Y si uno quisiera quedarse sólo con la memoria; si hiciese una sublimación del recuerdo de forma sistemática, meticulosa, ese recuerdo que ensalza lo añorado y suprime lo indeseado. Si así fuese sería reconfortante tener a Kavafis al lado, él, que hizo de esa estratagema, más que un recuso estilístico, un leitmotiv vital. En poesía, en casi nada, pero muy acusado en poesía, un servidor no cree que el poeta pueda separar el recurso literario de su caminar vital.
Voluptuosidad (1917)
La delicia y el perfume de mi vida
es la memoria de esas horas
en que encontré y retuve el placer
tal como lo deseaba.
Delicias y perfumes de mi vida,
para mí que odié
los goces y los amores rutinarios.
En otra versión:
Delicia y perfume de mi vida, la memoria de las horas
en que hallé y retuve el placer como anhelaba.
Delicia y perfume de mi vida, para mí, que maldije
de cada placer de amores rutinarios.
Cuando despierten (1916)
Intenta guardarlas, poeta,
por pocas que sean las que puedan detenerse,
las visiones de tus amoríos.
Ponlas a escondidas en tus frases.
Intenta, poeta, retenerlas
cuando despierten en tu cabeza
de noche o a la luz del mediodía.
Grises
Mirando un ópalo casi gris
recordé unos hermosos ojos grises
que había visto hará unos veinte años...
Nos amamos un mes.
Marchó después a Esmirna, creo,
a trabajar allí y no nos vimos más.
Se habrán empañado -si vive- aquellos ojos;
ajado estará aquel rostro hermoso...
Guárdalos tú, memoria mía, como eran.
Y cuanto de mi amor puedas, memoria,
cuanto puedas, tráemelo de nuevo
esta noche.
Versión de Pedro Bádenas de la Peña. Del resto, desconozco los traductores.