Instrucción 4
Dígale
adiós en un aeropuerto (o en una estación de tren, o de autobuses). Después,
camine hacia la salida y no se dé vuelta. Repase los últimos rastros de su olor
en la memoria (recuerde el último beso). Pregúntese si ella se habrá dado
vuelta. Dese vuelta. Vea cómo ella ya ha desaparecido. Camine hacia la salida.
Sienta una opresión en el pecho. Piense: “Si esto fuera una película, yo
debería correr hacia ella y ella debería estar corriendo hacia mí”. Siga
caminando; esto no es una película y usted no tiene tiempo que perder: debe
empezar a sufrir. Sufra. Diga: “Hola, aquí está el dolor”. Diga: “Hola,
bienvenido dolor”. Sepa que sentirá eso durante mucho tiempo. Pregúntese si va
a soportarlo. No encuentre respuesta. Camine hacia la calle. Encienda un cigarrillo.
Sienta náuseas. Piense: “El tiempo pasó demasiado rápido”. Sienta que sería
capaz de recordar todos los días que pasaron juntos, hora tras hora. No lo
haga: déjelo para después, para cuando su ausencia se vuelva insoportable.
Camine hasta el auto. Meta la llave en la cerradura. Abra la puerta. Piense:
“Hace media hora estábamos aquí”. Respire el aire de la cabina. Mire el asiento
trasero, donde hasta hace poco estaba la valija. Sienta cómo cada poro de su
cuerpo se abre como una boca llagada. Pregúntese qué estará haciendo ella
ahora. Pregúntese si pensará en usted. Pregúntese cuándo va a volver a verla.
Pregúntese si volverá a verla. Suba al auto. Ponga el auto en marcha. Salga del
estacionamiento. Respire. Mírese en el espejo retrovisor. No se reconozca.
Piense: “Ese no soy yo”. Diga en voz alta: “Te necesito”. Diga en voz alta: “Te
extraño”. Maldígase. Sienta que nada tiene sentido y que no lo tendrá por mucho
tiempo. Piense en morir. Elija no morir. Siga adelante.
Leila
Guerriero