confundidosennegro

Hoy recordé los poemas de Vicente, esos que me marcaron durante unos años y que incluso usamos en nuestras actuaciones de CEN. Pasa el tiempo, denso y veloz a la vez, y cada vez cobra más raigambre el recuerdo de aquellas sesiones, los ensayos, la creatividad, la amistad, el compromiso, la aventura, la vida flotando como un barco.
Es domingo por la tarde de nuevo. Hace un poco de viento.

LA HISTORIA INTERMINABLE
La discoteca flota como un barco,
y tú tomas pastillas con alcohol.
Todo el mundo lo sabe,
todo el mundo te mira de esa forma,
y tus propios amigos ni se enteran.
Estás sudando, tiemblas, los dientes apretados,
los pómulos ardiendo, y las pupilas
desenfocan un mundo de penumbre y de brillos.
Tú sabes que te espían, disimulan muy mal,
aunque bailen lo sabes,
aunque algunos retiren la mirada
cuando a veces los retas con la tuya.
Es preciso que escapes hacia el baño
y procures andar con cierto aplomo:
como hienas escrutan en tus gestos
cualquier debilidad.
No puedes orinar, el prepucio te escuece,
y sientes en el pene un cosquilleo
que te hace pensar en las hormigas
y desear a muerte a una mujer.
La cabina cerrada te protege un instante,
la música te llega desde el centro
de tu propio cerebro, y puedes escuchar
cómo crece ese odio que te tienen.
Buscas otra pastilla en el bolsillo,
es amarga y redonda como el odio,
y sigues escuchando claramente
todas y cada una de las conversaciones
de esa gente sin alma que te mira.
Todos hablan de ti, y tú sigues oyendo
cómo suena el desprecio, y qué extraño ruido
hace el asco al crecer en sus entrañas.
Sales luego a la pista, disimulas bailando,
tus amigos te miran y sonríen.
Empiezas a temer una traición.
Dirías que tu alma es una rata
completamente abierta a la luz de un quirófano,
todos hurgan en ella,
y hasta sientes el frío de las pinzas
que rebuscan con asco en su interior
una prueba que firme tu sentencia.
Si te marchas a casa han de seguirte,
ya lo han hecho otras veces,
bucean en el whisky que te bebes
y aprenden a vivir entre tus tripas
cual si fueran pirañas en un río de sangre.
¡Si arrancándote el tímpano
se apagaran sus risas, las palabras de burla,
ese ruido que hace al crecer el desprecio!
Quisieras que la tierra te tragara
y sueñas con insectos sin dormir.
Estar vivo te asusta, y te envuelve
esa cosa terrible que es el miedo
cuando nace de dentro de sí mismo
sin motivo ni causa, ese miedo que es miedo
a que el miedo te venza. El verdadero miedo
que es ahora otro ruido en tu cabeza.
Tomas otra pastilla y te deseas suerte:
sabes que alguna esconde un paraíso
en el que tú has estado muchas veces,
y serías capaz,
por volver a encontrarlo un solo instante,
de pasar mil infiernos como éste.
Intentas convencerte de que todo es mentira,
de que el odio y la burla, el desprecio y el miedo,
son sólo paranoias
que habrán de esfumarse, como las otras veces,
con el día que llega.
Pero el infierno crece alrededor de ti
y su hedor contamina cada palmo de aire.
Ya no pueden tardar, parece que se animan
los unos a los otros, y tu cara de imbécil
les exige venganza. Ojalá ya no tarden.
Que te escupan ya pronto uno por uno
en el centro del alma,
porque en esa saliva corrompida
podrás lavar de nuevo
el asco que ahora sientes de ti mismo,
y esperar a otro sábado,
y volverlo a intentar.


Vicente Gallego