Tres versiones de Troyanos. De la última desconozco la autoría.
Desventurados son
nuestros esfuerzos;
inútiles como
aquellos de los troyanos.
Conseguimos un
pequeño éxito; ganamos
un poco de
confianza; y la esperanza
y el valor renacen.
Mas siempre algo
sucede que nos frustra.
Aquiles surge de la
tumba ante nosotros
y acobardan sus
gritos nuestros ánimos.
Nuestros esfuerzos
son como los de los troyanos.
Pensamos que con
decisión y con audacia
podríamos cambiar
el curso del destino,
y miramos fuera al
campo de batalla.
Mas cuando el
momento supremo llega,
audacia y decisión
se desvanecen;
se turba y paraliza
nuestra alma;
y alrededor
corremos de los muros
buscando salvación
en la huida.
Sin embargo qué
cierta es la derrota. Arriba,
en las murallas, ha
empezado ya la elegía.
Llora la memoria y
la pasión de nuestros días.
Amargamente Príamo
y Écuba lloran por nosotros.
Sobre lo expresado en la Ilíada por
Homero, Kavafis parece prestar particular interés a Héctor y su desesperación.
Notabilísimo artificio (N.del T.)
Traducción José Maria Alvarez
Nuestros
esfuerzos son desventurados
y parecen esfuerzos de troyanos.
Apenas comenzamos
a tener algo,
a sacar fuerzas de nuestra debilidad,
a hacernos casi audaces y
esperanzados,
el infortunio llega siempre a frenarnos:
Salta Aquiles del foso ante
nosotros
y su grito brutal nos acobarda.
Nuestro esfuerzo parece de troyanos.
Confiamos en vencer a la adversidad,
nos mostramos valientes y decididos
y
salimos dispuestos a la batalla.
Pero al llegar la hora verdadera
resolución y
audacia se disuelven.
Nuestro ánimo vacila, se derrumba
y corriendo volvemos a
las murallas.
Se consumó el desastre. En las almenas
los cantos funerales han
empezado.
Llanto amargo de Hécuba y de Príamo,
lamentable recuerdo de nuestros
días.
Traducción de José Emilio Pacheco
Son los esfuerzos
nuestros, de los desventurados,
son los esfuerzos nuestros como los de los troyanos.
Algo conseguimos; nos reponemos
un poco; y empezamos
a tener coraje y buenas esperanzas.
Pero siempre algo surge y nos detiene.
Aquiles en el foso enfrente a nosotros
sale y con grandes voces nos espanta.-
Son los esfuerzos nuestros como los de los troyanos.
Creemos que con decisión y audacia
cambiaremos la animosidad de la suerte,
y nos quedamos afuera para combatir.
Mas cuando sobreviene la gran crisis,
nuestra audacia y decisión desaparecen;
se turba nuestra alma, paralízase;
y en torno de los muros corremos
buscando salvarnos con la fuga.
Empero nuestra caída es cierta. Arriba,
sobre las murallas, comenzó ya el lamento.
Lloran sentimientos y recuerdos de nuestros días.
Amargamente por nosotros Príamo y Hécuba lloran.
Nosotros podemos ser
Troya tomada o Troilo,
por citar lo más evidente. Nosotros podemos ser la inexorable derrota, la pérdida
inevitable, el deceso del hijo a manos del invasor, la nada cotidiana bajo una capa espumosa con aroma de lúpulo.
Constantino es brillante en expresar su asunción del sino trágico, su Sísifo en vida. Como guía vital, me parece un pelín cansina.
No sé por qué no estudiamos más que mitología y poco más desde críos.