de cigarros que se consumen


Men with coats thrashing

Our lives we do not weep
Are like wild cigarettes
That on a stormy day
Men light against the wind
With cupped and practised hand
Then burn themselves as deep
As debts we cannot pay
And smoke themselves so fast
One scarce gives time to light
A second life that might
Flake smoother than the first
And have no taste at last
And most are thrown away.

Malcolm Lowry

Aquí va la traducción de Juan Luis Panero:


Brasas en el viento
 
Nuestras vidas —no lo lamentemos— 
son como cigarrillos encendidos 
en un día de tormenta, 
una brasa protegida del viento 
por una mano cuidadosa. 
Entonces arden hasta el final, 
como ardieran aquellas deudas que nunca pagamos, 
y se queman tan deprisa como la vida. 
Uno querría encender otro, encender otra vida 
que fuera menos dura que la anterior, 
pero no es posible y el cigarrillo ya no tiene sabor 
y lo único que podemos hacer es tirarlo. 


objetos rotos

 FRAGMENTOS
 
                                 I
 
Te tocó un tiempo amargo.
Pasó el tiempo.
Pero la huella de sus manos sucias
permanece en tu frente:
grasa
       espesa
                de amor, 
incorruptible al odio.
 
                                 II
 
Jugabas entre muerte.
Creías que los muertos 
eran objetos rotos
que alguien había tirado en las aceras.
Eras la vida pura
que lo ignoraba todo.
Un aire helado, a veces
—como un suspiro yerto, 
como una leve gasa hecha de hilos de frío—
te acariciaba el rostro.
No sabías que era, 
invisible y tan próxima,
la mano de Ella la que lo movía.
 
 
                               III
 
Lo supiste muy pronto.
                                Desde entonces
ya nunca dejarías
de verla,    
            acechándote siempre
entre dos sombras,
delatada
por la luz corrosiva
de los amaneceres imprevistos, 
mal oculta en los pliegues de las tardes de invierno
cuando el día se acaba sin que llegue la noche
y hay un tiempo de nadie,
un vacío creciente
—bajorrelieve en polvo de un volumen de viento—
que pretende atraparte en sus bóvedas sucias.
 
                               IV
 
Tal vez por eso, todavía, 
como un felino hambriento que disputa
su presa a los caimanes, persigues ferozmente,
entre el asco y el miedo, 
a la alegría.
 
Depredador de instantes,
ya para siempre es tuya:
goza al fin plenamente
sus restos degradados,
su tristeza.

Ángel González.