nana roja

Song for a red nightgown

No. Not really red,
but the color of a rose when it bleeds.
It's a lost flamingo,
called somewhere Schiaparelli Pink
but not meaning pink, but blood and
those candy store cinnamon hearts.
It moves like capes in the unflawed
villages in Spain. Meaning a fire
layer and underneath, like a petal,
a sheath of pink, clean as a stone.

So I mean a nightgown of two colors
And of two layers that float from
the shoulders across every zone.
For years the moth has longed for them
but these colors are bounded by silence
and animals, half hidden but browsing.
One could think of feathers and
not know it at all. One could
think of whores and not imagine
the way of a swan. One could imagine the cloth of a bee
and touch its hair and come close.

The bed ravaged by such
sweet sights. The girl is.
The girl drifts up out of
her nightgown and its color.
Her wings are fastened onto
her shoulders like bandages.
The butterfly owns her now.
It covers her and her wounds.
She is not terrified of
begonias or telegrams but
surely this nightgown girl,
this awesome flyer, has not seen
how the moon floats through her
and in between.

Anne Sexton

Canción para un camisón rojo

No. No rojo del todo,
sino más bien del color de la rosa cuando sangra.
Es un flamenco perdido,
llamado en algún sitio Rosa Schiaparelli
sin querer decir rosa, sino sangre y
esos corazones de canela de tiendas de golosinas.
Se mueve como las capas en los rústicos
pueblos de España. Pareciendo una capa
de fuego y debajo, como un pétalo,
una funda rosa, limpia como una piedra.

Me refiero a un camisón de dos colores
y de dos capas que flotan desde
los hombros hacia todas partes.
Durante años la polilla las ha anhelado
pero estos colores están unidos por el silencio
y por animales, medio escondidos que observan.
Uno podría pensar en plumas y
no saberlo en absoluto. Uno podría
pensar en putas y no imaginarse
la figura de un cisne. Uno podría
imaginar la tela de una abeja y
tocar su pelo y hacerse a la idea.

La cama está saqueada por tan
dulces visiones. La chica lo está.
La chica se eleva y sale de
su camisón y su color.
Sus alas están atadas a sus hombros como vendas.
Ahora la mariposa es su dueña.
La cubre, a ella y a sus heridas.
No esta aterrorizada por
begonias ni por telegramas pero
seguramente esta chica del camisón,
esta formidable criatura alada, no ha visto
cómo la luna flota a través de ella
y entre ella.

Traducción de Ben Clark

gasolineras para repostar fes


Filling Station

Oh, but it is dirty!
—this little filling station,
oil-soaked, oil-permeated
to a disturbing, over-all
black translucency.
Be careful with that match!

Father wears a dirty,
oil-soaked monkey suit
that cuts him under the arms,
and several quick and saucy
and greasy sons assist him
(it’s a family filling station),
all quite thoroughly dirty.

Do they live in the station?
It has a cement porch
behind the pumps, and on it
a set of crushed and grease-
impregnated wickerwork;
on the wicker sofa
a dirty dog, quite comfy.

Some comic books provide
the only note of color—
of certain color. They lie
upon a big dim doily
draping a taboret
(part of the set), beside
a big hirsute begonia.

Why the extraneous plant?
Why the taboret?
Why, oh why, the doily?
(Embroidered in daisy stitch
with marguerites, I think,
and heavy with gray crochet.)

Somebody embroidered the doily.
Somebody waters the plant,
or oils it, maybe. Somebody
arranges the rows of cans
so that they softly say:
esso—so—so—so
to high-strung automobiles.
Somebody loves us all.   

Elizabeth Bishop

Aquí se puede escuchar el poema leído por ella misma, con tono encantador y fino humor.

[Escrito en meses de inviernos pretéritos]


Descarnado e impúdico hasta rozar el exhibicionismo. Con un desarrollo cronológico clarificador y una temática unitaria, que no única. Con un lenguaje preciso y cortante, afilado y lacerante, un escalpelo que su dueña no duda en usar para sajarse ante nuestros ojos y, de paso, hendirnos a nosotros. Contradictorio, irracional, temeroso, tanático, sobreviviente, mitológico, agresivo, vital. Un eczema, una sarna, un tumor, un shock anafiláctico.  Un banco donde dormir a la intemperie. Esto y más  me parece Bella durmiente, de Miriam Reyes. Leído en el metro madrileño, subiendo y bajando escaleras, en las aglomeraciones primeras de la mañana, en la media tarde abolida, caminando embebido por los pasillos que conducen a Puerta del ángel en cuyas escaleras de salida, esta mañana bajo cero, he girado su última página. Duerme, bella; descansa ya para siempre en mi interior.

No soy dueña de nada
mucho menos podría serlo de alguien.
No deberías temer
cuando estrangulo tu sexo,
no pienso darte hijos ni anillos ni promesas.
 
Toda la tierra que tengo la llevo en los zapatos.
Mi casa es este cuerpo que parece una mujer,
no necesito más paredes y adentro tengo
mucho espacio: 
ese desierto negro que tanto te asusta.

A lo mejor era tu cuerpo
lo que me unía a ti
y no algo más abstracto.

A lo mejor imaginé todo lo demás.


Yo que soy tierra
como tierra tiemblo bajo tu pecho
te como te escupo me
trago tus huesos.
Tiene que ser así,
fuera de mí eres un extraño
duermas los años que duermas a mi lado.

guía de campo


Old Movie with the Sound Turned Off


The hatcheck girl wears a gown that glows;
The cigarette girl in the black fishnet stockings
And a skirt of black, gauzy, bunched-up tulle
That bobs above the pert muffin of her bottom—
She must be twenty-two—would look like a dancer
In Degas except for the tray of cigarettes that rests
Against her—tummy might have been the decade’s word,
And the thin black strap which binds it to her neck
And makes the whiteness of her skin seem swan’s-down
White. Some quality in the film stock that they used
Made everything so shiny that the films could not
Not make the whole world look like lingerie, like
Phosphorescent milk with winking shadows in it.
All over the world the working poor put down their coins,
Poured into theaters on Friday nights. The manager raffled—
“Raffled off,” we used to say in San Rafael in my postwar
Childhood into which the custom had persisted—
Sets of dishes in the intermission of the double feature—
Of the kind they called Fiestaware. And now
The gangster has come in, surrounded by an entourage
Of prize fighters and character actors, all in tuxedo
And black overcoats—except for him. His coat is camel
(Was it the material or the color?—my mind wanders
To earth-colored villages in Samara or Afghanistan).
He is also wearing a white scarf which seems to shimmer
As he takes it off, after he takes off the gray fedora
And hands it to the hatcheck girl. The singer,
In a gown of black taffeta that throws off light
In starbursts, wears black gloves to her elbows
And as she sings, you sense she is afraid.
Not only have I seen this film before—the singer
Shoots the gangster just when he thinks he’s been delivered
From a nemesis involving his brother, the district attorney,
And a rival mob—I know the grandson of the cigarette girl,
Who became a screenwriter and was blackballed later
Because she raised money for the Spanish Civil War.
Or at least that’s the story as I remember it, so that,
When the gangster is clutching his wounded gut
And delivering a last soundless quip and his scarf
Is still looking like the linen in Heaven, I realize
That it is for them a working day and that the dead
Will rise uncorrupted and change into flannel slacks,
Hawaiian shirts; the women will put on summer smocks
Made from the material superior dish towels are made of
Now, and they’ll all drive up to Malibu for drinks.
All the dead actors were pretty in their day. Why
Am I watching this movie? you may ask. Well, my beloved,
Down the hall, is probably laboring over a poem
And is not to be disturbed. And look! I have rediscovered
The sweetness and the immortality of art. The actress
Wrote under a pseudonym, died, I think, of cancer of the lungs.
So many of them did. Far better for me to be doing this
(A last lurid patch of fog out of which the phrase “The End”
Comes swimming; the music I can’t hear surging now
Like fate) than reading with actual attention my field guides
Which inform me that the flower of the incense cedar
I saw this morning by the creek is “unisexual, solitary, and terminal".

Robert Hass


Película clásica sin volumen


La chica del guardarropa lleva un vestido que brilla;
la cigarrera medias negras de red
y una falda apretada de tul negro, brumoso,
que menea su trasero como un animado panecillo-
tendrá veintidós años- parece una de las bailarinas
de Degas a no ser por la bandeja de cigarrillos que apoya
contra su barriguita, deber de ser la palabra de la época,
y el delgado lazo negro con que la ata al cuello
y otorga a su piel la blancura de las plumas de un
cisne. Alguna cualidad de material fílmico que utilizaba
logra que todo sea tan radiante que no se puede
evitar que el mundo parezca lencería en las películas,
leche fosforescente con sombras de pestañeo.
Los trabajadores pobres calculan las monedas
que gastar en el teatro los viernes por la noche. El encargado sorteaba -
"rifaba" solíamos decir en San Rafael durante mi infancia
de posguerra en la que se había mantenido la costumbre -
juegos de platos en el descanso del programa doble-
del modelo que llamaban de ocasiones especiales. Y ahora
aparece el gánster, rodeado por un séquito
de boxeadores profesionales y extras, todos con esmoquin
y abrigos negros, menos él. Una chaqueta color camello
(¿era ese el color o el material? mi mente vaga
por los pueblos color tierra de Samara o Afganistán).
Lleva también una bufanda blanca que parece brillar
cuando se la quita, tras dejar el sombrero gris
de fieltro y entregárselo a la chica. La cantante,
con un vestido negro de tafetán que despide esa luz
de estallido de las estrellas, lleva guantes negros hasta los codos
y mientras canta te das cuenta que está nerviosa.
No sólo he visto antes esa película -la cantante
le dispara al gánster justo cuando él ya se cree liberado
de una némesis que envolvía a su hermano, el procurador del distrito,
y de una banda rival -sino que conozco al nieto de la chica de los cigarrillos,
que se convirtió en guionista y más tarde fue boicoteada
por recaudar fondos para la Guerra Civil española.
Al menos es así como recuerdo la historia, así que,
cuando el gánster se lleva las manos a la barriga
liberando una última mueca muda y su bufanda
parece todavía lencería de los cielos, comprendo
que sólo se trata de una jornada de trabajo y que lo muertos
se levantaran incorruptos y se pondrán unos pantalones flojos de franela
y camisetas hawaianas; las mujeres se pondrán camisolas de verano
hechas de material del que hace ahora los rodillos de calidad
y todos se irán en coche hasta Malibú a tomar unas copas.
Todos los actores muertos eran atractivos en su día. ¿Por qué
estoy viendo esta película?, te preguntarás. Pues bueno, mi amada,
abajo,  está trabajando en un poema
y no me gustaría molestarla. ¡Y para que veas! He redescubierto
la dulzura y la inmortalidad del arte. La actriz
escribía bajo seudónimo, murió, creo, de cáncer de pulmón.
Les pasó a muchos. Mejor estar viendo esta película
(flota una última mancha tenue de niebla de la que sale la expresión
The end; la música que no escucho irrumpe entonces
como el destino) que ponerme a leer mis guías de campo
para que me informen de que la flor del aromático cedro
que he visto esta mañana junto a la cala es "neutra, solitaria y terminal".

Traducción y prólogo de Jaime Priede.