sinestesias por un céntimo

La edición de Elegía de la entrada anterior está publicada por Visor. Cuando yo la compré, en la portada venía con una reproducción muy pequeña de un cuadro: la Sinfonía en blanco nº 1: la chica de blanco. A mí de ese autor me gusta mucho este que sigue. Por la difamación de la serie que exhibió en la cual estaba este nocturno, el pintor ganó un juicio y una indemnización. Ingente: un céntimo. Cosas del arte y de las leyes.
El cuadro se titula, por cierto Nocturne: Blue and Gold - Old Battersea Bridge y es de James Whistler.
Dejo debajo sonando al señor de los nocturnos.


la belleza de la elegía

A los diez años, en uno de los bombardeos de la aviación fascista su madre, Julia Gay, se fue de cuajo. Quedaron él, dos varones menores y una hermana mayor. El padre era químico. Había perdido un hijo previamente. Un tipo al que la muerte le había sacudido ya una buena hostia. Luego se fue la mujer. A la asistenta, que se llamaba como su mujer, le cambió el nombre por el de Eulalia. Prohibió a los hijos decir mamá o Julia. El dolor.
José Agustín nació a un día del 14 de abril del 28. Se precipitó por la ventana de su domicilio el día del padre del 99, con 61 años. Si fue caída accidental o no, con todos los respetos para los dolientes, me parece una estupidez. Mucho duró.
Hoy volvió a caer en mis manos las Elegías para Julia Gay. Lo tengo fechado en 2003 en Murcia. Pero lo primero que este escribidor leyó de este señor fue esto que sigue en un metro de Barcelona allá por los principios de este siglo.

Como los trenes de la noche

Si alguna vez estás pensando:
no sé qué pasa tengo frío
desearía irme de aquí
es que el pájaro negro vuela
sobre tus horas y tu casa.
Podrás notar un aire alto
un alear de escalofrío
pero no debes asustarte
ni te ampares en otros brazos.
Atraviesa la soledad
como los trenes de la noche:
la luz que huye es más hermosa
cuando el ave la sobrevuela.
El viaje termina pronto
y después ya no ocurre nada.

A mí me ocurre con él, y supongo que no sólo a mí, que su manera de expresarse me parece tan bella, tan delicada, tan certera, que a veces la tristeza que le acompaña se ve acentuada y otras diluida. Creo que en realidad lo que me produce es un trance, un trance espiritual.
Los dos que siguen son los que han aparecido ante mis ojos al abrir hoy el libro. Los dejo con la numeración que en él aparecen.

XI. Un sitio entre las rosas

Arrebatada por el odio
disuelta en el dolor absoluto de las cosas
me dejaste una herencia de suspiros.

Como tú sufro por los días
que han de venir por los males que acechan
por los niños que claman su turno
en nuestra sangre.

Desde este lado se puede aún pensar
en lo que nos aguarda
en lo que por las noches se fragua
al margen de los sueños.

Es hermoso soñar como en un puente
de la vida a la sombra: sonreír
ser objeto de luchas enconadas...

Si amanecemos viejos comenzamos
el mundo una vez más. Con el jabón del alba
la máscara aparece.

Pero tú ya acabaste. Desde aquí mis deseos
te procuran un sitio entre las rosas.

No sé lo que será de mis deseos

XII. A ella y a ti os pregunto

Llora conmigo, hermano.
Era mujer y bella. No tenía
nieve sobre los años.

De ella de mí de todo
te separaron. Pero el tiempo
te ha devuelto a su abrazo.

A ella y a ti os pregunto
si es posible que todo lo que amé
sea sólo un engaño.

¿Sabéis que espero a veces
vuestra voz y que tengo
los oídos tapados?
¿Sabéis
que niego el pie de vuestros pasos?

Pero no importa. Vivo
sobre las ruinas. Amo.

Decidme sí decidme,
-aunque no pueda oírlo
aunque nunca lo crea -
que nada ha terminado.


José Agustín Goytisolo