En la vida de un hombre siempre hay una
mañana para la calamidad,
una mañana regida por
las multiplicaciones del símbolo y la idolatría órfica de la perduración.
En la vida de un hombre hay
almacenes llenos de objetos y maderas con insectos,
hay tensos mundos
artificiales y canales por los que discurre la sangre hasta los vasos,
hay fósforo y sonido del
delirio del fósforo,
la respiración de un tigre y
la mano del desobediente cortada,
hay calor entre un semejante
y otro y hay destrucción
porque existe en ellos la
proximidad y el imán que la ahuyenta.
En la vida de un hombre hay
zapatos usados por un padre,
hay profusas noches que
luego nos darán temor, hay cuerpos de adivina,
cuerpos por primera vez,
espantosos labios con rencor, la voz que nos conoce
y se queda ahí mirándonos
como una res moribunda en el estanque helado.
En la vida de un hombre lo
que tiene importancia y lo que no tiene importancia,
lo que se resiste a
desaparecer, la aparición de una ciudad, el cansancio de los viajeros,
lo que favorece la ambición
y lo que elogia la idea de abstenerse,
la duda moral de una vida
solitaria, el descargo de multiplicarse en otros.
Extracto
de La tumba de Keats.
Juan
Carlos Mestre