y procuras silbar y sonreír/ y caminas cuidando no pisar en las juntas del bordillo/ y bajas a saltitos la escalera del metro/ que con su vaho te lleva a la gran explanada de los aparcamientos/ a la ilusión que es tu ataúd coupé/ y ya estás al volante y empiezas sorteado varios pasos/ y vas hacia la cálida autopista/ que te ofrece su amor y los emblemas y rostros y dibujos/ de las marcas que usas o conoces/ y has prendido la radio y pisas ahora a fondo pues que sientes/ el aire y la dulzura del otoño/ mientras los postes de la luz y los arcenes se abren/ delante del motor y continúan/ y ciñes una curva y adelantas bellísimos camiones/ hecho un objeto tú a ciento setenta/ y piensas simplemente que algún día los nietos o biznietos/ que han de sobrevivirte los cabrones/ patinarán sobre este mismo asfalto y treparán a las gasolineras/ y alguno tal vez crea que fuimos unos tipos divertidos.

José Agustín Goytisolo

el señor de los trenes de la noche

Alta fidelidad

Entre todos los ruidos de la noche
yo distingo sus pasos. Sé
cómo va vestida; lo que piensa;
qué música prefiere. No me importa
su nombre o dónde vive
o en la casa de quién. Y todavía
mucho menos aún qué hará mañana
y hacia dónde se irá: qué oscuros trenes
la envolverán con su jadeo sordo:
qué manos retendrán su mano fría.
Ella camina ahora y yo la siento
cerca de mí; real; cansada; siempre
con ojos asombrados esperando
que algo nuevo suceda; algo que cambie
el monótono ritmo de las horas:
un gesto acaso que ella entendería
y no sabe cuál es. Sólo la noche
acompaña sus pasos desolados
le da cobijo entre las multitudes.
Sólo la noche -como yo- la espera.


José Agustín Goytisolo

el burro de Paulov



Dejé pasar unas horas
por si se huía tu sueño.
Durmiendo la veladora
tu tiempo se entró en mi tiempo
y, en fin, la guitarra sola
gira contigo en el centro.

Creo que la luna ya es muy alta
y en la caricia falta
un viaje a la humedad.
Creo que de noche me despierto
con frío, al descubierto,
tanteando oscuridad.
Creo que la lluvia está cayendo
y no voy sonriendo
dejándome mojar.

Creo que me va a quitar el sueño
un dedo aquí, un labio allá,
que te perdí, que ya no estás,
que ya viví, que te vas.


Dejé pasar unas horas,
pupila veladora,
por si me daba igual.
Tu tiempo se metió en mi tiempo,
momentos y momentos
que no quieren pasar.
Y he aquí que la guitarra
vuelve a soltar amarras,
canta y gime al volar.

Creo que me va a quitar el sueño
un dedo aquí, un labio allá,
que te perdí, que ya no estás,
que ya viví, que te vas.

Letra de Silvio Rodríguez

de las razones que me das


Esta cosa de cantar canciones así en abstracto,
esta alegría fuera de contexto,
y que no sepa qué va primero,
si la rima o la idea.

De las razones que me das para explicarlo, todo al revés,
ninguna es sólida después de que haya puesto en marcha
los cigüeñales de neurótico decorativo
que forman parte de mi equipamiento de serie.

Miedo a la muerte estilo Imperio,
depresiones Bidermeier,
mal rollo Luis XV,
mal rollo Luis XV.

Miedo a la muerte estilo Imperio,
depresiones Biedermeier,
mal rollo Luis XV,
mal rollo ...

Y mira lo en serio que me lo tomo,
y mira el asco que doy
cómo se me dispara el factor cursi.
Que me quieras, te digo.

Quisiera resbalar cadena causal abajo hasta, no sé,
el motor inmóvil o el punto omega.
Y dejar de saltar de serie en serie
como una paradoja circulante.

De las razones que me das para explicarlo, todo al revés,
ninguna es sólida después de que haya puesto en marcha
los cigüeñales de neurótico decorativo
que forman parte de mi equipamiento de serie.

Miedo a la muerte estilo Imperio,
depresiones Bidermeier,
mal rollo Luis XV,
mal rollo Luis XV.

Miedo a la muerte estilo Imperio,
depresiones Bidermeier,
mal rollo Luis XV,
mal rollo ...

"Hay demasiada cafeína en mi torrente sanguíneo"
y una falta de síntesis conectivas en mi vida.
Hay demasiada proyección mitopoyética
entre las mías y las prestadas.

Miedo a la muerte estilo Imperio,
depresiones Bidermeier,
mal rollo Luis XV,
mal rollo Luis XV.

Miedo a la muerte estilo Imperio,
depresiones Bidermeier,
mal rollo Luis XV,
mal rollo ...

Y mira lo en serio que me lo tomo,
y mira el asco que doy
cómo se me dispara el factor cursi.
Que me quieras, te digo.

Y mira lo en serio que me lo tomo,
y mira el asco que doy
cómo se me dispara el factor cursi.
Que me quieras, te digo.

Letra de Manolo Martínez, del grupo Astrud.

Z=14

De la mano de Javier llegó Estíbaliz Espinosa. Aquí está su cuaderno.
/proceso a carne humana/
Mima tu intimidad, humano. Que venimos.
Turbas dispuestas a examinar tu crudité en carne –viva
demasiado viva- a declamar “cerebro!” todos a una
humano
con un candil hasta esas tuyas
catacumbas de tu cráneo
a reiniciarte mil y una veces –pero qué
qué te creías-
con sus noches todas de sus días
que venimos muy, muy dispuestos.
/Callad un poco. Estáis más buenos
calladitos/
Pero qué creías que era esto. Mira donde quieras:
un ejército armado de poetas
un universo clonado en un multiverso
del que, francamente, querida, no puedo acordarme.
Redeiras en los peiraos de tu memoria se descargan ahora
tu infancia.
Downloading, tu infancia.
Ricas. Sabrosas las infancias. Ñam. Qué adictos que somos.
Oh, perdonadnos la carne que nos cuel
ga
en cabal
ga
da en versos viejísimos. Podres de nosotros!
No podemos evitarlo: nos gustáis tanto:
así, de perfil y pavor y canto
así, entre radiactivos y pitagóricos
así, sexys, sí, melancólicos, también
/tan leyendo tan leyenda tan leídos
con vuestra cara de póker sobre un montón de huesos/
Humanos, ay, humanos.
Ya estamos aquí para. Ya vinimos.
Sorbetes de sesos que estremecen de locura. Ay, silicios!
Estáis jodida
mente
buenos.

amor


A propósito del amor, ese tema tan socorrido en la poesía y que de forma tan cáustica trata Miriam en los poemas de la anterior entrada, transcribo lo que Ambrose Bierce escribe en su Diccionario del diablo. Este diccionario me lo regaló hace ya unos años el Chico del punto azul pálido. Él publica con cierta periodicidad algunas de sus definiciones. No digo yo que no acabe imitándolo. Ahora he retomado una costumbre iniciada en mi antigua casa del 7º J, y es dejar algún libro sobre la mesa de la cocina. Ambrose reposa en una esquina y de cuando en cuando es visitado. Para esta palabra, hay recogidas dos definiciones.

amor, s. Locura temporal que se cura con el matrimonio o alejando al paciente de las influencias que le hicieron sufrir el trastorno. Esta enfermedad, como la caries y muchos otros achaques, sólo se da entre las razas civilizadas que viven en condiciones artificiales; las naciones bárbaras que respiran aire puro y se alimentan de comida sencilla disfrutan de inmunidad frente a sus asaltos. A veces resulta fatal, pero sobre todo para el médico, más que para el paciente.

amor, s. Locura que se comete al tener demasiada buena opinión de otro antes de saber nada de uno mismo.


yerro

Me dijo que pensaba que sus preferencias literarias no me interesarían. Me envió esto que sigue y otra más. Erró.

Si me lo pide me pongo en cuatro patas
en dos, en una
meneo la cola
doy vueltas
me hago la muerta
salto por una galleta
le lamo los pies.
Y es que me muero de gusto cuando me rasca panza arriba.
Soy la perra más perra
que jamás nadie haya abandonado.

Amo a este hombre misógino.
Deseo su sexo descarado que pasea de aquí para allá
que entra donde como y cuando él lo desea
vomita su odio en mí y se va.
Yo, maravillosa artesana,
hago de su asco mi mejor creación:
una réplica suya mejorada.
Del vómito incubado en el más repugnante de los seres
nacerá la criatura que lo iguale en fuerza
y sea capaz de destruirlo por envidia
como yo no pude hacerlo por amor.

Miriam Reyes

Carmen Lola

La profesora los iba llamando al estrado uno por uno y allí comentaba con ellos los fallos del examen. Era el primer año que cursaban la asignatura, Física y química, y debió pensar que la bisoñez requería de cierto tacto personalizado. Segundo de BUP, año 1983 aproximadamente. Carmen Lola era la profesora y tutora, a la sazón, del curso, 2º B. Subió por la letra de su primer apellido, la ge, expectante: no recordaba fallos concretos. Un ligero remolino cándido le recorría el estómago. Los estados de la materia y sus propiedades. Las de los gases en concreto, señaló ella. Una palabra sobresalía, resaltada en un deficiente círculo rojo. Él la miró, incapaz de comprender, al tiempo que ella le leía en voz alta. Nada. No comprendía cuál era el juego, dónde estaba el error, si lo había. Las cosas son comprensibles; los gases son compresibles. Porque las cosas se comprenden y los gases se comprimen, dijo ella.

Aquel año pasó a la posteridad de buena parte del alumnado. Quizás también del profesorado. Carmen Lola fue profesora, tutora, amiga y confidente de más de uno. El baloncesto irrumpió desaforadamente en el sector masculino. Se formaron parejas que perduran a día de hoy y otras que no dudarían en reconstituirse si la vida discurriese como en un Instituto. El test de Cooper marcó un antes y un después en la forma de comprender el atletismo y, por ende, la vida, y las carreras de 1500 alicataron su memoria de gestas heroicas, llegadas en solitario o sprints denodados como si la vida les fuera en ello. Aquel año hubo quien fumó por primera vez, aprendió a besar, deseó correr más, sacó sobresaliente en latín por votación popular –sic- o leyó en un mesa, escrita en bolígrafo azul, la letra de Aquellas pequeñas cosas, de Serrat, sin entender nada y, al mismo tiempo, grabándolo indeleblemente para el resto de sus días.

Aquel año el chico de los gases también grabó la anécdota. Mucho tiempo después se cruzó con Carmen Lola. La saludó. Lo recordaba pero no terminaba de ubicarlo. Tomaron un café. Qué has estudiado, cómo te ha ido y todas esas cosas. A él le entró la tristeza. Algunos recuerdos deberían quedarse en eso: recuerdos; no deberían poder ser actualizados. Mientras la conversación transcurría se le hacía más evidente que no quería hablar del ahora, del futuro, de las metas y los logros. Carmen Lola era la del estrado de aquel día del bolígrafo rojo, no la del café con leche que tenía en frente. Se despidieron y nunca más volvieron a cruzarse.

Veintisiete años después, él piensa que no se equivocó: la mayoría de las cosas no se comprenden y, sin embargo, los gases son absolutamente comprensibles.

fábula

De un hermano pasó a las manos del otro, y de ahí a la estantería de ella, en cuya casa lo vi este verano, un día que pasábamos por allí, canícula inmisericorde. Lo leí desordenadamente por impaciencia y enseguida encontré la piedra angular. Pensé que tenía que usarlo en algo. Andaba yo tramando ligeramente este cuaderno pero sin concretarlo. Lo guardé en la memoria. Y llegó el momento. Podría, junto con el que lo hizo, haber abierto el cuaderno. Valga ahora.

Hablando de aperturas, son tres las entradas que conforman lo que daría en llamar una Introducción, algo así como una declaración de intenciones. Esta es la segunda. La tercera está por escribir.

Augusto Monterroso, en La oveja negra y otras fábulas:

El Mono piensa en ese tema.

¿Por qué será tan atractivo -pensaba el Mono en otra ocasión, cuando le dio por la literatura- y al mismo tiempo como tan sin gracia ese tema del escritor que no escribe, o el del que se pasa la vida preparándose para producir una obra maestra y poco a poco va convirtiéndose en mero escritor mecánico de libros cada vez más importantes pero que en realidad no le interesan, o el socorrido (el más universal) del que cuando ha perfeccionado un estilo se encuentra con que no tiene nada que decir, o el del que más inteligente es, menos escribe, en tanto que a su alrededor otros quizá no tan inteligentes como él y a quienes él conoce y desprecia un poco publican obras que todo el mundo comenta y que en efecto a veces son hasta buenas, o el del que en alguna forma ha logrado fama de inteligente y se tortura pensando que sus amigos esperan de él que escriba algo, y lo hace, con el único resultado de que sus amigos empiezan a sospechar de su inteligencia y de vez en cuando se suicida, o el del tonto que se cree inteligente y escribe cosas tan inteligentes que los inteligentes se admiran, o el del que ni es inteligente ni tonto ni escribe ni nadie conoce ni existe ni nada?