Entrevista por escrito a quien es capaz de generar
esta perla, inserta en novela:
“Cansado como está, no se detiene entonces en el
retrospectivo inventario de la destrucción”.
Verás, mi salud no es buena y tengo la vista muy
dañada, apenas puedo leer. Yo he sido un lector asiduo, de varias horas
diarias, pero eso también se acabó. Me paso el día a la sombra de un árbol
viendo pasar el tiempo, oyendo música de cámara, jazz, flamenco. Eso es todo lo
que hago. La vejez es una maldita sucesión de pérdidas.
La literatura que se limita a contar historias no pasa
de ser una crónica periodística, pierde su condición de literatura. La
literatura es el arte de crear una nueva realidad, de interpretar estéticamente
el mundo, no de copiarlo.
P. ¿Cómo era entonces la relación con los
colegas?
R. Yo tenía por entonces dos grandes amigos escritores:
Ángel González y Juan García Hortelano. Nos íbamos por ahí con frecuencia a
cenar, a tomar copas… A los demás los trataba muy de tarde en tarde.
P. En todo caso, ¿el panorama de ahora le resulta
atrayente?
R. No, atrayente no. Pero hay unos pocos casos
alentadores.
Si la quieren leer completa, está aquí. Es de julio del año pasado. Lo digo por lo del panorama de ahora, para situarnos.
Por mi parte, amén de la envidia literaria, la de no hacer nada bajo un árbol, la de tener las marismas en frente, la de beber vino con delectación diaria, la mayor, sobre todas ellas, es la de haber salido de farra con Ángel y Juan. Envidia es poco.
Por mi parte, amén de la envidia literaria, la de no hacer nada bajo un árbol, la de tener las marismas en frente, la de beber vino con delectación diaria, la mayor, sobre todas ellas, es la de haber salido de farra con Ángel y Juan. Envidia es poco.
A batallas de amor campo de
plumas
Ningún vestigio tan inconsolable
como el que deja un cuerpo
entre las sábanas
y más
cuando la lasitud de la memoria
ocupa un espacio mayor
del que razonablemente le corresponde.
Linda el amanecer con la almohada
y algo jadea cerca, acaso un último
estertor adherido
a la carne, la otra vez adversaria
emanación del tedio estacionándose
entre los utensilios volubles
de la noche.
Despierta, ya es de día, mira
los restos del naufragio
bruscamente esparcidos
en la vidriosa linde del insomnio.
Sólo es un pacto a veces, una tregua
ungida de sudor, la extenuante
reconstrucción del sitio
donde estuvo asediado el taciturno
material del deseo.
Rastros
hostiles reptan entre un cúmulo
de trofeos y escorias, amortiguan
la inerme acometida de los cuerpos.
A batallas de amor campo de plumas.
José Manuel Caballero Bonald
como el que deja un cuerpo
entre las sábanas
y más
cuando la lasitud de la memoria
ocupa un espacio mayor
del que razonablemente le corresponde.
Linda el amanecer con la almohada
y algo jadea cerca, acaso un último
estertor adherido
a la carne, la otra vez adversaria
emanación del tedio estacionándose
entre los utensilios volubles
de la noche.
Despierta, ya es de día, mira
los restos del naufragio
bruscamente esparcidos
en la vidriosa linde del insomnio.
Sólo es un pacto a veces, una tregua
ungida de sudor, la extenuante
reconstrucción del sitio
donde estuvo asediado el taciturno
material del deseo.
Rastros
hostiles reptan entre un cúmulo
de trofeos y escorias, amortiguan
la inerme acometida de los cuerpos.
A batallas de amor campo de plumas.
José Manuel Caballero Bonald
centón
Del lat. cento, -ōnis.
1. m. Obra literaria compuesta con fragmentos de otras obras.
2. m. despect. Obra llena de elementos heterogéneos y falta de
originalidad.
originalidad.
3. m. Manta grosera hecha de retazos.
Del lat. inverecundia.
1. f. Desvergüenza, desfachatez.