andemos todavía

Respecto a la pérdida de su hijo, que subyace en algunos de sus, para mí, más bellos poemas, aquí y aquí.

Alrededor de la hembra solar aún sigue girando oscuro el universo. (Centro)

Tú duermes en tu noche sumergido. Estás en paz. Yo araño las heladas paredes de tu ausencia, los muros no agrietados por el tiempo que no puede durar bajo tus párpados. Ceniza tú. Yo sangre. Leve hoja tu voz. Pétreo este canto. Tú ya no eres ni siquiera tú. Yo, tu vacío. Memoria yo de ti, tenue, lejano, que no podrás ya nunca recordarme. (In pace)

Pájaro del olvido
jamás te tuve más cierto en mi memoria.

Vuelvo ahora
desde no sé qué sombra
al día helado del otoño en esta
ciudad no mía, pero al fin tan próxima,
donde el sol de noviembre tiene
la última dureza
de lo que ya debiera
morir.
¿Y es éste el día
de mi resurrección?

Las hojas arrastradas por el viento
apagan nuestros pasos.

Llego y ni siquiera sé muy bien quién llega
ni por qué fue llamado a este convite
tantos años después.

(Comparición)

Se llena a veces el mundo de tristeza.

Los armarios de luna con la imagen de un niño
navegan en la noche.
                    El viento llora
como animal herido,
solo bajo las nubes.
Los blancos lirios de la  primavera
nadie podría ahora recordarlos.
                                Baja
tumultuoso el río
opaco de las sombras.

Piedras. Norte. Estalla
lejos la luz, muy lejos.

Andemos todavía.
(Días de invierno de 1993)

José Ángel Valente