Gabriel era juguetón. Probablemente no abandonó nunca su etapa lúdica y
en esa posición abordó su final; pero a lo que iba: que le gustaba jugar. A
veces sus juegos son complejos: hace falta una piedra Rosetta. En otras
ocasiones son fácilmente decodificables; no por ello menores. Este de aquí
abajo me encanta; un claro ejemplo de definición por negación.
A l'inrevés
Ho diré a l'inrevés. Diré la pluja
frenètica
d'agost, els peus d'un noi
caragolats
al fil del trampolí,
l'agut
salt de llebrer que fa l'aroma
dels
lilàs a l'abril, la paciència
de
l'aranya que escriu la seva fam,
el cos amb quatre cames i dos caps
en un
solar gris de crepuscle, el peix
llisquent
com un arquet de violí,
el blau
i l'or de les nenes en bici,
la set
dramàtica del gos, el tall
dels
fars de camió en la matinada
pútrida del mercat, els braços fins.
Diré el que em fuig. No diré res de mi.
Al revés
Lo diré al revés. Diré la lluvia
frenética de agosto, los pies de un
chico
enroscados al final del trampolín,
la levedad de lebrel que las lilas
desprenden en abril, la paciencia
de la araña que escribe su hambre,
el cuerpo —cuatro piernas, dos
cabezas—
en un solar gris de crepúsculo,
el pez lábil cual arco de violín,
el oro y azul de las niñas en bici,
la sed dramática del perro, el filo
de los faros de camión en la madrugada
pútrida del mercado, los brazos
suaves.
Diré lo que se me escapa. Nada diré
de mí.
Gabriel Ferrater. La traducción,
de Mª Àngels Cabré.