Disfruto como un niño estudiando a Iván. Sin pretenderlo y sin darme cuenta, el tipo -musicalmente hablando- al que más he estudiado en los últimos años. Papá y mamá se quedaron a gusto pariendo y criando a estos dos pinypones.
Yo compré aquel Canciones para el tiempo y la distancia, probablemente guiado por el olfato y por la belleza del título. No sabía lo que se avecinaba.
El último, de Querida Catherine, deja a los psicotrópicos a la altura del betún.