La idea sería que uno no entra donde quiere, sino donde quiere y además le dejan, le permiten, le invitan. Yo vi la primera, la sueca, y caí rendido a sus pies, los del inefable Alfredson. Por la idea original de la que mana y por las formas. Leí luego que había una adaptación estadounidense y que no era mala, pero no la abordé nunca hasta hoy. Y, efectivamente, mala no es, pero no llega a lo de la sueca. Queda a mi gusto más interesante cuando aborda matices que en la primera quedaron más en el aire: la escena de Abby con el vestido de la madre y la mirada del hijo mientras ella se viste, por ejemplo. Son temas que recurrentemente se han quedado en tabúes o en torpezas: el eros púber, el incesto, el acoso escolar,la por definir sexualidad de esos años fronterizos. Ahí me gusta cómo nada el de América. Le echo en cara la explicitud de los ataques de la vampira. Con lo buena que es la elipsis para estos casos.
Sombría y blanco roto, como cuando los doce, más o menos, se rompen. Los doce años.
Sombría y blanco roto, como cuando los doce, más o menos, se rompen. Los doce años.