De aquel día en aquel maravilloso lugar:
Brindó conmigo, copa de vino tinto, bella,
decadente, sola, la arrugas colándosele entre los sueños perdidos, los pechos
caídos, los ojos grandes. Difícil imaginar mejor marco para la charla que nos
regalaron. El ciclo era acerca de la relación entre alcohol y literatura. Aquel
día tocó Francis.
Y
nada, eso.
I
was within and without, simultaneously enchanted and repelled by the
inexhaustible variety of life.
F.
Scott Fitzgerald
Me
regalaron hace unos días un artículo sobre
la frustrada vena poética del citado. Me quedo con una reflexión que me parece
tan honesta y brillante como dura:
"Nunca
llegaré a ser un poeta. No soy lo bastante sensual; solo me parecen bellas unas
pocas cosas obvias: mujeres, tardes de primavera, música de noche, el mar; no
soy capaz de comprender cosas más sutiles como 'las trompetas que tocan a
plata'. Podré llegar a ser un intelectual, pero nunca escribiré más que poesía
mediocre".
En
su idioma nativo está aquí. Las trompetas, por cierto, son de Keats.
Y nada, eso, de nuevo. Que no hay creación sin conflicto, sin contradicción. Y que las casualidades son causalidades no demostradas.