al revés te lo digo para que me entiendas

Gabriel era juguetón. Probablemente no abandonó nunca su etapa lúdica y en esa posición abordó su final; pero a lo que iba: que le gustaba jugar. A veces sus juegos son complejos: hace falta una piedra Rosetta. En otras ocasiones son fácilmente decodificables; no por ello menores. Este de aquí abajo me encanta; un claro ejemplo de definición por negación.

A l'inrevés

Ho diré a l'inrevés. Diré la pluja
frenètica d'agost, els peus d'un noi
caragolats al fil del trampolí,
l'agut salt de llebrer que fa l'aroma
dels lilàs a l'abril, la paciència
de l'aranya que escriu la seva fam,
el cos amb quatre cames i dos caps
en un solar gris de crepuscle, el peix
llisquent com un arquet de violí,
el blau i l'or de les nenes en bici,
la set dramàtica del gos, el tall
dels fars de camió en la matinada
pútrida del mercat, els braços fins.
Diré el que em fuig. No diré res de mi.

Al revés

Lo diré al revés. Diré la lluvia
frenética de agosto, los pies de un chico
enroscados al final del trampolín,
la levedad de lebrel que las lilas
desprenden en abril, la paciencia
de la araña que escribe su hambre,
el cuerpo —cuatro piernas, dos cabezas—
en un solar gris de crepúsculo,
el pez lábil cual arco de violín,
el oro y azul de las niñas en bici,
la sed dramática del perro, el filo
de los faros de camión en la madrugada
pútrida del mercado, los brazos suaves.
Diré lo que se me escapa. Nada diré de mí.

Gabriel Ferrater. La traducción, de Mª Àngels Cabré.

Celalba

Soneto 46 de Góngora, escrito en 1596. Construido sobre la base de una crecida calamitosa del Guadalquivir, el poema habla de otro asunto. El primer y el último verso nos lo muestran. A Jaime no se le escapó el soneto, faltaría más, y lo usó de cita en su De senectute, así como lo intertextualizó en el penúltimo verso. Pero eso, otro día. Hoy con Celalba vamos servidos.

Cosas, Celalba mía, he visto extrañas:
cascarse nubes, desbocarse vientos,
altas torres besar sus fundamentos
y vomitar la tierra sus entrañas;

duras puentes romper, cual tiernas cañas,
arroyos prodigiosos, ríos violentos,
mal vadeados de los pensamientos
y enfrenados peor de las montañas;

los días de Noé, gentes subidas
en los más altos pinos levantados,
en las robustas hayas más crecidas.

Pastores, perros, chozas y ganados
sobre las aguas vi, sin forma y vidas,
y nada temí más que mis cuidados.