lógicamente las lavanderas

De aquí, esto:

Coplas a la muerte de mi tía Daniela
Poesía , 1973
PLAZA & JANÉS
Memoria propia y memoria heredada se alternan en este libro-poema en el que resuenan los ecos de Jorge Manrique y de la poesía castellana del barroco más temprano. Daniela encarna a los perdedores, a quienes han vivido el entusiasmo de las primeras revoluciones y el silencio de la dictadura. En ese sentido, las Coplas son un homenaje a una generación sacrificada. Por eso, cabe interpretarlo como una suerte de palimpsesto en el que el poeta sintetiza la derrota de una “tía Daniela” que es la metáfora de un mundo esperanzado y humillado a la vez.

Esto otro, de aquí:

   La idea de Coplas a la muerte de mi tía Daniela nació al tiempo que estaba escribiendo Una educación sentimental, entre 1962 y 1963. La primera piedra verbal no la puse hasta 1965 y di el poema por terminado en 1973. Ahora, diez años después de su publicación y veinte de su concepción, prologo una segunda edición y me concedo la oportunidad de dar algunas claves sobre este libro, tal vez confundido en el momento de su salida como un eco tardío de la cultura-camp. Toda mi poesía es inexplicable si no se tiene en cuenta el mestizaje cultural que asumo, en el doble plano de la cultura pop (es decir popular de masas) y la cultura académica convencional que aprendí en los libros apellidados y en la Universidad. En el otro plano, me reconozco mestizo de proletario años cuarenta y pequeño burgués consumista años setenta, de inmigrante y aduanero. Insisto en la idea de mestizaje para desmarcar de una vez por todas cualquier posibilidad de ligar lo que yo he escrito en poesía, y muy especialmente Una educación sentimentalCoplas a la muerte de mi tía Daniela y A la sombra de las muchachas sin flor de un cierto diletantismo campista que al final de la década de los sesenta se confundió con el empeño de recuperar la memoria que nos urgía a los escritores que habíamos llegado a la adultez. Tampoco mi collage cultural es equiparable al de otros poetas de los ya viejos novísimos que Castellet reunió en su escandalosa antología. El collage cultural de Gimferrer es fundamentalmente iconográfico, aséptico, como lo había sido en Pound o en Eliot. En Panero era la enunciación del caos, la declaración de la imposibilidad de ordenar ese puñado de imágenes rotas sobre las que inevitablemente cae la noche. En mi caso era la confesión de mi propia arqueología sentimental, de las ruinas que hay en uno mismo, de las ruinas que hay en todo lo nuevo, en todo lo contemporáneo.
    Coplas a la muerte de mi tía Daniela fue para mí un desafío a la retórica cultural. Asumía el punto de referencia de las coplas manriqueñas, una cierta musicalidad a reproducir fuera de la pauta de la métrica cerrada, una estructura fija de poema retórico traducido a una tristeza fúnebre contemporánea y provocada no por un caballero, no por un protagonista con mayúscula de la Historia con mayúscula, sino por un personaje víctima de los protagonistas con mayúscula de esa Historia con mayúscula. Mi poema recogía así mismo la tradición de la poesía recitada por el rapsoda, tradición aún viva en los años de mi formación gracias a los recitadores radiofónicos, de varietés o de los espectáculos recreativos edificantes con los que el clero contribuía a un pío renacimiento de la cultura de barrio. Coplas a la muerte de mi tía Daniela asume una doble condición de poema visual enterrado en un territorio blanco por el que los ojos se mueven y de poema vivificable gracias a la palabra alzada y modulada según las intenciones secretas del verbo y de su recitador.
    Una lectura política del poema sería una lectura posible pero menor. Ante todo es un poema dedicado a una persona a la que amé insuficientemente y está escrito en papel secante de remordimientos. Poema romántico, subjetivo, individualista en contradicción pues con mi obligación de ser realista, objetivo colectivista. De este tipo de tensiones suelen derivarse espectáculos literarios dignos de leerse y en este caso, dignos de leerse en voz alta. En la evidencia de que se fueron para siempre los rapsodas de antaño, propongo a los posibles clientes de este libro que jueguen a leerlo en voz alta, bien en la sobremesa de festejos gastronómicos familiares o bien en la intimidad de un encuentro a dos, si el otro es sensible. Recitado es un poema meditación y puede ser una incitación a la ternura. Muy adecuado pues para la sobremesa del día de Difuntos y para las alcobas a media luz donde todo es posible. Es un poema afrodisiaco.

Y de la segunda copla, este fragmento coincidente con el final:

…a veces anochece

ha crecido el mundo


dejo dormir
todo cuanto tengo
mío o ajeno


recuerdo
qué poco amé
a quien me amó
              y entonces
quisiera marcharme
donde desde siempre
nos esperan
            abiertos
puertos sin naves
                  de regreso

la vida murió
ningún consuelo nos deja
la memoria
           en el presente
las formas envilecen
cuanto tocan
             y en la infancia
del hombre los deseos
avivan crecimientos
                    récords
todavía los llaman los atletas


mañana
sin duda
no habrá historias
tan tristes a la medida
del sentimiento viejo
                      lógicamente
las lavanderas estarán sindicadas
la tuberculosis desterrada
y las contradicciones
entre lo abstracto y lo concreto
serán síntesis
la fuerza de un hombre
será la fuerza
de los hombres
               inútiles
los buenos propósitos
la nostalgia
los remordimientos

el recuerdo.

Manuel Vázquez Montalbán

miedo de perder su claridad

Se me había pasado el comienzo del Ars Amandi. Estos bellos cuatro  primeros versos del Canto XLVIII de Ausiàs March. La traducción, de Jorge de Montemayor en la Cervantes virtual.


Lo jorn ha pór de perdre sa claror 
com vé la nit qu' espandeix ses tenebres 
pochs animals no clouhen les palpebres 
é los malalts creixen de llur dolor, 


Teme su claridad perder el día,
quando la noche su tiniebla estiende;
los animales duermen a porfía
y a los enfermos el dolor s'enciende

Satie en su estudio

LOS CREPÚSCULOS DE BARCELONA

Qué decir sobre los crepúsculos ahogados de Barcelona. ¿Recordáis
el cuadro de Rusiñol Erik Satie en el seu estudi? Así
son los crepúsculos magnéticos de Barcelona, como los ojos y la
cabellera de Satie, como las manos de Satie y como la simpatía
de Rusiñol. Crepúsculos habitados por siluetas soberanas, magnificencia
del sol y del mar sobre estas viviendas colgantes o subterráneas
para el amor construidas. La ciudad de Sara Gibert y de Lola Paniagua,
la ciudad de las estelas y de las confidencias absolutamente gratuitas.
la ciudad de las genuflexiones y de los cordeles.

LOLA PANIAGUA

Contra ti he intentado irme alejarme
la clausura requería velocidad
pero finalmente eras tú la que abría la puerta.

Estabas en cualquier cosa que pudiera
caminar llorar caerse al pozo
y desde la claridad me preguntabas por mi salud.

Estoy mal Lola casi no sueño.

Roberto Bolaño

Respecto a Lola:
Ella era una recién licenciada en Química que un día de 1977 recaló en Barcelona desde Hospitalet.

Y de Sara, pues aquí y aquí.