in other words, Bart

La canadiense, aunque venida de Marte, da una vuelta de tuerca más:




Y el excedentario Joey hace lo suyo, es decir, exceder hasta casi los seis minutos, que bien podrían haber sido veintinueve, porque cuando él entra en acción uno tiene la sensación de que las cosas se van a llevar hasta donde su intestino le diga:




Hoy no pongo la letra, que ya la puse en el anterior cuaderno.
Hay mucha luz y cerca de 30ºC atenuados por el ligero viento.

desmaquillaje bis

Llamar a las cosas por su nombre. Hacerlo con clase y con conocimiento de causa. Sin aspavientos y sin medias tintas; con honestidad y con arrojo.
Podría empezar exactamente como lo hice en la anterior entrada porque, misteriosamente, ¡ja!, llevo días recibiendo señales del hiperespacio que indican lo mismo en distintos códigos. Lo mismo.
Estrené correo para este cuaderno hace unos días: losgasessoncomprensiblesarrobagemailpuntocom; lo puse en el perfil del escribiente. Por si alguien no entiende lo que digo o discrepa o lo que sea y quiere comunicar.
Gases. Hiperespacio. Cronos.

Pregunta, en negrita, el maravilloso y privilegiado Íñigo Domínguez. Responde su excelentísima señoría, don Dino Meneghin:

A ti se te revuelven las tripas cuando ves ahora a los jugadores llegar cada uno con sus auriculares oyendo música.
Es insoportable. Porque no hay relación entre ellos. Antes había un núcleo fuerte de italianos, diez jugadores, y dos extranjeros que entraban en el grupo y en nuestra cultura. Y se quedaban dos, tres, cuatro años. Ahora hay gente de todos los países y a veces están solo un año, o seis meses. Son profesionales, pero cada uno que llega intenta llevar el agua a su molino, tirar más, ir a lo suyo, y no hay tiempo de instaurar relaciones. Hay respeto o estima, pero no amistad. En los vestuarios solo se habla en inglés, mientras en el fútbol se sigue hablando italiano y el que llega intenta aprenderlo, también para integrarse en la ciudad. Entonces ahí los tienes: llegan al campo cada uno en su mundo, con los cascos, y no hablan entre ellos. Cuando estaba en la directiva de la selección me cabreaba como una hiena cuando los jugadores bajaban a desayunar con los cascos y ni saludaban. Entonces los paraba a todos un momento y les explicaba un mínimo de reglas, de educación si quieres. No ves a nadie leer un libro, todos con el móvil, la música, hablando con la novia…
Si amas el deporte, en parte, es porque te recuerda tu infancia, cuando era un juego con los amigos. Pero a un cierto nivel parece que el deporte ya no es divertirse con los amigos.
Porque ya es un trabajo, y cada vez lo es más: si tú juegas diez minutos y yo cinco mi agente se cabrea, porque en la próxima negociación, si has jugado poco, ya no vales diez, sino cuatro. El agente se cabrea con el entrenador, nacen los celos entre jugadores… Antes solo tenían agente los americanos. Yo siempre he tratado personalmente mis contratos. El mundo ha cambiado mucho.
La entrevista completa, larga, profunda, divertida, a calzón quitao, como debe ser, está aquí.