pueblos

A veces las canciones de Serrat me producen incredulidad. Yo tenía menos de trece y vivía en un pueblo.Tuve muy buenos maestros, no sólo en aquel colegio público en plena transición.
A veces, muchas.








Colgado de un barranco 
duerme mi pueblo blanco 
bajo un cielo que, a fuerza 
de no ver nunca el mar, 
se olvidó de llorar. 
Por sus callejas de polvo y piedra 
por no pasar, ni pasó la guerra. 
Sólo el olvido 
camina lento bordeando la cañada 
donde no crece una flor 
ni trashuma un pastor. 

El sacristán ha visto 
hacerse viejo al cura. 
El cura ha visto al cabo 
y el cabo al sacristán. 
Y mi pueblo después 
vio morir a los tres... 
Y me pregunto por qué nacerá gente 
si nacer o morir es indiferente. 

De la siega a la siembra 
se vive en la taberna. 
Las comadres murmuran 
su historia en el umbral 
de sus casas de cal. 
Y las muchachas hacen bolillos 
buscando, ocultas tras los visillos, 
a ese hombre joven 
que, noche a noche, forjaron en su mente. 
Fuerte para ser su señor. 
Tierno para el amor. 

Ellas sueñan con él, 
y él con irse muy lejos 
de su pueblo. Y los viejos 
sueñan morirse en paz, 
y morir por morir, 
quieren morirse al sol. 
La boca abierta al calor, como lagartos. 
Medio ocultos tras un sombrero de esparto. 

Escapad gente tierna, 
que esta tierra está enferma, 
y no esperes mañana 
lo que no se os dio ayer, 
que no hay nada que hacer. 
Toma tu mula, tu hembra y tu arreo. 
Sigue el camino del pueblo hebreo 
y busca otra luna. 
Tal vez mañana sonría la fortuna. 
Y si te toca llorar 
es mejor frente al mar. 

Si yo pudiera unirme 
a un vuelo de palomas, 
y atravesando lomas 
dejar mi pueblo atrás, 
os juro por lo que fui 
que me iría de aquí... 
Pero los muertos están en cautiverio 
y no nos dejan salir del cementerio.