Que se lo apropiaran los surrealistas en la época no es de extrañar. Que marcara a Carlos, tampoco. Lo de Atget es de pasarse siete pueblos; cierto que ayuda el hecho de que sea París principalmente el objeto de su mirada, pero aún así es de siete pueblos. Qué animal de bellota.
Tampoco es de extrañar que lo de Michael Schmidt le interesara hasta ayudarle a conformar una mirada propia; pero es que al alemán no se le concibe sin el francés.
Juegue el lector en las fotografías de abajo, si le place, a averiguar cuál es de quién.
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