“Interrogar lo que tanto parece ir de suyo
que ya hemos olvidado su origen. Volver a encontrar
algo de la sorpresa que podían experimentar Jules
Verne o sus lectores frente a un aparato capaz de
reproducir y de transportar los sonidos. Porque esa
sorpresa existió, y miles de otras, y son ellas las que nos
han modelado.”
Tentativa de agotar un lugar parisino es apenas una
larga lista, por momentos intencionada, de lo que se ve
desde distintos lugares de la Place St. Sulpice de París;
nuevamente una acumulación de nombres, objetos y
situaciones que constituyen la rutina de dos días y
medio de vida cotidiana. Lo que ocurre es, como dice el
texto, lo que pasa cuando no pasa nada. Lo que se
nombra es lo que se ve, y lo que se ve nos lleva, por
momentos, a lo que se podría imaginar o se imagina.
Hecha esta prevención —que bien puede servir para
ahorrarles la lectura a quienes busquen en el texto
metafísica y drama, sexo y violencia—, considero que
Tentativa de agotar un lugar parisino es también un
breve ensayo sobre la percepción a partir de los datos
que ofrece el entorno de un barrio más o menos céntrico
y la forma de aprehenderlos. Ni más ni menos; ni tanto
ni tan poco.
Lo de arriba, de la introducción de Jorge Fondebrider que se puede encontrar aquí. Como me gusta más la traducción de Maurici Pla en el maravilloso ejemplar de la Editorial Gustavo Gili, y como no tengo ganas de copiar -en la red no lo encuentro-, dejo unas fotos un tanto rudimentarias de dos pasajes excelsos a mi entender:
Por cierto, que se me olvidaba: la biografía y el árbol genealógico de Georges, a la altura, que era muchísima.