Respeta siempre la
destrucción de las mujeres
y de los hombres que amaron o intentaron, al menos, amar
la vida y esta les quemó o les rompió los huesos de la cara,
las entrañas y las venas y el hígado y el buen corazón,
respeta todos los sagrados y los más humildes hundimientos
de los seres humanos.
Respeta a quienes se suicidaron.
Respeta a quienes se arrojaron a los océanos.
No hables mal de ellos, te lo ruego, te lo pido de rodillas.
Ama a toda esa gente, esa muchedumbre, ese río amarillo
de la Historia de todos cuantos perdieron tan injustamente,
o tan justamente,
da igual.
Gente que aceleró en una curva.
Gente que escondía botellas en los rincones de su casa.
Gente que lloraba en los parques de las afueras de las ciudades.
Gente que se envenenaba con pastillas, con alcohol,
con insomnios aterradores, con veinte horas de cama todos los días.
Lo intentaron, pero no lo consiguieron.
Gente a quien le sobraba tres cuartas partes de su pequeño frigorífico.
Gente que no tenía con quién hablar semanas enteras.
Gente que no comía por no comer sola.
Son hermosos igualmente, te lo juro.
Resplandecerán un día.
Nombremos todo aquello
que nos convirtió en seres humanos.
Para que no haya miedo, ni envidia, ni maldad.
Amo, celebro, y exalto todos los hundimientos
de todos los seres humanos que pisaron este mundo.
Porque el fracaso no existió jamás,
porque no es justo el fracaso y nadie merece fracasar,
absolutamente nadie.
y de los hombres que amaron o intentaron, al menos, amar
la vida y esta les quemó o les rompió los huesos de la cara,
las entrañas y las venas y el hígado y el buen corazón,
respeta todos los sagrados y los más humildes hundimientos
de los seres humanos.
Respeta a quienes se suicidaron.
Respeta a quienes se arrojaron a los océanos.
No hables mal de ellos, te lo ruego, te lo pido de rodillas.
Ama a toda esa gente, esa muchedumbre, ese río amarillo
de la Historia de todos cuantos perdieron tan injustamente,
o tan justamente,
da igual.
Gente que aceleró en una curva.
Gente que escondía botellas en los rincones de su casa.
Gente que lloraba en los parques de las afueras de las ciudades.
Gente que se envenenaba con pastillas, con alcohol,
con insomnios aterradores, con veinte horas de cama todos los días.
Lo intentaron, pero no lo consiguieron.
Gente a quien le sobraba tres cuartas partes de su pequeño frigorífico.
Gente que no tenía con quién hablar semanas enteras.
Gente que no comía por no comer sola.
Son hermosos igualmente, te lo juro.
Resplandecerán un día.
Nombremos todo aquello
que nos convirtió en seres humanos.
Para que no haya miedo, ni envidia, ni maldad.
Amo, celebro, y exalto todos los hundimientos
de todos los seres humanos que pisaron este mundo.
Porque el fracaso no existió jamás,
porque no es justo el fracaso y nadie merece fracasar,
absolutamente nadie.
Papá*
No bebas ya más, papá, por
favor.
Tu hígado está muerto y tus
ojos aún son azules.
He venido a buscarte. Mamá no
lo sabe.
En el bar ya no te fían.
Iban a llamar a la policía,
pero me han avisado a mí
antes,
por compasión.
Papá, por favor, reacciona,
papá.
Hace meses que no vas a
trabajar.
La gente no te quiere, ya no
te quiere nadie.
Muérete lejos de nosotros,
papá.
Nunca estuvimos orgullosos de
ti, papá.
Por favor, muérete muy lejos
de nosotros.
Nos lo debes.
Siempre estabas de mal humor.
Casi no te recordamos, pero
nos llaman del bar.
Vete lejos, nos lo debes.
Es el único favor que te pido.
* En Ordesa lo titula Papá;
en su Poesía completa, Daddy.
Manuel Vilas