1889

Investigo. En mis indagaciones me topo con obstáculos difíciles de salvar por mi impericia. Lógica impericia: vengo de otros mundos. Recurro a gente cercana más ducha en los temas, pues, en busca de auxilio. Ahora ando en esto, consecuencia del poema de Rafael Cadenas y su preterición.
Abro una nueva categoría, la del Derecho, asunto que nunca pensé que me atraería como ha acabado haciéndolo. Aunque, a decir verdad, con escasos veinte una amiga que lo estudiaba ya me lo advirtió.
Aquí está el artículo completo. Y aquí el Código Civil de 1889. En España, por cierto, regía María Cristina, esperando a que su Alfonsito alcanzara la edad para ser Alfonso XIII.

Me pasaría el día estudiando, entre otras cosas. Ninguna genera pecunia, por cierto. Otro por cierto más: el código, de finales del XIX, mi época predilecta junto con el periodo entre guerras.

Secundino (nombre falso) engañó a su madre, Flora, en 2003 para que le donara todos sus inmuebles. Acababa de dejarla casi sin ingresos para afrontar los últimos años de su vida, pero a esta anciana le costó darse cuenta del engaño. Tardó dos años en asumir que su propio hijo había sido capaz de manipularla de aquella manera y dejarla en una situación tan precaria. En febrero de 2009, dos meses antes de morir, Flora le retiró en su testamento la parte de la herencia que le correspondía por ley —la llamada legítima, dos tercios del caudal que deben repartirse entre los hijos— y dejó todo su patrimonio (incluido el que le había arrebatado Secundino) a su otra hija. Flora falleció sin saber si se cumpliría su última voluntad, o si, como ocurría en la mayoría de los casos, los jueces dirían que solo en situaciones extremas, de maltrato físico, por ejemplo, un padre podía dejar sin herencia a su hijo.

en aras de

El otro día apareció en el poema. He quedado con su compañía desde entonces. Fonética y conceptualmente.

preterir 
Del lat. praeterīre 'pasar adelante'.
1. tr. Hacer caso omiso de alguien o algo.

2. tr. Der. Omitir en la institución de herederos a los que son
forzosos, sin desheredarlos expresamente en el testamento.

Quien quiera más, aquí tiene. Fascinantes los humanos.

Aram

Del armenio Aram borré hace un día un disco entero de mi discoteca. No soportaba tanta marcha militar encubierta, tanta beligerancia, tanta Armenia, tanta Rusia, tantos años de sometimiento, insurrección, caballerías cargando, tanques, frío... Sin embargo ese mismo tipo compuso esta delicadeza que hoy escucho y traigo. Años cincuenta, segundo acto, un momento de felicidad antes de que el sino trágico se apodere del hombre y la mujer, del amor. Del amor no, pero sí de su materialización. Es un adagio, no en balde. Canónicamente en el segundo acto; canónicamente para la época, entre 9 y 10 minutos.

la elección del caminante//dos

Los mismos motivos que alegué para despedirme los alego para regresar. Viró el camino hacia lugares insospechados y hubo que tomar decisiones. De modo que aquí seguiremos por un tiempo, sea de la longitud que sea este, tratando de disfrutar y aprender.
Retomo con un regalo. Regalos quedaron pendientes de salir a la luz cuando bajé la persiana. Este llegó después, hace poco en realidad. No conocía al poeta -Rafael Cadenas-; nada nuevo: cada día que pasa me siento más inculto, más ignorante. El tipo es venezolano y está vivo. Me recuerda el poema a Pessoa pero con menor languidez; no me pregunten qué significa esto último.

Derrota

Yo que no he tenido nunca un oficio
que ante todo competidor me he sentido débil
que perdí los mejores títulos para la vida
que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme
es una solución)
que he sido negado anticipadamente y escarnecido por los más aptos
que me arrimo a las paredes para no caer del todo
que soy objeto de risa para mí mismo
que creí que mi padre era eterno
que he sido humillado por profesores de literatura
que un día pregunté en qué podía ayudar y la respuesta fue una risotada
que no podré nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida
que he sido abandonado por muchas personas porque casi no hablo
que tengo vergüenza por actos que no he cometido
que poco me ha faltado para echar a correr por la calle
que he perdido un centro que nunca tuve
que me he vuelto el hazmerreír de mucha gente por vivir en el limbo
que no encontraré nunca quién me soporte
que fui preterido en aras de personas más miserables que yo
que seguiré toda la vida así y que el año entrante seré muchas

veces más burlado en mi ridícula ambición
que estoy cansado de recibir consejos de otros más aletargados

que yo ("Ud. es muy quedado, avíspese despierte")
que nunca podré viajar a la India
que he recibido favores sin dar nada a cambio
que ando por la ciudad de un lado a otro como una pluma
que me dejo llevar por los otros
que no tengo personalidad ni quiero tenerla
que todo el día tapo mi rebelión
que no me he ido a las guerrillas
que no he hecho nada por mi pueblo
que no soy de las FALN y me desespero por todas esas cosas y por otras cuya enumeración sería interminable
que no puedo salir de mi prisión
que he sido dado de baja en todas partes por inútil
que en realidad no he podido casarme ni ir a París ni tener un día sereno
que me niego a reconocer los hechos
que siempre babeo sobre mi historia
que soy imbécil y más que imbécil de nacimiento
que perdí el hilo del discurso que se ejecutaba en mí y no he

podido encontrarlo
que no lloro cuando siento deseos de hacerlo
que llego tarde a todo
que he sido arruinado por tantas marchas y contramarchas
que ansío la inmovilidad perfecta y la prisa impecable
que no soy lo que soy ni lo que no soy
que a pesar de todo tengo un orgullo satánico aunque a ciertas

horas
haya sido humilde hasta igualarme a las piedras
que he vivido quince años en el mismo círculo
que me creí predestinado para algo fuera de lo común y nada he logrado
que nunca usaré corbata
que no encuentro mi cuerpo
que he percibido por relámpagos mi falsedad y no he podido derribarme, barrer todo y crear de mi indolencia, mi flotación,

mi extravío una frescura nueva, y obstinadamente
me suicido al alcance de la mano
me levantaré del suelo más ridículo todavía para seguir

burlándome de los otros y de mí hasta el día del juicio final.