Oriente Medio

 


Paso muchas horas frente a esa pizarra. Y más que pasaría. Veo películas, obras de teatro, cuadros, cante flamenco, satélites de amor, cosechas, a sangre fría, caldo de chivo.
No me falló el olfato el primer día que me trajeron, casi de pasada. De los mejores bares en los que haya estado, y llevo unos cuantos.

Callos a la manera de Oporto 

Un día, en un restaurante, fuera del espacio y del tiempo,
me sirvieron el amor como callos fríos.
Delicadamente dije al encargado de la cocina
que los prefería calientes,
que los callos (y eran a la manera de Oporto) nunca se comen fríos.

Se impacientaron conmigo.
Nunca se puede tener razón, ni en un restaurante.
No comí, no pedí otra cosa, pagué la cuenta
y me fui a dar una vuelta por la calle.

¿Quién sabe lo que quiere decir esto?
Yo no lo sé, y pasó conmigo…

(Sé muy bien que en la infancia de todo el mundo hubo un jardín,
particular o público, o del vecino.
Sé muy bien que el que jugáramos era lo propio de él.
Y que la tristeza es de hoy.)

Lo sé de sobra,
pero si yo pedí amor, ¿por qué entonces me trajeron
callos a la manera de Oporto fríos?
No es plato que se pueda comer frío,
pero me lo trajeron frío.
No reclamé, pero estaba frío,
nunca se puede comer frío, pero vino frío.

Poesías de Alvaro de Campos, Fernando Pessoa