Por mor del trabajo he vuelto a leer el periódico en papel. Me reconcilia con la nostalgia, con una estética innegociable y con el tacto. Han pasado los años y aquella imagen que tanto frecuenté de leer El País en una barra sonando buena música ha producido otra imagen, especular ahora. En el espejo de ahora porto gafas.
Lo táctil, lo presencial, tiene unos ritos distintos de lo cibernético. No es que lo último no los tenga, pero son diferentes. Yo conservo los míos de cuando mis veinte y me reconozco en ellos a mis casi cincuenta buscando la columna de la contraportada directamente, antes que ver siquiera la portada. En el acceso digital perdí esa columna, pienso, y es por ello que muchos de los nombres que escriben en ese espacio me son desconocidos. Leila ya nunca más, mucho menos tras buscar una imagen a la que adherirla. Leila, cariño mío, la insoportable eres tú: todo animal todo el tiempo.
Y sí, Monk debía tener la cabeza más pallá que pacá, sobre todos sus años finales. Porque todo, todo el tiempo no hay quien lo aguante. Ni tocando el piano.
La luz de esta tarde que cae sobre el vidrio de la concesionaria de la esquina y baña los autos impecables como joyas húmedas en los que uno puede imaginar a padres fatigados llevando en el asiento trasero a niños que huelen a jabón y vianda para el almuerzo a las siete de la mañana, es insoportable. La vidriera del bazar que muestra ollas de aluminio dispuestas con una prolijidad que rompe el corazón y carteles que dicen oferta tres vasos por cien pesos, y la señora que frente al mostrador saca ceremoniosamente un billete de su monedero de lona como si estuviera comprando un anillo de Tiffany y se lleva los tres vasos envueltos en papel de diario, es insoportable. El hombre que en la pescadería insiste en darme su receta de pescado relleno no es insoportable, pero la idea del departamento oscuro donde vive con su mujer y en el cual cenan esa receta burda y el diálogo que tienen mientras tanto —“Cambiá el canal, viejo, que ya empezó el noticiero”. “Bueno. Pasame la sal”— es insoportable. La chica de la caja del Carrefour Express diciendo quién sigue, la mujer que espera en la fila del Carrefour Express mientras mira su teléfono celular y una nena vestida con un pantalón rosa y zapatillas con rueditas le tira de la manga, el quiosco donde venden películas con carátulas desvaídas por el sol, la veterinaria donde hay bolsas de alimento para perros cubiertas de polvo, todo lo que siempre estuvo ahí, aumentado por una lente demencial y transformado en una motosierra que trepana el cerebro es insoportable. En 1971, el pianista Thelonious Monk dejó de tocar y se recluyó hasta su muerte. Dicen que era depresivo, esquizofrénico. Alguien, a quien esas explicaciones no le bastaban, le hizo en aquellos días una pregunta: “¿Qué te pasa?”. Y Monk respondió: “Everything, all the time”. Todo, todo el tiempo.
Leila Guerriero